Dialogar con razones adecuadas

A veces observamos diálogos públicos en reuniones de diverso tipo. Los reunidos son guiados por alguien a quien se le ha otorgado el cargo de la dirección y lleva un orden determinado para desarrollar el diálogo y las intervenciones. Es bastante frecuente o suele suceder casi siempre- que se inicie todo con templanza, pero en algún momento suele pasar que se exasperan los ánimos y se levanta la voz. Es el punto en que alguien no razona con tranquilidad sino que es llevado por la impaciencia, la ofuscación o -todo puede ser- por cierto interés desafortunado.

Es necesario conservar siempre la estabilidad emocional que es guiada por los principios adecuados y oportunos que llevan a conseguir unos objetivos en coherencia con lo que se persigue en la reunión. Se han de eliminar los juicios irreflexivos, atrevidos o no ratificados ni comprobados. Es decir, hay que usar de la inteligencia bien educada.

La serenidad ha de llevar a conversar en un tono agradable para los demás. Se han de tratar, diagnosticar y resolver asuntos de envergadura, pero nunca cuestiones de orden personal porque es seguro que el carácter o porte de una persona no sera motivo de una reunión de trabajo, a no ser que se tratara de acciones con comprobado efecto positivo para aplaudir o negativo para corregir dentro de la legalidad. Toda persona ha de ser respetada en todo momento. Es decir, hay que usar de la voluntad bien educada y ordenada al bien.

En cualquier caso, una reunión de trabajo es una reunión de personas en la que se ha de procurar el bien de todos a través de las conclusiones operativas que se hayan concluido.