La comprensión y sus límites

La estructura propia del ser humano le hace sociable; desde un estudio de carácter negativo, no podemos entenderle como solitario y en el grado de perfección de los vivientes tenemos ejemplos de seres sociables de menores capacidades que los humanos, por ejemplo el caso de las hacendosas y trabajadoras hormigas, el otro caso de las aves que organizan sus nidos y atención a sus crías o los animales que se agrupan en manadas.

Pero el humano es mucho mayor que todas las demás especies, es más grande, tiene más capacidades, percibe con mayor profundidad, expresa sus sentimientos, organiza con su palabra.

Al aspecto relacional hay que añadir a cada persona algo que solo el género humano tiene en posesión: amar. Aunque se puede estudiar y sacar conclusiones de qué pueda ser el amor, todos entendemos que amar es conocer, comprender, ayudar, procurar que la otra persona -y todas- sea feliz. Amar y hacer bien a una persona lleva a percibir fácilmente sus buenas capacidades y sus buenas acciones a la vez de no tener en cuenta sus defectos y errores porque se estima y se desea que logre autoperfeccionarse. El que ama se entrega a la persona amada en sus diversas facetas de relación: hijo, padre, amigo, esposo, esposa, familiar, compañero de trabajo, novio o novia, vecino, transeúnte necesitado, etc.

No obstante, el otro no debe ser pasivo y, aún menos perezoso ni malintencionado; por eso será un gran bien que se ponga en marcha para lograr el bien más por sí solo que mediante ayudas de otras personas que dicen amarle. Es más, quizá pueda suponer un daño ayudar tanto que se suplante la personalidad del otro, o se comprenda sus defectos y se perdone tanto sus errores que se le consolide en conductas indebidas no conformes al ideal de persona.

Una expresión popular dice que si alguien tiene hambre no se le de un pez sino que es mejor enseñarle a pescar; alguien puede compadecerse del hambriento y darle el pez como remedio inmediato, pero así el hambriento volverá a padecer hambre. Puede parecer poco comprensivo, nada misericordioso e incluso cruel el hecho de no darle un pez y entretenerse en enseñarle a pescar cuando esté claro que se ha de resolver un problema inmediato de hambre, pero resulta más rentable darle una clase de pesca, más rentable en el orden de situar al otro en la verdad de forma permanente. A la persona más dada a considerar la lástima en el otro le dará pena que no se de un pez de inmediato, pero ha de entender que enseñarle a pescar es más duradero.

En consecuencia, ¿hay que ser duro e intransigente, casi inhumano, ante una desgracia ajena?, ¿no hay que dar limosna al mendigo o consolar al triste o acompañar al solitario? Hay una respuesta que parece querer salirse del juego: depende. Si nos tropezamos con dos mendigos en el que uno declara a otro -es un caso real- que acuden a lugares donde se da comida y enseres, pero que no coge de todo porque no le gusta, entonces ayudar mucho a este “depende” de si se considera oportuno o no; y liberar de una cárcel al castigado por una culpa demasiado importante es cuestión de mucho estudio en previsión de que al salir no vaya a reincidir.

Llegamos al punto importante que limita la comprensión: ¿hasta qué punto he de ser comprensivo, solidario, bondadoso, compasivo y solidario? ¿Hasta qué punto se ha de ser comprensivo?, ¿siempre?, ¿debe haber un límite?, ¿hay algún momento o alguna razón por la que la comprensión ha de ser suspendida y trazar una barrera que no se deba traspasar? Parece que esas preguntas tienen una doble respuesta: a) sí se debe ser comprensivo, cariñoso y solidario siempre y con cualquier persona; b) el límite o la suspensión de la comprensión -solo a efectos prácticos- se debe dar cuando queriendo el bien de esa persona se le quiere exigir un esfuerzo que solo ella puede y debe hacer por sí misma.

Sirvan como últimas iluminaciones algunos ejemplos: al niño pequeño se le lanza andar, aún con peligro de que se pueda caer, bajo la atención amorosa de sus padres; al caballo (no importa la comparación porque somos animales racionales) se le castiga para que corra o se le obliga a saltar un obstáculo con el que tropezó en beneficio de que no se vuelva inservible; al que burla la ley se le enjuicia y sanciona; al niño perezoso se le razona o se toman algunas medidas para que estudie y se forje fuerte o incluso sabio.

Es decir, hay que comprender -y la buena tendencia es tendiendo a la infinita comprensión- aunque también hay que exigir y, sobre todo, proporcionar herramientas para triunfar como persona aunque duela la exigencia, una exigencia que será muy buena dentro del marco del amor y la comprensión porque lo mejor no es la comprensión sino que la otra persona se sitúe en el bien, en la verdad, en el amor, en el buen hacer, de forma que la felicidad personal será poder ver que el otro a quien se ama ha alcanzado libremente su felicidad.

