Archivo por meses: febrero 2009

La Iliberis romana

José Luis Font Nogués

La política del impero romano hace unas divisiones territoriales. Una de ellas, en donde nos encontramos, en la cuenca del río Genil; la otra se divisa mirando desde aquí al oeste. Estas colonias romanas se ponen su centro en poblados que ya existían: Ilíberis (hoy Granada) e Ilurco (hoy Íllora). Los romanos fundan otras ciudades en centros poblacionales ya existentes: Basti (hoy Baza), Acci (hoy Guadix) y Sexi (hoy Almunécar), citada por el geógrafo griego Hecateo de Mileto en el siglo IV antes de Cristo.

Estamos pisando, por tanto, tierras de la Ilíberis romana. Vemos sobre la pequeña colina la ciudad romana con dos vías que se cruzan perpendicularmente en la zona que se le llama el foro. Hemos encontrado restos de la ciudad romana y la muralla que atraviesa mi solar, sobre el que ahora piso. Hay templos dedicados a los dioses que tienen historias parecidas a las de los humanos, llenas tanto de virtudes y perfecciones como de vicios y defectos; dioses de gran categoría presididos por Júpiter, padre de todos ellos, o de pequeños dioses lares o del hogar. Todo el lugar está impregnado de la cultura romana: en la ciencia, en las artes, en el comercio, en el lenguaje. Ahora las monedas acuñadas tienen las inscripciones latinas Iliber e Iliberi, algo parecidas a los nombres utilizados por Ptolomeo y Plinio para hablar de nuestra tierra, Iliberis y Iliberri, respectivamente (PF, 18).

Frente a nosotros y hacia el oeste, a unos diez kilómetros, y hacia el sur de una pequeña sierra, se ve ya otra población romana llamada Castilla que consta de mansiones, acueductos y cementerios.
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Bibliografía:

Pozo Felguera, Gabriel. Albayzín, solar de reyes. Colección Granada y sus barrios nº 1. Caja General de Ahorros de Granada-Obra Social. Ed Comares 1999

Educar solidaria a la persona

Antes de entrar en temas educativos, pensemos en esas reacciones humanas al oír noticias de grandes catástrofes lejanas, el movimiento humano más inmediato es el de apenarse o encoger el corazón por el dolor de otros seres que están sufriendo.

Pero hay otras miserias que no suceden por catástrofes ni son muy lejanas, sino que son ordinarias, de cada día, y cercanas. Y éstas son las que mejor nos pueden facilitar la asidua solidaridad y, por tanto, la virtud que debemos llevar a cabo y en las que debemos tener en cuenta en la tarea educativa. Así, veremos al otro hombre a quien consolar, ayudar o compadecerse, en nuestra propia familia, en el colegio, en el trabajo, en nuestro vecindario, en nuestra ciudad o en nuestro país. Todas las personas nos interesan para hacerles el bien, porque son hombres, porque son nuestros iguales, porque son semejantes a mí. ¿Se educa para ser solidario? Sigue leyendo