El trabajo es una elaboración del hombre que requiere determinado esfuerzo y obtiene un resultado. Esa elaboración puede ser material o no, pero siempre necesita de la inteligencia y de ciertos conocimientos y habilidades, a la vez que pone en ejercicio o desarrolla hábitos de la persona.
La elaboración permite una transformación bella porque se obtiene un resultado adecuado: un escrito, un libro, un buen examen, un proyecto económico, una solución jurídica, una prenda de vestir, un edificio, etc.
Este es algo bueno para quien lo realiza, pero además es un bien social porque no queda en el sujeto trabajador; libro, prenda, edificio, medicina, proyecto, sentencia, etc. afectarán al entorno social del trabajador y pueden lograr una vida feliz, un desarrollo armónico o una convivencia pacífica.
Riñe el buen trabajo con la insatisfacción por trabajar. Realizar el trabajo ha de tener siempre a la vista un horizonte de belleza, el mirar a los fines buenos del trabajo, a pesar del esfuerzo que se ha de realizar para su eficiencia. Decía Antonio Gaudí: “Una de las cosas más bellas es el trabajo a gusto”, es decir, realizar gustosamente el trabajo, porque se tiene a la vista su alto valor, es algo de gran belleza y por lo cual se goza al realizarlo. Por el contrario, siguiendo también a Gaudí, “mal asunto cuando una ocupación se arrastra como trabajo forzado; compadezco a aquel que lo cumple por obligación”.
Todo trabajo, por pequeño o insignificante que sea, privado o público, familiar o profesional, de gran repercusión social o casi ignorado, es un gran bien, que gusta realizar, por el que manifestamos el don que regalamos a los demás –con remuneración o no- y capaz de expresar la belleza que hay en el interior de cada persona.