Archivo de la categoría: Encuentro poético de Bartolomé Llorens

El descubrimiento humano del amor eterno como agua viva que fluye tras el abandono del yo

Canción del agua viva

“… aquella eterna fonte.”
SAN JUAN DE LA CRUZ

Mi amor se desnudaba
a la orilla del agua,
a la orilla del cielo,
junto a la fuente clara.
¡La fuente de agua viva
secreta en la montaña!

– Mi amor se desnudaba
a la orilla del agua.

Dejó las limpias prendas
sobre las verdes ramas,
y deshojó las flores
que tejiera en guirnaldas.
Se olvidó de los pájaros
que en la umbría cantaban,
del rumor de las frondas,
del beso de las auras,
y en su puro desnudo
se contempló en las aguas.

– En su desnudo puro
junto a la fuente clara.

Su imagen intangible
de luminosa gracia,
vio esfumarse, fundirse,
entre la viva plata
de aquella eterna fuente
secreta en la montaña.

– Mi amor se reflejaba
en las ondas de plata.

Dejó mi amor la orilla
y se perdió en las aguas.
En su eterna corriente
murmura, fluye, canta,
onda entre vivas ondas,
luz entre luces altas,
¡cielo mismo en el cielo
que las aguas arrastran!

– Dejó mi amor la orilla
y en la corriente canta.

¡Oh fuente de agua viva
que en lo escondido mana!

– No volvió a la ribera
que su amor era el agua.

Bartolomé Llorens
Canción del agua viva

Presencia del Señor

Siento la voz divina de Tu boca
acariciar mi oído tiernamente,
Tu aliento embriagarme, y mi frente
la mano que ilumina cuanto toca.

Mi antiguo corazón de amarga roca
ha brotado divina, oculta fuente,
y una armonía dulce y sorprendente
a su celeste Amor, fiel me convoca.

La soledad, de la noche en que vivía,
el hondo desamparo y desconsuelo,
la triste esclavitud que me perdía,

son ahora presencia, luz sin velo,
son amor, son verdad, son alegría,
son libertad en Ti, Señor, ¡son cielo!

Bartolomé Llorens
Sonetos de amor divino

Noche

Mi antiguo corazón, sin voz ni vida,
¡con cuánta noche y soledad pelea!
Un viento misterioso de ala herida
besando gime el corazón que orea.

Oculta sangre del amor, huída,
por mis venas levanta su marea.
Hondo rumor de muerte enloquecida,
de vida oscura que mi amor desea…

Allá en la lejanía canta el cielo,
la montaña se yergue noble y pura,
la luz se eleva en un sereno vuelo…

Alzo mis tristes ojos a la altura
y te ofrezco, Señor, mi desconsuelo
desde esta noche de mi vida oscura.

Bartolomé Llorens
Sonetos de amor divino

Soledad llena

Oh clara soledad de estos instantes
en que nada me acosa ni atropella.
Noche de centinela; luna, estrella,
amor para mis sueños vigilantes.

Oh clara soledad, astros amantes
diamantes de la noche tersa y bella.
Oh vuelo del espíritu hacia aquella
profundidad de tiempos ya distantes.

Huida, fuga, vuelo enamorado
por los sumisos aires del recuerdo
para traer la vida a nuestro lado.

Gozosa soledad, que por ti muerdo
sobre la nueva pulpa del pasado
el dilatado amor en que me pierdo.

Bartolomé Llorens
Sonetos del destino

Grito

Solitario, desnudo, muerto grito,
último grito de mi entraña rota,
que al abrasar el aire, llama ignota,
frío quedó, buscando su infinito.

Burla el eco, sombra que repito,
inútilmente triste en su derrota,
muerta la voz que la vida me alborota,
por quererme nacer, nuevo apetito.

Grito mío, candente, el aire helado
que surcaste, cometa de mi entraña,
que tu amor, de tu ardor, quedó abrasado;

tus golpes socavaron la montaña,
los cielos y los mares se han domado
¡y tú no has muerto, grito de mi entraña!

Bartolomé Llorens
Sonetos del destino

La tierra (2)

Yo quisiera saber por qué esta tierra
tiene esa densidad deslumbradora,
por qué su gravedad me corrobora
contra mi etéreo amor, su abierta guerra.

No sé qué garra a su poder me aferra,
ni qué secreta música me implora
un odio o un amor que al darse ahora
con más ahínco aún, hondo me encierra.

