Archivo por días: 5 enero, 2010

03. Interrelación educador-educando

José Luis Font Nogués

Contemplando la figura del profesor-educador, éste ha de ser un constante descubridor de la verdad y un conocedor del hombre y de las circunstancias que le rodean; sólo desde esa atalaya podrá llevar a los alumnos hacia la apasionante tarea de descubrir la Verdad.

Sin embargo hay que reflexionar frecuentemente sobre algunos puntos y, especialmente, desde el punto de vista de la transmisión de la fe como Verdad: ¿A qué se dedica el educador? ¿En qué piensa? ¿Qué fuerzas emplea? ¿Lee en clase un texto, lo hace aprender? ¿Pretende enseñar fórmulas fijas, sólo catecismo, sólo el Compendio? ¿Se hace su propio catecismo? ¿Hace aprender los “cuadritos” o los “resúmenes” del texto? ¿Ilusiona a los alumnos? ¿Hace pensar?

Todos pensamos en que debe transmitir la fe: “En realidad, descubrir la belleza y la alegría de la fe es un camino que cada nueva generación debe recorrer por sí misma, porque en la fe está en juego todo lo que tenemos de más nuestro y de más íntimo, nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestra libertad, en una relación profundamente personal con el Señor, que actúa en nuestro interior. Pero la fe es también radicalmente acto y actitud comunitaria; es el «creemos» de la Iglesia.” (AF).

Al pensar en la fe nos situamos ante un don que da alegría recibir: ¿cómo se explica ese regalo a los demás?, ¿se explica?, ¿se lee?, ¿se hace aprender?, ¿se esquematiza?, ¿se somete a un examen? … ¡No!: La fe se agradece y se comparte. “Así pues, la alegría de la fe es una alegría que se ha de compartir: como afirma el apóstol san Juan, «lo que hemos visto y oído (el Verbo de la vida), os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. (…) Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo» (1 Jn 1, 3-4). Por eso, educar a las nuevas generaciones en la fe es una tarea grande y fundamental que atañe a toda la comunidad cristiana.” (AF).

La idea de que “atañe a toda la comunidad cristiana” quiere decir que está inserta en el proyecto educativo, que los padres y los profesores están implicados, que los ámbitos en los que se desenvuelves los educandos son adecuados aunque no envueltos al vacío. Por tanto, la transmisión de la fe excede el aula. Sigue leyendo