Archivo por meses: enero 2010

12. Necesidad de verdaderos encuentros

José Luis Font Nogués

Para lograr una confortable unión de todos los hombres que favorezca la felicidad es necesario que los encuentros de unos con otros se den en el marco de la Verdad. A la luz de los aspectos educativos anteriormente comentados concluimos tres tipos de encuentros trascendentales que favorecerán e iluminarán a esas personas que forjan su vida y están en proceso de crecimiento de la inteligencia y la voluntad: Sigue leyendo

11. Gratuidad educativa

José Luis Font Nogués

Hay algunos trabajos en los que se palpa con mayor facilidad la esencia del hombre, uno es la medicina y otro la educación. Los profesionales de esas dos áreas, a la vez que tienen oportunidad de profundizar en la humanidad, no pueden ocuparse de su trabajo con frialdad porque son sus tareas hacen posible que las personas logren o no la felicidad. Ambos trabajos necesitan atención, respeto y generosidad con cada persona.

En la Encíclica Caritas in veritate el Papa habla de gratuidad económica, y en tema educativo se podría hablar de gratuidad educativa, buscar el valor añadido en la formación del alumno porque el profesor se dona generosamente –coste gratuito- al alumno. ”El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente. A veces, el hombre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad” (CV, 34). O sea, el profesor está hecho para la gratuidad, aunque se le puede anteponer la productividad, o sea, las buenas notas del alumno, el desarrollo pacífico de una clase, etc.

Hallazgo del “principio de gratuidad” en Benedicto XVI:

1. la naturaleza del hombre no es egoísta sino donación
2. “la verdad que, como la caridad, es un don, nos supera” (CV, 34). “Incluso nuestra propia verdad, la de nuestra conciencia personal, ante todo, nos ha sido «dada». En efecto, en todo proceso cognitivo la verdad no es producida por nosotros, sino que se encuentra o, mejor aún, se recibe. Como el amor, «no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano» [DCE, 3]” (CV, 34).
3. “Al ser un don recibido por todos, la caridad en la verdad es una fuerza que funda la comunidad, unifica a los hombres de manera que no haya barreras o confines.” (CV, 34). “La unidad del género humano, la comunión fraterna más allá de toda división, nace de la palabra de Dios-Amor que nos convoca.” (CV, 34).
4. “la lógica del don no excluye la justicia ni se yuxtapone a ella como un añadido externo en un segundo momento” (CV, 34)
5. “el desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad.” (CV, 34) Sigue leyendo

10. Entender al hombre

José Luis Font Nogués

Se educa al hombre, a cada hombre, con su familia, su entorno, su carácter y muchas circunstancias particulares. Se pretende “conducir” –eso es educar- a una situación mejor, pero no se manipula, sino que el educador debe acogerse al aprendizaje significativo para que cada hombre vaya alcanzando la verdad, participe del bien común y actúe conforme a una recta moralidad.

Actualmente hay que educar personas insertadas en el mundo en que viven y eso lleva a considerarle en varias coordenadas hoy vigentes: el desarrollo y la globalización que comprende la ecología y las amplias relaciones interpersonales.

a) Bajo la perspectiva del desarrollo

“El desarrollo nunca estará plenamente garantizado por fuerzas que en gran medida son automáticas e impersonales, ya provengan de las leyes de mercado o de políticas de carácter internacional. El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común. Se necesita tanto la preparación profesional como la coherencia moral”. (CV, n. 71)

Al plantear en el diálogo las necesidades de los demás, se pone al alumno en situación de darse cuenta de los auténticos problemas de la existencia humana a los que no está acostumbrado en su ambiente económico, normalmente acomodado; pasando a entender que la causa del subdesarrollo no sólo es la falta de pensamiento, sino en “la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos” (PP, 66).

Otro aspecto en torno al desarrollo es ver si el hombre crece sólo en el aspecto técnico y material o si ha de acompañarle el crecimiento espiritual: “El problema del desarrollo está estrechamente relacionado con el concepto que tengamos del alma del hombre, ya que nuestro yo se ve reducido muchas veces a la psique, y la salud del alma se confunde con el bienestar emotivo. Estas reducciones tienen su origen en una profunda incomprensión de lo que es la vida espiritual y llevan a ignorar que el desarrollo del hombre y de los pueblos depende también de las soluciones que se dan a los problemas de carácter espiritual. (…) El ser humano se desarrolla cuando crece espiritualmente, cuando su alma se conoce a sí misma y la verdad que Dios ha impreso germinalmente en ella, cuando dialoga consigo mismo y con su Creador. Lejos de Dios, el hombre está inquieto y se hace frágil. (…) No hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo” (CV, n 76). Sigue leyendo

09. Educar la persona llamada al progreso

José Luis Font Nogués

Una vez vistas la búsqueda de la verdad y su oportuna metodología, es imprescindible educar teniendo presente el sentido vocacional del hombre porque, como nos enseña Benedicto XVI, todo hombre “está llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre es vocación” (PP, 15). En otras palabras más determinantes se puede afirmar que el hombre tiene vocación a promover el progreso, de donde surge la cuestión de cómo educar en ese marco.

