Archivo de la categoría: Familia

Las relaciones esponsales, de paternidad, maternidad y filiación son el marco de amor donde se configura cada ser humano

Acerca del noviazgo

Por su interés -de caracter y permanencia universal y atemporal- se recogen aquí unas palabras del libro de María Hernández-Sampelayo Matos, de título «La educación del carácter», Editorial Umelia, Madrid 2007, páginas 65-67.

La autora trae a su libro palabras de la entrevista de una madre y abuela estadounidense llamada Judy y dice lo siguiente:

«Cuando un hombre o una mujer se plantean buscar una esposa y madre de sus hijos y lo mismo la mujer un buen esposo y padre para los hijos ¿en qué deben fijarse? Está claro que no solo en aspectos físicos de la pareja, sino en cuestiones mucho más profundas e importantes».

«Deben dedicar un tiempo a conocerse muy bien el uno al otro: lo que cada uno piensa respecto a la religión, los hijos, la forma de vida que quieren tener, dónde quieren vivir, qué opiniones tienen respecto a la política, … Si estas cuestiones no están claras antes del matrimonio, en el futuro puede haber muchos problemas».

Optimizar los recursos del amor

José Luis Font Nogués

¿Quién no ha contemplado o realizado la atención de una madre hacia su hijo de varios meses de edad, cuando requiere todas las atenciones? Esa madre goza, no sólo ríe o se divierte, no sólo se sorprende, sino que tiene dentro de sí una gran felicidad que procede de la íntima relación con su hijo que viene ya de meses atrás; no es una felicidad que la madre se proporciona a sí misma, sino que es un regalo, el don de la felicidad que le proporciona su relación con su hijo.

La persona es feliz cuando goza un don; al contrario, las cosas materiales se pueden poseer pero no dan el máximo gozo que la persona desea; sólo las cosas del espíritu hacen entrar en el ámbito de la máxima felicidad y la paz, la comprensión y el amor superan ampliamente los niveles de felicidad que puedan dar las cosas materiales. Se puede comprobar que la capacidad de resistencia humana es muy alta y, ya que en penuria se puede sobrevivir, merece la pena poner la mirada más en la órbita de lo espiritual que en la órbita de lo material.

Ambos tipos de recursos materiales y espirituales- se pueden optimizar, pero es más rentable hacerlo en el marco del cariño y dentro de las relaciones familiares y amistosas. Por ejemplo: dar los buenos días e inaugurar cada día con simpatía, dando aliento o esperanza a quienes nos rodean; tener una buena conversación mientras se come o cena interesándose por lo que acontece a los otros; proporcionar a otro lo que sabemos le gusta; ofrecerse para compartir con otro una actividad de su gusto con el peligro de suprimir la que uno preferiría llevar a cabo; acostumbrarse a ofrecer pequeños regalos en días de celebración o aniversarios que sean de poco valor material y de gran aportación personal por estar elaborado con nuestro arte, como puede ser una poesía, una pintura o una canción inolvidable; etc.

Los pocos gestos descritos en el párrafo anterior dan pie a pensar en multitud de actos en los que se entrega y regala la misma persona como un don, dejando muy en segundo plano la supuesta felicidad que pueda dar la posesión o disfrute de cosas materiales.

¿Por qué hacemos regalos?

José Luis Font Nogués

Si una persona ama a otra se inclina a actuar de manera que esa persona amada se sienta satisfecha en sus necesidades o en sus gustos y, a la vez, el amante es feliz en ese modo de hacer; amante y amado gozan en el instante de dar y recibir.

En ese mismo momento de la actuación o donación amorosa hay un crecimiento del conocimiento mutuo porque el amante ha pensado qué necesita el amado, lo que lleva consigo un mejor conocimiento de esa otra persona; al mismo tiempo, el amado descubre características o modos de proceder de su amado, así como –si se pudiera hablar así- la cantidad del amor con que es amado.

Por eso, cuando se hace algo o se da algo a la persona amada, antes ha habido necesidad de “leer dentro” de esa otra persona: ¿qué necesita?, ¿qué le viene bien?, ¿qué le gustaría?