Dialogar con razones adecuadas

A veces observamos diálogos públicos en reuniones de diverso tipo. Los reunidos son guiados por alguien a quien se le ha otorgado el cargo de la dirección y lleva un orden determinado para desarrollar el diálogo y las intervenciones. Es bastante frecuente o suele suceder casi siempre- que se inicie todo con templanza, pero en algún momento suele pasar que se exasperan los ánimos y se levanta la voz. Es el punto en que alguien no razona con tranquilidad sino que es llevado por la impaciencia, la ofuscación o -todo puede ser- por cierto interés desafortunado.

Es necesario conservar siempre la estabilidad emocional que es guiada por los principios adecuados y oportunos que llevan a conseguir unos objetivos en coherencia con lo que se persigue en la reunión. Se han de eliminar los juicios irreflexivos, atrevidos o no ratificados ni comprobados. Es decir, hay que usar de la inteligencia bien educada.

La serenidad ha de llevar a conversar en un tono agradable para los demás. Se han de tratar, diagnosticar y resolver asuntos de envergadura, pero nunca cuestiones de orden personal porque es seguro que el carácter o porte de una persona no sera motivo de una reunión de trabajo, a no ser que se tratara de acciones con comprobado efecto positivo para aplaudir o negativo para corregir dentro de la legalidad. Toda persona ha de ser respetada en todo momento. Es decir, hay que usar de la voluntad bien educada y ordenada al bien.

En cualquier caso, una reunión de trabajo es una reunión de personas en la que se ha de procurar el bien de todos a través de las conclusiones operativas que se hayan concluido.

Fin de los visigodos: Castilia, Garnata e Ilíberis

En el año 622 comienza en la llamada Hégira y Mahoma se lanza a la conquista del mundo para Alá y en nombre de Alá.

En el año 672 muere el rey Recesvinto.

Hacia este tiempo tenemos tres poblaciones muy cercanas: en primer lugar esta que piso de Iliberis, en segundo lugar la Garnata al-yahud de los judíos alzada sobre la colina frontera de la Alcazaba de Ilíberis que está separada de la Alcazaba Cadima por el río Darro, en tercer lugar la Castilla de origen ibérico o romano que vemos enfrente. En cualquier caso, los visigodos han seguido fortificando las murallas y se han ocupado de las comunicaciones.

Por esas fechas el rey visigodo Witiza tiene dificultades con el noble Roderico y los musulmanes del norte de África llegan en ayuda del rey godo. En el año 711 Tarik cruza el estrecho que nos separa de África y gana una batalla en Guadalete. Tarik y los suyos son más activos que los godos peninsulares y esparce su llamada islámica por la península; en tres años se han apoderado de toda la península a excepción de la franja del Cantábrico. Los jefes invasores son árabes, pero la tropa está compuesta por bereberes del norte de África.

Tarik ha conquistado Écija y después somete Ilíberis. Los judíos de Garnata al-yahud han ayudado a los musulmanes por su odio a los cristianos visigodos. La sumisión de Iliberis dura poco y en el 713 los judíos piden ayuda a Muza, quien envía a su hijo ‘Abd al-‘Aziz, que por fin somete a Iliberis y la llama Ilbira que será la capital. Se derriba primitiva Alcazaba para imposibilitar la resistencia de los nativos y en Castilla se establece el cuartel general dependiente de Damasco. En Castilla se construye la mezquita para los habitantes de toda la vega y también de Garnata y de Iliberis, que queda reducida a un lugar secundario desde ahora.

Pero Castilia es un lugar más bien agrícola y mal dotado por la naturaleza para la defensa. Por eso los musulmanes vuelven a fijarse en la antigua capital sobre la colina; su emplazamiento y sus defensas ofrecen mayores garantías.

Los visigodos son llamados a su fin y en Córdoba se instalará un gran califato. Poco a poco va entrando la cultura islámica entre los pobladores; la ciudad ilibérica pasa a ser la Alcazaba Cadima. La Alcazaba se situaba sobre la ciudad romana, en la parte más alta y llana de la colina y se amuralló valiéndose de elementos previos de otras civilizaciones.

Ilíberis de bárbaros, bizantinos y visigodos

Pasa el tiempo y el esplendor romano se torna decadencia. Unos extranjeros ayudan a los ejércitos pero al paso del tiempo van tomando decisiones y tierras. Hoy les llamamos genéricamente con el nombre de bárbaros. Hacia el año 419, vándalos, silingos y alanos pasean por esta tierra y luchan entre ellos hasta que un caudillo, Walia, logra la paz. Más tarde se expulsa de aquí a los silingos y a los alanos para someter toda la comarca al emperador Honorio. En el año 421 nos dominan los vándalos hasta que el rey Leovigildo logra dominar Andalucía para su imperio visigodo. Romanos y vándalos son desterrados por los godos; ahora la Bética romana es dividida en dos regiones: Hispalis, en la parte occidental y Bética, en la parte oriental. Esta división dura hasta el siglo VIII.