Un extraño latido, un son inmenso,
sordo y tenaz, de entraña dolorida,
grito de amor sin luz y viento denso,

surca, rige, navega mi alma herida…
Y no puedo explicar por más que pienso
a qué oscura pasión cae mi vida.

Bartolomé Llorens
Sonetos del destino

Oda a una muchacha fea

Tú, detrás de esa carne que no quieren los hombres
bajo sus ojos fríos, despiadados o ausentes…
Tú, bajo de tu carne,
bajo de esa apariencia que a su forma te obliga…

Tú, que pasas llevando
tu vulgar cuerpo oscuro
sobre la claridad de soñadas sonrisas
que no abren para ti su promesa o milagro…
Ajena, nunca envuelta
por el ardiente resplandor de esas hondas miradas
que en lo profundo nacen
y misteriosas cruzan nuestras carnes de fiebre
para buscar los ojos donde hundirse y lograrse…

Tú, solitaria y triste,
que en la secreta selva de tus jóvenes años
sientes pasar varones de indiferencia mudos,
como erguidos deseos,
sedientos labios hondos
como pies crueles, insensibles y ciegos,
al lado de la flor humilde y breve que en la hierba se hundía…

Allá dentro palpitas
como una flor sin alba,
un leve mar que inútil
no encontrase su orilla,
una belleza triste a la que nadie mira,
ni su fuego presiente,
ni su dulce regazo…

Tu palidez de luna desvelada y amarga,
o el brillar de tus ojos
cuando yo te miré,
fueron, sí, más que anhelo,
pasión naciente o repentina vida…
Algo más me dijeron:
que estabas dentro siempre
bajo tu amarga carne que la belleza ignora…

Tú sentías tu cuerpo
como un puerto sin nadie
donde nunca arribaron
besos, manos, caricias…
Donde nunca el amor buscó destellos
o heridores combates
porque el varón no sabe cuán viva estás tú dentro…

Yo sentí tu mirada
como una corza tímida y esquiva
cuando en mis ojos comprobaste
tu angustia adivinada…

Bajo mis lentos ojos
te hundías en la noche de tu sino,
y en tu carne sentías
el pecado que mancha tu faz no bella, oscura,
silenciosa, apagada,
donde sólo tus ojos
eternamente dulces, tristes siempre,
son luz, belleza súbita…

Te sonreí… ¿Te acuerdas?
Una instantánea llama
te encendió hacia la vida;
desde dentro sentías mi corazón latiendo…

He amado hoy tu lejana,
serena, oscura sombra.
Las almas son más bellas
y en los ojos se encuentran.
Yo no sé. Pero mi alma
desolada y doliente,
y el alma que gemía, encerrada y cautiva
en aquel cuerpo tuyo,
acaso como nunca amase nadie,
acaso como nunca y para siempre,
se amaron un momento…

Yo no sé… Tú pasaste.
Cruelmente tu destino te empujaba sin tregua,
y a mí esa noche densa que me envuelve me ataba.

Te sonreí… ¿Te acuerdas?
Mi corazón también
–triste, ignorado, amargo-
halló vivo en tus ojos algo de su tristeza,
su soledad sin nombre,
su olvidado destino…

Bartolomé Llorens
Poemas amorosos

Amada adolescente (6)

Cómo me duele, cómo me destruye
el paso de tu vida fugitiva;
luminosa, fugaz corriente viva
que entre mis manos canta, y lenta fluye.

Ah, ese dulce fluir que no concluye
ni con él se me lleva a la deriva,
mientras crece mi angustia y se me aviva
un ansia de morirme en lo que huye.

Ay, si pudiera yo, si yo pudiera
detener tu latido presuroso
o anegarme en la luz de su corriente.

Como la inmóvil roca de la ribera
yo te veré pasar, y silencioso
veré cómo te pierdo, eternamente.

Bartolomé Llorens
Poemas amorosos

Amada adolescente (2)

¿Cómo te arribaré, cómo llegarte
puro, sin sombra, dulce hasta tu cielo,
cómo ocultar lo turbio de mi anhelo,
este denso latir que vas a buscarte?

¿Cómo poder quererte, cómo amarte
sin llevar hasta ti mi desconsuelo,
cómo prenderte a mi fatal desvelo
sin herirte, perderte o aniquilarte?

He de callar por siempre, he de morirme
en el tormento duro de quererte
y no querer que sepas que te quiero.

¡Poder, con este amor sin labio, hundirme
más allá de la vida y de la muerte
y más allá del sueño en el que muero!