El bien de un regalo

Por qué hacemos regalos

Esas son las razones por las que se regala. No es el regalo una compra de un artículo comercial que se realiza por la obligación social de una fecha o de un acontecimiento; son muchos los cumpleaños, aniversarios, bodas, fiestas de Navidad y otros eventos por los que todos se afanan en comprar algo teniendo como premisa innombrada que si no hacen un regalo en esa ocasión quedarán muy mal ante los demás, lo que tiene una complicación añadida si se piensa en la igualdad de precios de los regalos que me han hecho o los que harán otras personas.

El regalo es un don. Ese don, eso que se dona o entrega, es algo vacío si carece de un sentido de relación personal; es decir, ¿qué más me da que me regalen una preciada colonia si no me quieren? El regalo exige una mayor identificación entre amante y amado, una mayor conocimiento intelectual y afectivo.

Teniendo en cuenta que el amor es diverso en modalidades padres-hijos, esposa-esposo, entre hermanos, entre familiares, de amistad, de noviazgo, de conocidos, de compañeros de trabajo o de vecindad, etc., así es la razón del conocimiento de la otra persona y la forma de intimidad. Por tanto, en la misma forma será diversa la razón del amor, de la donación y del regalo. Pero siempre exige el regalo la entrega personal.

Atendiendo a lo material del regalo, ¿hay que comprar algo?, ¿es mejor elaborarlo?, ¿lo que convenga comprar ha de ser caro o equivalente a lo que de esa persona yo he recibido?, ¿la otra persona se saciará con una pequeña poesía como regalo? Todas esas preguntas y más que haya tienen una sola respuesta: sólo basta entregar como regalo aquello que dicte el amor y no la necesidad o el compromiso; por eso puede bastar para un buen regalo algo pobre elaborado manualmente por la persona amada y eso puede ser más preciado por el amante que una cosa necesaria o innecesaria adquirida en los comercios de una ciudad. No obstante, a veces es necesario –en casos de extrema necesidad- entregar como regalos materiales de primera necesidad y se hace en primera instancia por razones de solidaridad.

Lo que une no son las cosas sino el amor; las cosas se utilizan cuando son necesarias para el desarrollo de la vida y no enriquece a la persona el tener cada vez más sin saber para qué o cómo utilizarlas; en cambio el regalo que es símbolo del amor enriquece por dentro y fortalece la paternidad, la filiación, el noviazgo, la fraternidad, la amistad y el compañerismo porque no se entrega una cosa sino que se entrega –según la modalidad de relaciones personales- el amante al amado…  y ese modo de proceder ¡aunque lleve a pensar un poco puede ser más económico!

El amor abre horizontes

José Luis Font Nogués

La natural apertura que la persona tiene hacia los demás es una característica positiva sin la que no se puede desarrollar el curso de los días de una vida ni una pacífica convivencia con los demás.

La primera apertura del niño es una petición de ayuda y un conocimiento de su pequeño entorno. Al cabo de poco tiempo ese niño comienza a tomar iniciativas con respecto a los demás y dice con naturalidad “yo te quiero”. La autonomía que adquiere le hace relacionarse con otras personas en el juego y luego en los estudios primarios. Más tarde aquel niño ya va camino de la independencia para elegir las personas con quienes se trata.

La persona mayor ya es consciente de la necesidad de amar y de recibir amo, de saber amar con buena reciprocidad. Llegado a este punto la persona reflexiona en cierto grado sobre qué pueda ser el amor y en este proceso puede equivocarse inducido por los errores que presente el egoísmo: tanto menos amor cuanto mayor sea el egoísmo y viceversa.

A poco que acertemos en nuestras reflexiones nos daremos cuenta de que el amor nos hace buscar el bien de los demás y por ello deseamos arreglar lo mejor posible el mundo que nos rodea, para que todo se desarrolle en provecho de quienes amamos. Así: una madre arregla la casa para que la familia viva a gusto; cualquier miembro familiar deja todas sus cosas ordenadas y limpias para lograr la agradable convivencia; tratamos de gobernar las cosas y las situaciones de la mejor manera posible, no para nuestra satisfacción sino para provecho de los demás; estamos dispuestos a perdonar con paciencia, aunque lleve tiempo curar una herida o lograr una rectificación en el culpable y en el lesionado; nos ocupamos siempre de unir y evitamos la separación porque los vínculos del amor son realmente duraderos y estables; de esa permanencia resulta el bien de los que se aman; somos creativos de tal forma que las luces nuevas que yo aporto a los demás les hace felices y ellos usan mis brillantes o novedosas ideas o aportaciones para hacerse más y mejores personas.

