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Alegría

Los acontecimientos buenos alegran a la persona; es el caso de un buen día, de un éxito profesional, del recibir un elogio o sentirse querido; pero no se asocia la alegría a únicas situaciones favorables porque la alegría no depende solo de lo externo físico, social o familiar. La alegría es algo interno que emana de una situación personal de goce consigo mismo y con el entorno.

La alegría superficial brota con facilidad de cualquier acontecimiento benéfico, simpático o gracioso que nos congratula; es de poca envergadura esa alegría en la vida de una persona. Es mucho mejor una alegría que tenga un contenido profundo, que se ajuste a la consecución de objetivos personales y, mucho mejor, al logro de la perfección personal. La primera alegría -más superficial- puede provocar fácilmente la risa, la segunda alegría -más profunda- puede ser compatible con la seriedad externa, que no es tristeza sino asentimiento de una verdad lograda.

La alegría es algo tan amplio y tiene tanta proyección que es posible incluso en situaciones de contrariedades, difíciles o adversas; ésto se explica porque la alegría buena no es la inminentemente relacionada con situaciones placenteras, sino que ve más allá de lo cercano y mira a los grandes ideales del proyecto personal.

Pero la óptima alegría es mucho más grande de lo que pueda sospecharse porque es capaz de reservar cualquier situación de frivolidad a causa de los defectos que puedan parecer «graciosos» -normalmente con una mal calificada gracia debida a la herida que se le hace a otra persona por su defecto o su incapacidad anormal- para volcar el cariño y gratuidad en el discurrir el tiempo y los días con otra persona acompañándole en su camino por la vida, siempre o en cualquier situación temporal breve.

Lo mejor de la alegría y lo que más positivamente le califica y le honra es que mana del amor, por ello ayuda, comparte, anima, goza, serena, acompaña, alienta en todo aquello que parece agradable y benéfico así como en lo que es o pueda parecer agrio, desagradable, contrario o penoso. La persona que sabe mirar con profundidad a la vida es siempre alegre.