En el siglo VI hay una corta dominación bizantina, entre los años 552 y 554, porque han llegado a la parte oriental de la península ibérica; luego continúan de nuevo los visigodos. Se construyen casas… nueva cultura…. Los capiteles y columnas serán acarreadas luego por los nazaritas para sus palacios, baños, etc.

La destrucción de Jerusalén esparce a los judíos una vez que se derrumba el Templo en el año 70. Dicen que llegan tapiceros…. En esta zona geográfica se han asentado al lado sur de la colina que tenemos enfrente. Se le conoce como Garnatha Alyejud y se sitúa a la caída de las actuales Torres Bermejas.

El nombre de nuestra ciudad aparece en monedas y medallas de los reyes visigodos Recaredo, Viterio, Gundemaro, Sisebuto, Suintila, Chintila, Egica y Witerico; los nombres con que aparece son: “Liberi pius”, “Pius Eliberri” y “Pius Eliber”. Estos mismos nombres aparecen en otros documentos de la época y, en especial, en los concilios de Toledo y Sevilla. A estos concilios asisten algunos de nuestrosa obispos: Stephanus acude al Concilio III de Toledo, Etherius va al Concilio IV de Toledo, Ala está presente en el Concilio VII de Toledo, Arribado en el Concilio XII de Toledo y Centurias acude al Concilio XVI de Toledo .

Entre los años 594 y 607 se consagran tres iglesias cristianas costeadas por el noble godo Gudila, dedicadas a San Esteban, San Vicente Mártir y San Juan. También existe otra muy importante en el campo del Triunfo . Entre las obras públicas, se construye el puente sobre el río Cubillas a la altura de Pinos.

El tesoro de la amistad

Las grandes hazañas, las grandes tragedias, las grandes maneras de vivir, se recogieron y nos han llegado desde las tragedias griegas y en toda la literatura clásica antigua, como es el caso de Sócrates, Platón, Aristóteles y otros muchos.

La amistad es una de las grandes hazañas que es posible vivir entre las personas y el Beato Elredo de Rieval –un abad cisterciense inglés (1110-1167)- ve en ella un motor humanizador conforme a cuatro elementos básicos: la dilección, el afecto, la confianza y la elegancia. Así lo expresa en su libro “De spiritali amicitia iii. 51”: «La dilección se expresa con los favores dictados por la benevolencia; el afecto, con aquel deleite que nace en lo más íntimo de nosotros mismos; la confianza, con la manifestación, sin temor ni sospecha, de todos los secretos y pensamientos; la elegancia, con la compartición delicada y amable de todos los acontecimientos de la vida —los dichosos y los tristes—, de todos nuestros propósitos —los nocivos y los útiles—, y de todo el que podemos enseñar o aprender».

Elredo, en el tratado “Sobre la amistad espiritual” / Libro 3: PL 195, 692-693, detalla más aún con el caso práctico de la amistad de Jonatán y David recogido de la Biblia:

Jonatán, aquel excelente joven, sin atender a su estirpe regia y a su futura sucesión en el trono, hizo un pacto con David y, equiparando el siervo al Señor, precisamente cuando huía de su padre, cuando estaba escondido en el desierto, cuando estaba condenado a muerte, destinado a la ejecución, lo antepuso a sí mismo, abajándose a sí mismo y ensalzándolo a él: Tú -le dice-serás el rey, y yo seré tu segundo.

¡Oh preclarísimo espejo de amistad verdadera! ¡Cosa admirable! El rey estaba enfurecido con su siervo y concitaba contra él a todo el país, como a un rival de su reino; asesina a los sacerdotes, basándose en la sola sospecha de traición; inspecciona los bosques, busca por los valles, asedia con su ejército los montes y peñascos, todos se
comprometen a vengar la indignación regia; sólo Jonatán, el único que podía tener algún motivo de envidia, juzgó que tenía que oponerse a su padre y ayudar a su amigo, aconsejarlo en tan gran adversidad y, prefiriendo la amistad al reino, le dice: Tú serás el rey, y yo seré tu segundo.

Y fíjate cómo el padre de este adolescente lo provocaba a envidia contra su amigo, agobiándolo con reproches, atemorizándolo con amenazas, recordándole que se vería despojado del reino y privado de los honores. Y, habiendo pronunciado Saúl sentencia de muerte contra David, Jonatán no traicionó asu amigo. ¿Por qué va a morir David? ¿Qué ha hecho? Él se jugó la vida cuando mató al filisteo; bien que te alegraste al verlo. ¿Por qué ha de morir? El rey, fuera de sí al oír estas palabras, intenta clavar a Jonatán en la pared con su lanza llenándolo además de improperios: ¡Hijo de perdida -le dice-; ya sabía yo que estabas confabulado con él, para vergüenza tuya y de tu madre!

