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El lirio, icono de la pureza de la Virgen María

“Como el lirio entre espinas, así es María entre las hijas de Sión. En efecto, ella aventaja a todas por su incomparable pureza. “Muchas de entre ellas acumularon riquezas; pero tú has aventajado a todas” (Proverbios 31, 29). Muchas han seguido a María en el sendero puro de la virginidad, muchas han adquirido la blancura del lirio, pero entre ellas no hay ninguna que no haya tenido que decir de sí misma: “He sido engendrada en la iniquidad, y mi madre me concibió en el pecado” (Salmo 50, 7). Sólo María es Inmaculada en su concepción, Inmaculada en su maternidad divina, Inmaculada en su vida y en su muerte. Como el lirio entre las espinas, así es María entre las hijas de Sión.

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Si el ángel que anuncia el misterio de la Encarnación se dirige a María, no me admira: ella es la Virgen por excelencia, missus est angelus… ad virginem (Lucas 2, 26). Si al cumplirse este misterio el mismo Dios contempla con amor la humildad de su sierva, tampoco me sorprende: María es como el lirio en el fondo del valle, lilium convallium (Cantar de los Cantares 2, 1). Y si después la muerte, a la que nada se resiste, no tiene poder alguno sobre María, lo comprendo también. Ella es el tronco y como la raíz de esta generación casta y gloriosa, de la que se ha dicho que triunfa coronada con inmortal diadema (Cfr. Sabiduría 4, 2).

María es el lirio por excelencia. Jesucristo dice, hablando del lirio de los campos, que es más resplandeciente que Salomón en su gloria. Y más preferible que el lirio de los campos es el lirio del cielo: María.”

Roullet, Francisco Alejandro (Monseñor de la Bouillerie). Meditaciones sobre la Eucaristía. Ed. Cuadernos de la tarde. Sevilla 2007, pp 157-158