Esta vocación al progreso afecta a aspectos técnicos, pero también al caminar en la historia con los demás hombres y al peregrinar en la Iglesia camino de la vida eterna (cfr. CV, 16). En consecuencia, hay que dar elementos a los alumnos y a sus padres para llevar a cabo su proyecto de vida, que debe conformarse con el Proyecto de Dios para él (vocación).

Para ello, el Evangelio es un elemento fundamental del desarrollo porque, en él, Cristo, «en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre» [GS, 22]. Con las enseñanzas de su Señor, la Iglesia escruta los signos de los tiempos, los interpreta y ofrece al mundo «lo que ella posee como propio: una visión global del hombre y de la humanidad» [PP, 13]. Precisamente porque Dios pronuncia el «sí» más grande al hombre [DAI], el hombre no puede dejar de abrirse a la vocación divina para realizar el propio desarrollo.” (CV, 18)

Ante esta llamada al desarrollo no podemos obviar lo contrario, el subdesarrollo, preguntándonos dónde se buscan sus causas. Una respuesta (CV, 19 y PP, 20) es que las causas no son solo materiales, sino que tiene tres raíces:

a) la voluntad, que se desentiende de los deberes de la solidaridad
b) el pensamiento, que no siempre sabe orientar adecuadamente el deseo (¡hacen falta pensadores de reflexión profunda que busque un humanismo nuevo, el cual permita al hombre hallarse a sí mismo!)
c) la falta de fraternidad entre los hombres y los pueblos

Por tanto, no haya dicotomías, no vivamos en mundos distintos, haya un único mundo y una única historia; las raíces apuntadas son un principio iluminador en el aula a diario, que nos debe llevar a poner de manifiesto esta verdad –las que suelen ser noticias diarias en los medios de comunicación- y a hacer ver que en la pequeña sociedad del aula-colegio-familia-amigos han de ser resueltos los asuntos que no favorezcan el desarrollo. Sigue leyendo

08. Luces para la amplitud metodológica

José Luis Font Nogués

Se suele llamar metodología al conjunto de métodos de investigación que se usan para alcanzar objetivos para conocer una ciencia determinada, siendo el camino para descubrir conocimientos y educar actitudes. Es tarea propia del educador elegir los métodos más adecuados para la transmisión de la fe y que el alumno llegue a la Verdad.

La metodología en las ciencias sociales busca la explicación veraz de los hechos sociales usando la observación y experimentación común a todas las ciencias, encuestas y documentación, pero para transmitir la fe hay que partir de la religiosidad innata al hombre y desde ella conocer la Revelación razonando sobre el acto de fe. Así se facilita al alumno que asienta a la Verdad revelada y le sea más fácil, no sólo decir creo, sino vivir en consonancia con esa fe.

En cuanto al método para buscar la Verdad podemos aplicarnos las palabras con las que Juan Pablo II hablaba sobre la tarea acerca del ecumenismo: “La verdadera actividad ecuménica significa apertura, acercamiento, disponibilidad al diálogo, búsqueda común de la verdad en el pleno sentido evangélico y cristiano; pero de ningún modo significa ni puede significar renunciar o causar perjuicio de alguna manera a los tesoros de la verdad divina, constantemente confesada y enseñada por la Iglesia” (RH, 6).

Así pues, de la mano de Juan Pablo II y de Benedicto XVI nos llega una sabia concreción metódica que consiste en:

a) Apertura a la persona del alumno y a los razonamientos que cada uno aporte
b) Acercamiento a la persona, con interés por el desarrollo de la vida de cada uno
c) Disponibilidad al diálogo, sin cerrar argumentos ni horizontes, sin asombro por nada
d) Evitar dogmatismos, dejando argumentar a los demás
e) Búsqueda común de la verdad en el pleno sentido evangélico y cristiano
f) Tener en cuenta la globalización, las aportaciones de las diversas culturas
g) Tener en cuenta algunas cuestiones presentes en el desarrollo humano de nuestro tiempo:

– hambre (CV, 27)
– respeto a la vida (CV, 28): “La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo”
– respeto a la libertad religiosa (CV, 29): “Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre”

Y todo ello se estudia en términos de interdisciplinariedad:
– esfuerzo porque los diferentes ámbitos del saber humano sean interactivos (CV, 30)
– la DSI tiene una importante dimensión interdisciplinar (CV, 31)