Y, a continuación, vomita todo el veneno que llevaba dentro, intentando salpicar con él el pecho del joven, añadiendo aquellas palabras capaces de incitar su ambición, de fomentar su envidia, de provocar su emulación y su amargor: Mientras el hijo de Jesé esté vivo sobre la tierra, tu reino no estará seguro.

¿A quién no hubieran impresionado estas palabras? ¿A quién no le hubiesen provocado a envidia? Dichas a cualquier otro, estas palabras hubiesen corrompido, disminuido y hecho olvidar el amor, la benevolencia y la amistad. Pero aquel joven, lleno de amor, no cejó en su amistad, y permaneció fuerte ante las amenazas, paciente ante las injurias, despreciando, por su amistad, el reino, olvidándose de los honores, pero no de su benevolencia. Tú -dice-serás el rey, y yo seré tu segundo.

Ésta es la verdadera, la perfecta, la estable y constante amistad: la que no se deja corromper por la envidia; la que no se enfría por las sospechas; la que no se disuelve por la ambición; la que, puesta a prueba de esta manera, no cede; la que, a pesar de tantos golpes, no cae; la que, batida por tantas injurias, se muestra inflexible; la que provocada por tantos ultrajes, permanece inmóvil. Anda, pues, haz tú lo mismo”.

Por eso, la amistad verdadera es perfecta y constante, el amigo fiel es un refugio seguro, un tesoro.

De la Belleza y de la Estética

Estamos acostumbrados a etiquetar como bellos a acontecimientos o eventos o cosas de arte, como por ejemplo una pintura o escultura; también a paisajes o una música de nuestro agrado; incluso una situación de relaciones familiares o sociales la podemos calificar de bella; hablamos de una poesía o una obra de teatro o una película bella; también de una persona o de una conducta bella. Y es que la belleza es algo que pertenece a la realidad de las cosas físicas y espirituales.

Aunque la persona que contempla advierte subjetivamente que algo le gusta, la belleza es algo que está en lo real, no es una invención subjetiva. Así, por ejemplo, la concha espiral del nautilo cumple con una proporción llamada “áurea” que se dice bella, que proporciona al que la ve una sensación de belleza. Es decir, la belleza está en el nautilo y a la vez en el nautilo y sus medidas se advierte bello en el interior de quien lo contempla. Por eso el observador puede decir que le gusta el nautilo.

No solo es la medida, como es la proporción matemática llamada “áurea” lo que provoca la sensación de belleza. La música –que también tiene inmersa proporciones matemáticas- ofrece la particularidad de crear un ambiente en el momento en que se oye y puede provocar sensaciones de belleza y de emociones. Pero la música no solo es emoción porque tiene dentro de sí, en su partitura, razones objetivas de proporciones bellas.

Por tanto, hay razones objetivas en la realidad de las cosas que hacen la cosa bella, pero también quien contempla esa cosa es capaz de recrear algo en su interior por lo que considera bella la cosa. La proporción considerada bella está en la escultura, pintura, arquitectura, paisaje, vegetal, estructura corpórea o música, pero la belleza no se queda en lo exterior sino que surge en el interior del contemplador de tal forma que al ver u oír lo que consideramos obra de arte la persona experimenta claridad, entusiasmo, pulcritud, novedad, bondad, belleza.

Encontramos primariamente que la cosa real tiene unas proporciones bellas que llama la atención hacia el exterior, por eso la persona que contempla aplica su conocimiento y es entonces cuando advierte la bondad apetecible de la cosa armonizada con esas proporciones. El contemplador declara en ese momento que la cosa es bella. En cierto modo, la cosa proporcionada y armonizada irradia y expresa algo que el contemplador advierte como bueno y apetecible. Al darse esas condiciones mutuamente correlacionadas decimos que hay belleza.

Cuando hablamos de estética nos referimos no exactamente a lo bello, sino a la influencia de lo bello en la intuición sensible o emotiva del contemplador, quien advierte al ver algo que eso le agrada o le desagrada. Esta experiencia puede dar origen a diversidad de sentimientos, emociones, valoraciones del nivel de agrado, diferentes percepciones de las cosas.

Algunos hablan de una percepción estética como encarnación de lo ideal, otros proponen cánones de lo estético y otras dejan la estética al arbitrio del gusto que puede cambiar en cada época, de hecho en el siglo XX se habla de una antiestética de tal forma que lo feo se admite como bello o expresión artística tal como nos lo muestra “El grito” de Munch. También cabe considerar la estética desde el punto de vista de la emoción que produce el objeto sobre la persona o bien desde el punto de vista intelectual aprehendiendo la esencia de la cosa que llamamos bella.

Un caso particular es la belleza y estética musical ya que, como se ha referido anteriormente, hay una elaboración de la partitura en la que se usan consonancias, disonancias, notas tónicas o dominantes, tiempos, temas de los movimientos de una sonata, repeticiones, conjunción de instrumentos y de ellos con voces solistas o corales, todo ello más bien en la música clásica. En el orden de una música contemporánea se da más la improvisación.

