José Luis Font Nogués
La actitud de padres y profesores ante la tarea educativa puede tener distintos enfoques. Nos centramos en el marco de aquellas personas que le dan prioridad, con una dedicación importante, y están dispuestos a no escatimar esfuerzos para llevarla a cabo.
Situados en este marco, podemos captar que hay diferentes formas de afrontar este trabajo: con exceso de confianza en que todo saldrá adelante, con vehemencia por que todo lo que se refiere a la educación del hijo o alumno salga lo mejor posible, con un aire impositivo, con un aire de amistad, con un aire normativo o con un aire de cariño -que a su vez puede ser exigente o no-, con auténtica libertad, con autoritarismo o con liberalidad; y muchas más variaciones podemos encontrar sobre la misma buena intención de educar.
Entre los casos positivos o más acertados, la preocupación de muchos padres o profesores puede destacarse tanto que llegara a ponerse idílicamente como una superestructura, como una carpa que se desea perfecta, pero que no alberga nada en su interior, incluso pudiera olvidarse de lo que en esos años de niñez y adolescencia debe tener centrados: la enseñanza de los buenos hábitos y de los saberes humanos. Ello nos lleva a pensar en la conocida controversia entre instrucción o educación y no debemos olvidar a ninguna de las dos ni a su complementariedad. Sigue leyendo