Resurgir de pandemias

En Sierra Nevada disfrutamos de la llamada flora autóctona, es pequeña, a veces no se advierte; entre pizarra y pizarra hay multitud de pequeñas plantas, algunas flores preciosas y raras veces vistas. Esta sierra que por su color pueda parecer tan seca, esconde lagunas, borreguiles y riachuelos que poco a poco van a regar toda la vega concediéndole gran riqueza.

Si no regateamos esfuerzos por acudir a esos bellos sitios lejanos que tan solo nos van a ofrecer la recompensa de unos momentos pasajeros, ¿por qué paralizarnos ante un contagio, un aislamiento, una revisión laboral o una vida social paralizada?, ¿acaso no hay más riqueza a nuestro alrededor? ¿No me trae el médico la solución técnica vital?, ¿es que no hay flores alrededor de tanta pizarra?

Una mujer sencilla y buena espera un día una prueba que oriente su salud, se encuentra sola, su esposo está hospitalizado por contagio de un virus sorprendente. Aunque es desolador, de repente, un enfermo presente ante nuestra mujer afligida ha sido removido, sus síntomas ya no son nada si se comparan con los de la buena mujer. Aparece en la sala una atención médica alegre, comprometida con la vida, que llena de ilusión. Allí mismo, un médico celebra con su paciente una mejoría que acaba de observar. Hay esperanza.

Tras una primera sinfonía instrumental de la Cantata 156 de Bach, el tenor irrumpe el segundo movimiento con un aria que plantea algo muy duro y que a todos hace temblar, “Estoy ya con un pie en la tumba”, que es o será una realidad inevitable para todos. La audición de esta composición sobrecoge por lo que la música dice detrás de estas palabras. No canta el tenor apesadumbrado en su situación, penosa pero real, porque lo bueno al final relucirá.

Con el tenor de nuestra Cantata de Bach va dialogando la soprano que al final declara “Todo es bueno si el final lo es”, expresión que puede considerarse desde distintas perspectivas, pero que nos viene a indicar que, si somos bien intencionados, todas las cosas que suceden -aunque no las comprendamos- contribuyen al bien. El cansancio de una excursión, la sequedad de la montaña, andar entre piedras, eso -¡tan molesto!- es lo que nos hace poder descubrir los borreguiles, el agua fresca que corre, los animales que no molestan, la flora autóctona -¡tan bella!- de nuestra Sierra Nevada.

De nuevo llegan las nieves, todo parece esconderse, ¿acaso ya no hay vida?, ¿acaso todo es dificultad? Solo los poetas, como Luis Rosales, nos lo pueden hacer comprender sin explicar:

Sentí que se desgajaba
tu corazón lentamente
como la rama que al peso
de la nevada se vence,

y vi un instante en tus ojos
aquella locura alegre
de los pájaros que viven
su feria sobre la nieve.

Toda dificultad puede ser encajada en un contexto lleno de sentido, no hay tarea buena si no ha costado trabajo, no hay amor verdadero si no lo has llorado, no hay obra de arte si no se sufre la belleza, de la semilla… el árbol, del silencio de la nieve… el bullir de la vida.
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FUENTE BIBLIOGRÁFICA: Revista OFECUM 1.XII.2020 (José Luis Font Nogués)

La verdad, no la costumbre

Los modos de hacer puramente humanos, dejados llevar por el uso de la mayoría, no llevan a un modelo ejemplar.

La humanidad, sujeta a error e imperfección, se deja arrastrar por lo débil, por lo fácil, por lo caprichoso, y de ahí pasa fácilmente a lo malo en sí mismo considerado porque no puede sostener ni argumentar su conducta débil.

En cambio, la humanidad es capaz de dejarse ayudar por la luz de la buena inteligencia que detecta lo bueno y lo malo, aconsejando siempre lo bueno, que es lo que le interesa.

La misma humanidad puede considerar exigente las invitaciones de la luz inteligente y, huyendo de esfuerzos, aceptar lo cómodo. Esa comodidad, superficialidad o pereza, abren la puerta a modos fáciles de hacer que se conforman a lo blando, a lo que no supone tensión y así hasta llegar a las más bajas apetencias humanas.

