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Educar en lo bueno

La ilusión es algo necesario para educar ya que nadie de cualquier edad puede desear algo que no le guste y no lo vea como algo magnífico a realizar, por eso la papilla para un niño pequeño se convierte en un avión que aterriza en la boca, así el niño se divierte y cumple con su función esencial de alimentarse. Igual pasa a cualquier edad, si algo no es hasta divertido no se toma con interés

Sería desafortunado considerar los “deberes” que se han de realizar a lo largo de la vida como uno simples -a veces ingratos- deberes; es más deseable que todo aquello que en realidad hay que llevar a cabo -como el comer del niño- nazca como una convicción interior, algo en lo que se toma la iniciativa de forma voluntaria porque se es consciente que incide en la perfección propia, que es algo bueno. Así descartamos el cumplimiento por mandato, que puede ser desagradable, ¡qué sería del niño que solo comiera por mandato y no por jugar al avión que llega con algo que tiene buen sabor!

Supongamos que el niño que toma su papilla ha crecido y ya es autónomo para comer. Sus buenos padres pasarán a razonar con él para que coma bien, tranquilo y de modo limpio porque conviene a la buena digestión, a la higiene y a la reunión familiar agradable; en ese proceso el niño que había jugado al avión para comer y ya es mayor aprenderá a usar los alimentos y también aprenderá a ser respetuoso con las personas a la hora de comer.

Siguiendo con ejemplos de alimentación, el niño así educado crecerá y en un día de adolescencia o juventud se le puede ocurrir comprar un bocadillo en un supermercado, pero -si es que tiene mucha hambre- no se le ocurrirá tirar el envoltorio al suelo de la calle para comer y saciar su hambre. Ha sucedido que la buena toma de la papilla y los cuidados de la forma de comer ya ha dado como resultado un valor añadido, el de la ciudadanía, el de respetar la ciudad, o el poder pasar un rato agradable con amigos cuando la comida pasa a ser una forma de relación amistosa.

Lo bueno no se impone, sino que se fomenta, se induce, se motiva, se ilusiona. No obstante, para la persona no es el máximo objetivo el modo en que se come sino una necesidad de subsistir o de crecer o de mantenerse -una necesidad elemental- que lo eleva a un nivel superior por su capacidad racional y relacional. Por eso el hecho de comer con modos adecuados no solo es bueno en sí mismo, sino que es bueno en orden a algo superior como es la buena asimilación de alimentos y, mucho más, es bueno por poder compartir con amabilidad ese rato de expansión.

Como en las fábulas, todo tiene su moraleja: no busquemos con ansiedad un bien parcial de orden inferior o necesidad primaria, deseemos los bienes de orden elevado que perfeccionan a la persona; no los busquemos con ansiedad sino con la confianza y la esperanza de ser bueno para todos

Siguiendo con ejemplos de alimentación, el niño así educado crecerá y en un día de adolescencia o juventud se le puede ocurrir comprar un bocadillo en un supermercado, pero -si es que tiene mucha hambre- no se le ocurrirá tirar el envoltorio al suelo de la calle para comer y saciar su hambre. Ha sucedido que la buena toma de la papilla y los cuidados de la forma de comer ya ha dado como resultado un valor añadido, el de la ciudadanía, el de respetar la ciudad, o el poder pasar un rato agradable con amigos cuando la comida pasa a ser una forma de relación amistosa.