Concluimos que la estética procede etimológicamente de sensación o percepción y estudia filosóficamente el sentimiento y su manifestación, que es el arte. Para el que contempla viene a ser la emoción producida por la obra de arte, para el científico es el estudio del arte.

Tradicionalmente se ha considerado que el ser es verdadero, bueno y bello; por ser verdad es bello y por eso apetecible. En este sentido, Dostoyevski decía que “la belleza salvará al mundo”. Pero con esto choca el feísmo que ha nacido en los últimos tiempos y surgido de una consideración estética relativista y subjetivista.

A lo largo de la historia, en pintura, escultura y arquitectura podemos encontrar algo perfectísimo como el Partenón o una Venus y también encontramos cosas crueles como el Lacoonte o los desastres de una guerra en Goya. Hoy también se realizan obras “de arte” que son de tipo denuncia o de muestreo de realidades lamentables; ¿es eso belleza o arte? Se ha de tener en cuenta que lo feo es reflejo de lo zafio, de la nada o del absurdo y lo suelen mostrar personas en disconformidad con algo dado; al contrario, hay cosas objetivamente bellas y su percepción estética hace gozar porque el sujeto que contempla se siente transportado a algo deseable y bueno.

No es exclusivo de un estilo o época el canon de la belleza puesto que tan bello es el arte egipcio como el griego o el gótico o el renacimiento o el barroco o los colores abstractos de Kandinski y Rothko o la arquitectura de Bernini o Alvar Aalto, o la poesía de Lope de Vega o de José Hierro, o el cine de Kurosawa o de Spielberg.

Se puede decir que lo objetivamente bello es admirable y que si el arte muestra algo en sí mismo feo, eso llama a la belleza si tiene algo que lo trasciende hacia lo bello.

Peine de los Vientos

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José Luis Font Nogués

Admiración ante la naturaleza
y escultura de Eduardo Chillida

 

Ruptura en la existencia
Espera en silencio
Soles y cometas
Nubes y lunas y estrellas
Que pasan ante ti.

Sosiego y zozobra
Agua y viento
Día y noche
Frío y calor
Angustia y tristeza
Al embate de la mar.

Resistes en tu armadura
Paciente guerrero
Que inspiras siempre
Contra olas y vientos
Rugiente susurrar.

Soy menos que gota
De esa agua que modelas
Para hacerla renacer
Peinando fuertes olas
En apariencia furiosas
Que sabes embellecer.

Poso ortos y ocasos
Para empaparme a tu lado
De tu alegre espuma
Vida de cielo y de tierra y de mar.

Es quietud tu batalla
Estás siempre a la espera
Mas nada te daña
Que sabes peinar con tus dientes
La osadía de la mar.

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Decir de las cosas conforme a la verdad

«Esto hace la gente muy a menudo: vestir las cosas con el ropaje que le parece para que las tengan por lo que no son. A los vicios los cubre con aspecto de virtud; a la charlatanería la viste de sabiduría; a la grosería la viste de libertad; a la venganza la llama fortaleza y valor. En cambio arropa las virtudes con ropas muy distintas: al pudor le llama mojigatería; a la modestia la viste llamándola cortedad; a la devoción le pone hipocresía; y a la verdad la viste de tontería y locura. Para poder hacer esto tiene siempre a mano todo tipo de vestidos, es decir, de razones, con las que dar a cada cosa el color y el aspecto que le parece».

(Luis de la Palma, 1560-1641)

Preparar la esperanza

Esperar, ¡bella palabra! Esperamos la llegada del amigo, del padre, de la esposa, de la persona querida. Esperamos un éxito profesional. Esperamos una situación de bienestar. Esperamos una paz en el alma. Esperamos el descanso tras el intenso trabajo.

La esperanza hay que trabajarla porque no llega sola como una lluvia del cielo en la que no tenemos parte. Aquello que espero ha de ser elaborado poco a poco, lo que supone una idea, una preparación unos medios, unos elementos, unas acciones y un deseo bueno que lo inunda todo. Si los requisitos son útiles, quizá al final llegue el resultado. Mientras tanto se ha tenido la esperanza de alcanzar ese resultado, pero eso no se ha dejado a la suerte, sino que se ha sometido a un proceso de trabajo bienintencionado con la ilusión de alcanzar el objetivo que se deseaba.

Es vano esperar sin trabajar, tanto en el terreno de lo laboral, de lo profesional, o de lo familiar, amistoso, o las aficiones personales. La lluvia puede caer como regalo, los bienes normalmente no son gratis sino que hay que ganarlos a pulso, con esfuerzo diario y sentido común.

