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Personalidad madura

En tareas de educación, y personalmente también, es deseable logar que el educado o uno mismo sea una persona madura., lo que lleva consigo ejercitar la capacidad de integrar todo lo que afecta a la persona, es decir, tratar de entender y comprender lo que está pasando en un preciso momento; valga como ejemplo el sufrir una contrariedad y saber entenderla como tal, pero en vez de enfadarse o apenarse, lograr aceptarla, tratar de salir de ella y sacarle el mayor provecho posible para salir espiritualmente enriquecida la persona.

Esto supone saber tener un cierto control de cuanto sucede, pensar cómo se puede actuar en ese momento para no reaccionar de modo indebido o desagradable; en definitiva, en un momento determinado -podemos seguir con el ejemplo de la contrariedad venida en un instante- hemos de preguntarnos cuál es la mejor manera de solucionar el asunto.

Por último, llega el momento de adoptar una conducta determinada para actuar en la mejor manera posible. Como se ve, este proceso de madurez es un resultado de ser una persona prudente; al contrario, una persona que no se conforma con la realidad que viene sino que entra en neurosis, no es madura porque no sabe hacerse con las diversas situaciones que la vida ofrece.

La vida, momento a momento, requiere de ese equilibrio que da la prudencia y la integración de diversos aspectos para vivir en armonía con la naturaleza, con uno mismo y con las personas.