Archivo por días: 16 enero, 2010

10. Entender al hombre

José Luis Font Nogués

Se educa al hombre, a cada hombre, con su familia, su entorno, su carácter y muchas circunstancias particulares. Se pretende “conducir” –eso es educar- a una situación mejor, pero no se manipula, sino que el educador debe acogerse al aprendizaje significativo para que cada hombre vaya alcanzando la verdad, participe del bien común y actúe conforme a una recta moralidad.

Actualmente hay que educar personas insertadas en el mundo en que viven y eso lleva a considerarle en varias coordenadas hoy vigentes: el desarrollo y la globalización que comprende la ecología y las amplias relaciones interpersonales.

a) Bajo la perspectiva del desarrollo

“El desarrollo nunca estará plenamente garantizado por fuerzas que en gran medida son automáticas e impersonales, ya provengan de las leyes de mercado o de políticas de carácter internacional. El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común. Se necesita tanto la preparación profesional como la coherencia moral”. (CV, n. 71)

Al plantear en el diálogo las necesidades de los demás, se pone al alumno en situación de darse cuenta de los auténticos problemas de la existencia humana a los que no está acostumbrado en su ambiente económico, normalmente acomodado; pasando a entender que la causa del subdesarrollo no sólo es la falta de pensamiento, sino en “la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos” (PP, 66).

Otro aspecto en torno al desarrollo es ver si el hombre crece sólo en el aspecto técnico y material o si ha de acompañarle el crecimiento espiritual: “El problema del desarrollo está estrechamente relacionado con el concepto que tengamos del alma del hombre, ya que nuestro yo se ve reducido muchas veces a la psique, y la salud del alma se confunde con el bienestar emotivo. Estas reducciones tienen su origen en una profunda incomprensión de lo que es la vida espiritual y llevan a ignorar que el desarrollo del hombre y de los pueblos depende también de las soluciones que se dan a los problemas de carácter espiritual. (…) El ser humano se desarrolla cuando crece espiritualmente, cuando su alma se conoce a sí misma y la verdad que Dios ha impreso germinalmente en ella, cuando dialoga consigo mismo y con su Creador. Lejos de Dios, el hombre está inquieto y se hace frágil. (…) No hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo” (CV, n 76). Sigue leyendo