La persona que se deja inundar de amor es progresivamente más creativa porque le interesa la felicidad del otro o de los otros y cualquier avance le parece poco con tal de ver conseguida esa felicidad, aunque esa creatividad es serena y llena de armonía vital. Esa persona que sabe amar es a la vez paciente porque sabe respetar la libertad de los demás, ama la libertad de los otros, a los otros los ama libres.

De esta manera, las relaciones humanas adquieren una riqueza que despiden fragancia, buen olor, perfume. Los amados se hacen fiables el uno para el otro, o los unos para los otros, porque saben que no habrá traiciones por parte de amado. Por extrapolación, el entorno de la persona que sabe amar es un lugar feliz y contribuye al bien de toda la sociedad.

Respeto en la familia: un himno de San Josemaría

Comunicación. III Simposio San Josemaría y la familia.
Jaén, 17-18.XI.2006

José Luis Font Nogués

En el año 1974 se celebraron en Brasil unos encuentros de miles de personas con San Josemaría. Un día son jóvenes los que van a verle y uno de ellos, situado muy cerca, le hace un comentario; en la respuesta San Josemaría establece unos razonamientos cortos, profundos, llenos de empatía y de intimidad, terminando a modo de remate con una consideración que le hace exclamar: ¡un alma cristiana es un alma de artista!. Esta escena quedó recogida en película y tras verla he reflexionado muchas veces sobre esa frase.

La celebración en Jaén del III Simposio sobre San Josemaría, que trata de la transmisión de la fe en la familia, me ha hecho encajar algunas piezas sobre el alma de artista de la persona y sobre la belleza de la familia. Sigue leyendo

Fundamento antropológico de la familia

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
EN LA CEREMONIA DE APERTURA DE LA ASAMBLEA ECLESIAL
DE LA DIÓCESIS DE ROMA

Lunes 6 de junio de 2005

Queridos hermanos y hermanas: 

He aceptado con mucho gusto la invitación a introducir con una reflexión mía esta asamblea diocesana, ante todo porque me brinda la posibilidad de encontrarme con vosotros, de tener un contacto directo con vosotros, y además porque puedo ayudaros a profundizar en el sentido y la finalidad del camino pastoral que la Iglesia de Roma está recorriendo.

Saludo con afecto a cada uno de vosotros, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, y en especial a vosotros, laicos y familias, que asumís conscientemente las tareas de compromiso y testimonio cristiano que tienen su raíz en el sacramento del bautismo y, para los casados, en el del matrimonio. Agradezco de corazón al cardenal vicario y a los esposos Luca y Adriana Pasquale las palabras que me han dirigido en nombre de todos vosotros.

Esta asamblea, y el año pastoral cuyas líneas fundamentales señalará, constituyen una nueva etapa del camino que la Iglesia de Roma ha emprendido, sobre la base del Sínodo diocesano, con la Misión ciudadana impulsada por nuestro muy querido Papa Juan Pablo II, como preparación para el gran jubileo del año 2000. En esa Misión todas las realidades de nuestra diócesis —parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos— se movilizaron, no sólo para una misión al pueblo de Roma, sino también para ser ellas mismas «pueblo de Dios en misión», poniendo en práctica la feliz expresión de Juan Pablo II:  «Parroquia, búscate a ti misma y encuéntrate fuera de ti misma», es decir, en los lugares donde la gente vive. Así, a lo largo de la Misión ciudadana, muchos miles de cristianos de Roma, en gran parte laicos, se convirtieron en misioneros y llevaron la palabra de la fe en primer lugar a las familias de los diversos barrios de la ciudad y, luego, a los diferentes ambientes de trabajo, a los hospitales, a las escuelas y a las universidades, a los ámbitos de la cultura y del tiempo libre.

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