Para esperar bien hay que esperar con fundamento. Sería irreal poner los cimientos de la esperanza en unos pocos sentimientos o emociones pasajeros que tienen un carácter fugaz. Es más real, posible y satisfactorio esperar algo conforme a la verdad de lo que somos y en el orden de nuestras posibilidades. Como ejemplo clarificador, es iluso esperar un premio cuando no se tienen los boletos correspondientes para una rifa y es bastante coherente esperar una buena calificación académica tras muchas horas de un estudio e investigación bien realizados. Al contrario, esperar tener muchas emociones fugaces -las fiestas por un título o las celebraciones por un premio venido al azar- es fundamentar la esperanza en algo falto de coherencia.

La óptima esperanza conviene elaborarla poniendo los medios adecuados a nuestro alcance o, en definitiva, «trabajar o elaborar» la esperanza, aunque la incertidumbre humana siempre nos ofrece un factor sorpresa que deseamos coincida con el objetivo o meta que deseamos.

Optimizar los recursos del amor

José Luis Font Nogués

¿Quién no ha contemplado o realizado la atención de una madre hacia su hijo de varios meses de edad, cuando requiere todas las atenciones? Esa madre goza, no sólo ríe o se divierte, no sólo se sorprende, sino que tiene dentro de sí una gran felicidad que procede de la íntima relación con su hijo que viene ya de meses atrás; no es una felicidad que la madre se proporciona a sí misma, sino que es un regalo, el don de la felicidad que le proporciona su relación con su hijo.

La persona es feliz cuando goza un don; al contrario, las cosas materiales se pueden poseer pero no dan el máximo gozo que la persona desea; sólo las cosas del espíritu hacen entrar en el ámbito de la máxima felicidad y la paz, la comprensión y el amor superan ampliamente los niveles de felicidad que puedan dar las cosas materiales. Se puede comprobar que la capacidad de resistencia humana es muy alta y, ya que en penuria se puede sobrevivir, merece la pena poner la mirada más en la órbita de lo espiritual que en la órbita de lo material.

Ambos tipos de recursos materiales y espirituales- se pueden optimizar, pero es más rentable hacerlo en el marco del cariño y dentro de las relaciones familiares y amistosas. Por ejemplo: dar los buenos días e inaugurar cada día con simpatía, dando aliento o esperanza a quienes nos rodean; tener una buena conversación mientras se come o cena interesándose por lo que acontece a los otros; proporcionar a otro lo que sabemos le gusta; ofrecerse para compartir con otro una actividad de su gusto con el peligro de suprimir la que uno preferiría llevar a cabo; acostumbrarse a ofrecer pequeños regalos en días de celebración o aniversarios que sean de poco valor material y de gran aportación personal por estar elaborado con nuestro arte, como puede ser una poesía, una pintura o una canción inolvidable; etc.

Los pocos gestos descritos en el párrafo anterior dan pie a pensar en multitud de actos en los que se entrega y regala la misma persona como un don, dejando muy en segundo plano la supuesta felicidad que pueda dar la posesión o disfrute de cosas materiales.

Vivir siempre alegre

Una persona está alegre cuando en su interior se manifiesta un sentido agradable ante la vida producido por acontecimientos determinados y esa sensación de placer se manifiesta externamente en la expresión del rostro o, incluso, en otras expresiones de toda la corporalidad que expanden eso agradable que lleva en su interior.

Se puede decir que una persona vive bien, a gusto, en la medida en que siente esos motivos por los que se siente feliz, disfruta y entiende que gracias a ellos merece la pena vivir.

No obstante, la alegría no es sólo una emoción momentánea, es algo de mayor envergadura. Entendemos que es lógico que vivamos y gocemos con lo bueno; ese sentimiento es de mayor amplitud que una simple emoción y se llega a un estado de vida en el que se es inundado por la felicidad. A pesar de todo, todo lo humano tiene sus imperfecciones y no es posible nunca una alegría plena, por eso conviene mantener una actitud de esfuerzo por buscar el estado de alegría porque ello nos hará vivir en mejores condiciones que en una situación triste o pesimista; podemos buscar bien en el horizonte los acontecimientos y las razones por las que podemos vivir felizmente, a pesar de las dificultades. Sigue leyendo

Afinar el carácter todos los días

José Luis Font Nogués

Parece que creemos haber descubierto mucho hasta el siglo XXI, pero acerca de la persona ya eran sabios en la cultura griega. Por ejemplo, Ovidio escribe en su libro Metamorfosis unas historias que parecen mitológicas, pero que reflejan cosas sabias sobre la misma humanidad.

Escultura de Bernini

Apolo y Dafne (Bernini)

Un ejemplo es el caso de Apolo y Dafne, bellamente representados por Bernini en la época barroca. Apolo pretende amar a una Dafne que no se deja y que en sus convicciones se va convirtiendo en árbol, en cortezas, raíces y ramas; quizá Apolo lo único que puede aprovechar son las hojas para hacer coronas a los héroes de su época.