“No existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor. Esto significa que la valoración moral y la investigación científica deben crecer juntas, y que la caridad ha de animarlas en un conjunto interdisciplinar armónico, hecho de unidad y distinción. La doctrina social de la Iglesia, que tiene «una importante dimensión interdisciplinar»[Juan Pablo II, Centesimus agnus, 59], puede desempeñar en esta perspectiva una función de eficacia extraordinaria. Permite a la fe, a la teología, a la metafísica y a las ciencias encontrar su lugar dentro de una colaboración al servicio del hombre”. (CV, n. 30-31) Sigue leyendo

07. La Pedagogía de la inteligencia de la Fe

José Luis Font Nogués

“Como forma original del ministerio de la Palabra, la enseñanza religiosa escolar hace presente el Evangelio en el proceso personal de asimilación, sistemática y crítica, de la cultura” (DG, n. 73)

“La inteligencia de la fe es necesaria para responder de forma clara y convincente a los interrogantes de los jóvenes, para que ellos mismos sean capaces de responder a los retos que hoy se les presentan, a fin de que puedan hacer propia aquella respuesta decisiva que es Cristo Señor y sepan dar a sus amigos las razones de su esperanza” (TF). Benedicto XVI lleva a cabo esta inteligencia de la fe a través de la metodología y contenidos propios de la siguiente forma: Sigue leyendo

06. Actitud del profesor para ayudar a descubrir la Verdad

José Luis Font Nogués

La pregunta acerca de la actitud del profesor ante el reto de educar a personas con la intención de que sean ellos quienes puedan interesarse por la Verdad, se puedan poner en camino para esa tarea y felizmente puedan encontrarla en un marco de libertad, está en la línea de buscar la metodología adecuada. Cuál sea la metodología adecuada nos puede llevar rápidamente a pensar en libros de textos y técnicas de aprendizaje, pero quizá esos aspectos sean tan sólo unos instrumentos que necesitan una más amplia orientación. Fijémonos en otros aspectos: Sigue leyendo

05. Facilitar la Verdad a personas que piensan y se relacionan

José Luis Font Nogués

El profesor no ha de quedarse en la “bondadosidad”, en un aprendizaje superficial o, incluso, en desear una hora de clase tranquila; por el contrario, no es buen método imponer lo que hay que estudiar. Es mejor empeñarse con los alumnos en buscar la verdad y eso con caridad.

“Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios. Sin la verdad, la caridad es relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado. Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad.” (CV, 4)

Sólo así la verdad imprimirá una manera de enfrentarse a la vida en un futuro cercano para los alumnos y en esos mismos momentos en que ya desarrollan su vida porque “la verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientos siempre nuevos de la historia. Es al mismo tiempo verdad de la fe y de la razón, en la distinción y la sinergia a la vez de los dos ámbitos cognitivos. El desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad.” (CV, n 5)

El método para llevar la verdad a los alumnos y a sus padres comienza por darse cuenta que “la caridad y la verdad nos plantean un compromiso inédito y creativo, ciertamente muy vasto y complejo. Se trata de ensanchar la razón y hacerla capaz de conocer y orientar estas nuevas e imponentes dinámicas, animándolas en la perspectiva de esa «civilización del amor», de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura.” (CV, n.33) Sigue leyendo

04. Dificultades de la interrelación y de la globalización

José Luis Font Nogués

El comienzo del siglo XXI no es un momento fácil; ya se formula que es el tiempo de la soberbia del hombre. La tarea es difícil. “En efecto, se pueden descubrir dos líneas de fondo de la actual cultura secularizada, claramente dependientes entre sí, que impulsan en dirección contraria al anuncio cristiano y no pueden menos de influir en los que están madurando sus orientaciones y opciones de vida” (AF):

a) “La primera de esas líneas es el agnosticismo, que brota de la reducción de la inteligencia humana a simple razón calculadora y funcional, y que tiende a ahogar el sentido religioso inscrito en lo más íntimo de nuestra naturaleza” (AF).

Para paliar la reducción de la inteligencia es necesario tomar en serio la tarea de buscar la verdad. “El amor en la verdad —caritas in veritate— es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización. El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador.” (CV, 9)

O sea: “La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. Esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe, por medio de la cual la inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad, percibiendo su significado de entrega, acogida y comunión. Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal.” (CV, 3)

b) “La segunda es el proceso de relativización y de desarraigo que destruye los vínculos más sagrados y los afectos más dignos del hombre, y como consecuencia hace frágiles a las personas, y precarias e inestables nuestras relaciones recíprocas.” (AF).