Bartolomé Llorens
Poemas amorosos

Amada adolescente (1)

No cabe otro sufrir ni otro consuelo
que el despertar doliente y resignada
mendigar de tu amor una mirada,
a mi alma triste asida a triste suelo.

¡Cómo quisiera rauda, en raudo vuelo,
ascender al amor de tu morada
para rendir su fe enamorada
en ardiente coloquio, allá en tu cielo!

¡Cómo quisiera ardiente, aquí en la tierra
que fueras cuerpo y sangre, toda vida,
para moverte a alegre y dulce guerra!

Sólo queda el sufrir, sin una herida
en el robusto cuerpo, que se aferra
a perdurar sin muerte, en esta vida.

Bartolomé Llorens
Poemas amorosos

Brisa de amor

Brisa que el cielo de la mar envía
a iluminar mi corazón;
rumor sobre la sombra de mi frente,
secreta, dulce voz
por la que el sueño de la mar te quiso
para la noche de mi amor.

Espuma clara, leve
luz de las aguas como sol,
a quien jamás la mano enamorada
pudo ofrecer su apasionada flor,
ni los labios su beso delicado,
ni su latido el corazón.

Sobre la arena de mi pecho
laten las olas su rumor;
pero otras brisas y aguas, otros cielos
llevan mi vida en su canción…
Yo quedé para siempre –oh brisa, espuma-
con el silencio de mi amor.

Bartolomé Llorens
Poemas amorosos

Canción (1)

Canten las estrellas, canten
en esta noche encendida de amor.
Canten las estrellas
y brille el ruiseñor.
Ay, amor.
(Desnuda el agua en la fuente
oculta misteriosa su rubor.
El viento canta entre las ramas,
quema la luna en flor.
Ay, amor.)
Nunca el alba despierte,
la noche se apague, nos hiera el sol.
Cante mi pena entre tus brazos
en esta noche de amor.
Ay, amor.

Bartolomé Llorens
Poemas amorosos

Un amor eterno en el mundo de Bartolomé Llorens

En el libro “Secreta fuente” de la colección Adonais (1948) se reúnen poemas de Bartolomé Llorens, un hombre que murió joven después de haber captado en el mundo el amor y la eternidad.

Tanto en sus “Poemas amorosos” como en sus “Sonetos del destino” se detiene en lo humano del amor y en la angustia de lo terreno, que no son sino una preparación para el proceso de elevación por el que llega, en su “Canción del agua viva”, a una fuente que mana verdadero amor y la auténtica libertad.

El mencionado libro lo prologa su amigo Carlos Bousoño, que advierte: “Llevando a su extremo dos posiciones poéticas que la realidad suele ofrecernos entremezcladas, y presentando dos ideales tipos puros, diríamos que existe el poeta que canta el mundo, el universo, trasladando su diario afán a zonas intemporales, sin geografía ni biografía aparente; y que hay otro que nos cuenta ese mismo afán de su vida, sus pequeñas o grandes cosas, de un modo directo, sin apenas otra transformación que la necesaria para vestir de belleza el sentimiento desnudo”.

Son así sus iniciales “Poemas amorosos”: canción de amor en la presencia de las estrellas de la noche o la brisa que realza la pasión del amor, ese que se hace presente en la adolescente e incluso en la muchacha fea a la que es incapaz de dar verdadero amor. De ahí que Carlos Bousoño diga: “Poemas amorosos tenemos de Bartolomé Llorens, en los que el dolor nace al contemplar la pureza de la amada en contraposición a la impureza del amante”.

Ese amor surge desde el mundo y la persona que tiene alrededor. Los “Sonetos del destino” describen el asombro por la tierra a la que se aferra la vida y nos hace gritar o ser conscientes de nuestra soledad si sólo nos aferramos a lo material o e incomprensible.

Hay una inflexión poética al comenzar los “Sonetos de amor divino” en los que alza los ojos ya con una mirada trascendente que aprende a contemplar al Señor presente en el mundo y en él.

Llega a la cumbre poética en su “Canción del agua viva”, un poema de elevada mística porque al final de su vida Bartolomé Llorens alcanza cimas de gozosa serenidad que explica Bousoño: “Y es que la humana angustia del hombre ‘nacido para la muerte’ ha sido vencida ya. Ahora el poeta se ve inmortal: el corazón desgarrado descansa y la esperanza brilla”.

José Luis Font Nogués