José Luis Font Nogués
Pasó la época de entender que el prójimo era únicamente el de la misma ciudad, del mismo país o cultura. El fenómeno de la globalización, de la mano de las comunicaciones, ha acercado los extremos del planeta y por prójimo seguimos entendiendo el que está más próximo a mi, aquel al que yo pueda ayudar, pero, más aún, sin límites ni fronteras.

Velazquez muestra una escena solidaria universal en el espacio y en el tiempo
Al alcance de las noticias están los movimientos migratorios que se resuelven con mayor o menor fortuna. Tenemos acceso a la ayuda a través de dinero, ropa, alimentos, organizaciones mundiales o numerosísimas organizaciones no gubernamentales de ayuda y asistencia. Podemos actuar, pero cada día y más de cerca, ¿con quién me solidarizo? Y, en el tema que nos ocupa, ¿cómo puedo educar estas actitudes solidarias? Nos podemos solidarizar con todos aquellos que sufren cualquier necesidad material o afectiva, desde el inicio hasta el final de la vida.
Todas las edades de la persona están sujetas a solidaridad. La infancia está muy necesitada de ayuda ya sea por requerir servicios mínimos por discapacidad, pobreza, o escolarización; los enfermos, en su propia casa o en hospitales, necesitan la atención de todos; todos los que sufren alguna deficiencia, los pobres y los marginados necesitan resolver necesidades básicas para vivir dignamente; los que viven en soledad, ya sean ricos o pobres, necesitan compañía que les aporte consuelo y felicidad; la tercera edad necesita el premio de la gratitud por el bien que ha hecho durante su vida y puede ser que agradezcan más un poco de alegría y atención; los que se acercan hacia la muerte necesitan ayuda para encarar bien ese difícil trance. Sigue leyendo
Debe estar conectado para enviar un comentario.