Apolo no puede conseguir algo que pretende y nosotros inventamos muchas fantasías –depende del ingenio de cada cual- de las que quizá pocas podamos conseguir. Y nos podemos preguntar “¿para qué inventar cosas?”.

Dentro de nuestra personalidad, de nuestro peculiar modo de ser, también podemos inventar una vez sorprendidos por nosotros mismos y nos viene bien conocer algunos aspectos como son: la mucha o poca conmoción que nos producen los acontecimientos, que mide la emotividad personal; la capacidad de ser llevado a actuar continuamente o a ser más bien pasivo, que mide la actividad personal; la repercusión de las impresiones en el ánimo, que mide la resonancia que los acontecimientos tienen en nuestro interior. Sigue leyendo

¿Por qué hacemos regalos?

José Luis Font Nogués

Si una persona ama a otra se inclina a actuar de manera que esa persona amada se sienta satisfecha en sus necesidades o en sus gustos y, a la vez, el amante es feliz en ese modo de hacer; amante y amado gozan en el instante de dar y recibir.

En ese mismo momento de la actuación o donación amorosa hay un crecimiento del conocimiento mutuo porque el amante ha pensado qué necesita el amado, lo que lleva consigo un mejor conocimiento de esa otra persona; al mismo tiempo, el amado descubre características o modos de proceder de su amado, así como –si se pudiera hablar así- la cantidad del amor con que es amado.

Por eso, cuando se hace algo o se da algo a la persona amada, antes ha habido necesidad de “leer dentro” de esa otra persona: ¿qué necesita?, ¿qué le viene bien?, ¿qué le gustaría?

El bien de un regalo

Por qué hacemos regalos

Esas son las razones por las que se regala. No es el regalo una compra de un artículo comercial que se realiza por la obligación social de una fecha o de un acontecimiento; son muchos los cumpleaños, aniversarios, bodas, fiestas de Navidad y otros eventos por los que todos se afanan en comprar algo teniendo como premisa innombrada que si no hacen un regalo en esa ocasión quedarán muy mal ante los demás, lo que tiene una complicación añadida si se piensa en la igualdad de precios de los regalos que me han hecho o los que harán otras personas.

El regalo es un don. Ese don, eso que se dona o entrega, es algo vacío si carece de un sentido de relación personal; es decir, ¿qué más me da que me regalen una preciada colonia si no me quieren? El regalo exige una mayor identificación entre amante y amado, una mayor conocimiento intelectual y afectivo.

Teniendo en cuenta que el amor es diverso en modalidades padres-hijos, esposa-esposo, entre hermanos, entre familiares, de amistad, de noviazgo, de conocidos, de compañeros de trabajo o de vecindad, etc., así es la razón del conocimiento de la otra persona y la forma de intimidad. Por tanto, en la misma forma será diversa la razón del amor, de la donación y del regalo. Pero siempre exige el regalo la entrega personal.

Atendiendo a lo material del regalo, ¿hay que comprar algo?, ¿es mejor elaborarlo?, ¿lo que convenga comprar ha de ser caro o equivalente a lo que de esa persona yo he recibido?, ¿la otra persona se saciará con una pequeña poesía como regalo? Todas esas preguntas y más que haya tienen una sola respuesta: sólo basta entregar como regalo aquello que dicte el amor y no la necesidad o el compromiso; por eso puede bastar para un buen regalo algo pobre elaborado manualmente por la persona amada y eso puede ser más preciado por el amante que una cosa necesaria o innecesaria adquirida en los comercios de una ciudad. No obstante, a veces es necesario –en casos de extrema necesidad- entregar como regalos materiales de primera necesidad y se hace en primera instancia por razones de solidaridad.

Lo que une no son las cosas sino el amor; las cosas se utilizan cuando son necesarias para el desarrollo de la vida y no enriquece a la persona el tener cada vez más sin saber para qué o cómo utilizarlas; en cambio el regalo que es símbolo del amor enriquece por dentro y fortalece la paternidad, la filiación, el noviazgo, la fraternidad, la amistad y el compañerismo porque no se entrega una cosa sino que se entrega –según la modalidad de relaciones personales- el amante al amado…  y ese modo de proceder ¡aunque lleve a pensar un poco puede ser más económico!

El amor abre horizontes

José Luis Font Nogués

La natural apertura que la persona tiene hacia los demás es una característica positiva sin la que no se puede desarrollar el curso de los días de una vida ni una pacífica convivencia con los demás.

La primera apertura del niño es una petición de ayuda y un conocimiento de su pequeño entorno. Al cabo de poco tiempo ese niño comienza a tomar iniciativas con respecto a los demás y dice con naturalidad “yo te quiero”. La autonomía que adquiere le hace relacionarse con otras personas en el juego y luego en los estudios primarios. Más tarde aquel niño ya va camino de la independencia para elegir las personas con quienes se trata.