Si hay poblaciones de personas en esas condiciones de flojedad intelectual, se consolida una costumbre, un modo de hacer que es lejano a la luz de la verdad y se da permiso a que lo que impere sea la costumbre sin ley.

El relativismo que se instala abre la puerta a considerar el imperio de los valores más fáciles y a un minimalismo ético donde no haya que realizar esfuerzos que pasan a ser considerados impropios de la naturaleza humana.

Al contrario, la buena humanidad sabe ver la luz que le ofrece la inteligencia, sabe esforzarse por alcanzarla y por inspirar su vida conforme a esos principios y valores, aunque le cueste esfuerzo.

El mejor ejemplo que puede explicar la conducta de la humanidad tras la luz de la verdad es el del montañero que desea llegar a la alta cumbre a pesar de los esfuerzo y cansancios que le cueste la escalada.

Es mejor la verdad que la costumbre, el esfuerzo por captar la verdad que la flojedad de no exigirse e imitar el mismo comportamiento fácil de los demás. La moda del momento no hace la ley de la verdad. La costumbre atrofia la humanidad, la verdad la embellece.

Semana Santa en Granada en siglo XVI

En Granada la Semana Santa se implanta tras la llegada de los Reyes Católicos en 1492 y en un proceso de recristianización del Reino.

En el origen de las cofradías penitenciales granadinas se encuentran colectivos castellanos, como fueron:
– los “montañeses” de la hermandad de Nuestra Señora y San Roque,
– los hortelanos y otros colectivos de burócratas y cristianos viejos.

Más tarde, las órdenes mendicantes alentarán la Hermandades de Penitencia con su afán evangelizador.
Las tres hermandades más antiguas tienen sus orígenes antes de mediar el siglo XVI y aparecen ubicadas en ermitas. Así ocurrió con:
– la Vera Cruz, que puede fecharse en torno a 1540 (sus reglas son aprobadas en 1547), con la presencia de esos “montañeses”, establecida en su pequeño hospital del barrio de la Magdalena. En 1564 cambia su sede al Convento de San Francisco Casa Grande.
– En 1545 veinte hortelanos fundaban la de las Angustias en el paraje de las Tinajerías, donde el Darro desemboca en el Genil, en una ermita que databa de la época de los Reyes Católicos, en donde se veneraba un cuadro de la Quinta Angustia donado por la reina Isabel. La ermita se eleva a parroquia en 1609.
– En 1548 ya existía en su ermita la hermandad de Nuestra Señora de la Cabeza, que es el germen de la cofradía de la Soledad; ya por entonces tenía por advocación Cabeza y Soledad. Después de 1572 cambia su sede al Convento del Carmen de frailes calzados.

El aliento de las órdenes mendicantes hace surgir nuevas Hermandades:
– En 1575 surge la cofradía de Santo Crucifijo, Sangre de Cristo y Ánimas, en el convento dominico de Santa Cruz la Real
– En 1575 aparece la de la Sangre de Jesucristo, en el convento de la Merced de calzados
– En 1575 nace la cofradía de la Inspiración de Cristo, en el convento de frailes calzados de San Agustín.
– En 1580, Humildad y Columna de Cristo, en el convento de mínimos de la Victoria
– Poco después de 1580, Oración del Huerto (poco después de ese año), en los franciscanos terceros del cenobio de San Antón
Sagrada Pasión de Cristo (1582-85), en el convento de la Trinidad calzados
– La última y más original, antes de 1586, la cofradía de Jesús Nazareno y Santa Elena (antes de 1586), fruto ya de la descalcez carmelitana, radicada en el convento de los Mártires
– Únicamente en una parroquia había surgido la Encarnación y Paciencia de Cristo, de negros y mulatos, que no sobrevivió largo tiempo, en la parroquia de los Santos Justo y Pastor (sita en el convento de la Encarnación)
– Y hay que sumar el broche tardío de esta etapa, en 1616, la hermandad del Entierro de Cristo y Nuestra Señora de las Tres Necesidades, no sin sufrir pleito por parte de la Soledad. Fundada en la parroquia de Santiago, décadas después se trasladó a la de San Gil.