Contrarrestar la relativización supone darse cuenta que hay demasiados «mesianismos prometedores, pero forjadores de ilusiones» (CA, 25) que “basan siempre sus propias propuestas en la negación de la dimensión trascendente del desarrollo, seguros de tenerlo todo a su disposición. Esta falsa seguridad se convierte en debilidad, porque comporta el sometimiento del hombre, reducido a un medio para el desarrollo, mientras que la humildad de quien acoge una vocación se transforma en verdadera autonomía, porque hace libre a la persona.” (CV, 17). Esos mesianismos humanos carentes de trascendencia pueden desviar de la verdad creando falsas seguridades que al fin se convierten en debilidades. Sigue leyendo

03. Interrelación educador-educando

José Luis Font Nogués

Contemplando la figura del profesor-educador, éste ha de ser un constante descubridor de la verdad y un conocedor del hombre y de las circunstancias que le rodean; sólo desde esa atalaya podrá llevar a los alumnos hacia la apasionante tarea de descubrir la Verdad.

Sin embargo hay que reflexionar frecuentemente sobre algunos puntos y, especialmente, desde el punto de vista de la transmisión de la fe como Verdad: ¿A qué se dedica el educador? ¿En qué piensa? ¿Qué fuerzas emplea? ¿Lee en clase un texto, lo hace aprender? ¿Pretende enseñar fórmulas fijas, sólo catecismo, sólo el Compendio? ¿Se hace su propio catecismo? ¿Hace aprender los “cuadritos” o los “resúmenes” del texto? ¿Ilusiona a los alumnos? ¿Hace pensar?

Todos pensamos en que debe transmitir la fe: “En realidad, descubrir la belleza y la alegría de la fe es un camino que cada nueva generación debe recorrer por sí misma, porque en la fe está en juego todo lo que tenemos de más nuestro y de más íntimo, nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestra libertad, en una relación profundamente personal con el Señor, que actúa en nuestro interior. Pero la fe es también radicalmente acto y actitud comunitaria; es el «creemos» de la Iglesia.” (AF).

Al pensar en la fe nos situamos ante un don que da alegría recibir: ¿cómo se explica ese regalo a los demás?, ¿se explica?, ¿se lee?, ¿se hace aprender?, ¿se esquematiza?, ¿se somete a un examen? … ¡No!: La fe se agradece y se comparte. “Así pues, la alegría de la fe es una alegría que se ha de compartir: como afirma el apóstol san Juan, «lo que hemos visto y oído (el Verbo de la vida), os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. (…) Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo» (1 Jn 1, 3-4). Por eso, educar a las nuevas generaciones en la fe es una tarea grande y fundamental que atañe a toda la comunidad cristiana.” (AF).

La idea de que “atañe a toda la comunidad cristiana” quiere decir que está inserta en el proyecto educativo, que los padres y los profesores están implicados, que los ámbitos en los que se desenvuelves los educandos son adecuados aunque no envueltos al vacío. Por tanto, la transmisión de la fe excede el aula. Sigue leyendo

02. La transmisión (hoy) del don de la fe a través de los tiempos

José Luis Font Nogués

La transmisión de la fe forma parte de la tarea educativa de los padres, pero esa transmisión necesita también una acción pedagógica concreta y adecuada a cada edad, lo que se traduce en un plan programado de enseñanza religiosa y de catequesis cuya responsabilidad recae en la Conferencia Episcopal, que señala las pautas adecuadas. A la vez, cada época requiere un tratamiento especial que sepa dar respuesta a las exigencias del momento. Es el caso del inicio del siglo XXI.

Pero no dejemos esa transmisión sólo en manos de unos programas, se transmite vida, se transmite verdad, se transmite un sentido, se transmite un sentido para dar respuestas a los acontecimientos diarios. No podemos partir de otro punto distinto al principio de que la fe “se transmite”; desde el momento del Bautismo, y a través de los padres, continuando con la educación en la fe y siguiendo –si las oportunidades se presentan óptimas- con la formación personal continua a lo largo de la vida.  Nos podemos preguntar qué es esa transmisión y cómo se realiza, si es siempre igual o cambia en sus formas a través del tiempo: “A propósito de la tradición tal como se muestra en los Padres de la Iglesia, dice el Concilio que de esa manera Dios ‘sigue conversando siempre con la esposa de su hijo amado’ (Dei Verbum, 8). En otras palabras, la revelación no es un resultado que se nos entrega y que basta con transmitir, sino que es un acontecimiento que se va concretando de modo progresivo en el marco de la Sagrada Escritura y de la Tradición. Para lo que aquí nos presenta el Concilio no sirve ni el actualismo subjetivista ni el puro objetivismo” (TF, 39). Sigue leyendo