La persona mayor ya es consciente de la necesidad de amar y de recibir amo, de saber amar con buena reciprocidad. Llegado a este punto la persona reflexiona en cierto grado sobre qué pueda ser el amor y en este proceso puede equivocarse inducido por los errores que presente el egoísmo: tanto menos amor cuanto mayor sea el egoísmo y viceversa.

A poco que acertemos en nuestras reflexiones nos daremos cuenta de que el amor nos hace buscar el bien de los demás y por ello deseamos arreglar lo mejor posible el mundo que nos rodea, para que todo se desarrolle en provecho de quienes amamos. Así: una madre arregla la casa para que la familia viva a gusto; cualquier miembro familiar deja todas sus cosas ordenadas y limpias para lograr la agradable convivencia; tratamos de gobernar las cosas y las situaciones de la mejor manera posible, no para nuestra satisfacción sino para provecho de los demás; estamos dispuestos a perdonar con paciencia, aunque lleve tiempo curar una herida o lograr una rectificación en el culpable y en el lesionado; nos ocupamos siempre de unir y evitamos la separación porque los vínculos del amor son realmente duraderos y estables; de esa permanencia resulta el bien de los que se aman; somos creativos de tal forma que las luces nuevas que yo aporto a los demás les hace felices y ellos usan mis brillantes o novedosas ideas o aportaciones para hacerse más y mejores personas.

La persona que se deja inundar de amor es progresivamente más creativa porque le interesa la felicidad del otro o de los otros y cualquier avance le parece poco con tal de ver conseguida esa felicidad, aunque esa creatividad es serena y llena de armonía vital. Esa persona que sabe amar es a la vez paciente porque sabe respetar la libertad de los demás, ama la libertad de los otros, a los otros los ama libres.

De esta manera, las relaciones humanas adquieren una riqueza que despiden fragancia, buen olor, perfume. Los amados se hacen fiables el uno para el otro, o los unos para los otros, porque saben que no habrá traiciones por parte de amado. Por extrapolación, el entorno de la persona que sabe amar es un lugar feliz y contribuye al bien de toda la sociedad.

Actuaciones acertadas

José Luis Font Nogués

Publicado en la revista digital «¡Qué familia!»

http://www.quefamilia.es

A lo largo de cada día tomamos muchas decisiones y esa determinación nos hace ir valorando las posibilidades a nuestro alcance casi sin darnos cuenta. Algunas veces se hace más importante la materia sobre la que hay que decidir y lo pensamos más detenidamente e incluso consultamos con otras personas; otras veces actuamos con mayor ligereza. En el origen de esa toma de decisiones buscamos lo que realmente nos interesa, lo que vemos que nos conviene en cada momento o tendrá una repercusión favorable en el futuro.

Una cuestión tan fácil a primera vista nos ofrece confusiones: pensará el niño por qué no ha de comer con los dedos, estorbará al adolescente volver a casa temprano en vez de estar con los amigos, querrá no estudiar y hacer deporte quien ya va dejando la niñez y se adentra ve que descubre un mundo con muchas cosas apetecibles a su alcance, costará al padre y a la madre cuidar de la casa y de los hijos –es más, ¿cómo lo hacemos?-, será un problema decidir sobre dos posibilidades distintas para resolver un asunto familiar. Las alternativas de resolución aparecen inesperadas o se pueden buscar, el caso es resolver bien en cada momento.

La gran cuestión es saber cómo resolver, no confundirse en la decisión. Esto lleva a mirar adentro de cada persona: ¿quién soy yo?, ¿quién eres tú?, ¿qué persigo?, ¿hacia dónde vas?, ¿qué me mueve a actuar?, qué consecuencias tendrá mi decisión?… Quizá haga falta asesorarse, estudiar, leer algo conveniente, consultar, pensar; tenemos datos prácticos y podemos encontrar teorías, pero quizá no sea acertado el acercamiento exclusivo a uno de esos dos extremos porque la vida no es teoría y a la teoría le falta vida; además de la mucha ciencia hay factores de libertad, cultura, historia o capacidades de cada persona que inciden en la toma de una decisión y, en el otro extremo, el ejecutar continuamente sin pensar es superficialidad o atolondramiento.

El ejemplo del niño que busca con complacencia lo bueno y mira de reojo sonriendo cuando busca algo que él ya entiende como no adecuado es una gran lección para todos; dentro del niño y dentro de todos hay un sentir de lo que es o no oportuno en cada momento; esa fuente de sabiduría se puede estropear y por eso podemos acudir al asesoramiento y a la reflexión para lograr entender cuál es la buena actuación. La tarea del discernimiento y de la decisión es propia de toda persona desde la niñez a la vejez y en cualquiera de los ámbitos familiar, profesional o social de la vida.

Más vale pensar, no improvisar, experimentar la humanidad de las personas, no ser temerario ni tímido, respetar a todos y solucionar todo de la mejor manera posible. Posiblemente sea el amor lo que lleve a la verdad que habrá que tener en cuenta en cada decisión.