Las cofradías solían llevar en la procesión varias imágenes:
Humildad: San Francisco de Paula – Jesús de la Humildad – Flagelación – Virgen Dolorosa.
Huerto: San Antón – Jesús en el Huerto – Dolorosa?
Ánimas: Santo Domingo – Cruz con sudario – Crucificado – Virgen Dolorosa.
Vera Cruz: San Francisco de Asís – Vera Cruz – Ecce Homo – Ntra. Sra. de la Coronación (Dolorosa).
Angustias: Nazareno – Crucificado – Ntra. Sra. de las Angustias.
Sangre: San Pedro Nolasco – Ecce Homo – Cristo a la Columna – Nazareno – Cristo de la Sangre – Virgen Dolorosa.
Nazareno: Jesús Nazareno – Nuestra Señora de los Dolores – Verónica – San Juan.
Pasión: Oración en el Huerto – Ecce Homo – Cristo a la Columna – Jesús de la Pasión – Crucificado – Sepulcro? – Ntra. Sra. de los Desamparados.
Inspiración: San Nicolás de Tolentino – Cristo a la Columna? – Crucificado – Ntra. Sra. de la Paz.
Tres Necesidades: Triunfo de la Cruz – Entierro – Ntra. Sra. de las Tres Necesidades – Cristo Resucitado.
Soledad: Cruz con sudario – Cristo yacente – Ntra. Sra. de la Soledad.
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FUENTE BIBLIOGRÁFICA:
http://www2.ual.es/ideimand/la-semana-santa-de-granada/
Consultado el 21.VI.2020

La unión de amor

La presencia física cercana de una persona con respecto a otra y con quien se tiene amistad y afecto, puede ser motivo de una ayuda esencial que puede llegar a ser mutua. Efectivamente, son mutuos y recíprocos los beneficios del amor esponsal o del amor familiar, o de la amistad y, en general, del trato respetuoso entre las personas. Estas ayudas pueden ser del orden material y del orden espiritual; por ejemplo, se puede ayudar a realizar una tarea de arreglo de la casa o se puede animar a estar con serenidad.

Las ayudas de tipo material solo se pueden realizar en presencia del otro y junto al otro, ya sea a poca distancia o de forma virtual a través de redes informáticas. Pero las ayudas espirituales traspasan las distancias de espacio y tiempo; por ejemplo, se ama a otra persona estando cerca o estando a kilómetros de distancia, pero -aunque el amor tienda a la cercanía- no se identifican cercanía geográfica y unidad de espíritu. En la unidad que suscita el amor, las personas que se aman están mutuamente influenciadas allí donde estén, espacialmente juntas o a distancia, y cada una de ellas están en referencia a la otra en cuanto persona amada que influye y a la que se le tiene siempre presente.

Dice Dionisio Aeropagita que el amor es una fuerza unitiva. Existen dos posibles uniones entre los que se aman: 1º, una unión real, cuando uno y otro están realmente presentes (como dos personas que están en el mismo lugar y que se ven inmediatamente); 2º, una unión afectiva (como la que se da entre dos personas físicamente muy distantes); esta unión procede del conocimiento (del recuerdo actual de la persona amada) y del amor de esta persona. El amor basta para constituir formalmente la unión afectiva y lleva a desear la unión real. Así lo recoge Santo Tomás de Aquino (S. T. I, II, q. 28, a. I y 2) cuando se pregunta si la unión es efecto del amor, y si una mutua adhesión o inherencia es efecto del amor.

En la unión afectiva -explica Garrigou-Lagrange- se dan dos aspectos: 1º, la persona amada está en el que la ama como grabada en el afecto de éste por la complacencia que le inspira; 2º, al contrario, el que ama está en la persona amada en tanto que se regocija muy profunda e íntimamente en todo lo que le place a ella, esto se da en mayor grado cuando más desinteresado es el amor.

Semana Santa en Granada, año 1642

El ilustrísimo señor Don Martín Carrillo de Alderete, Arzobispo de esta ciudad de Granada, mandó por un edicto de censura que el Jueves Santo se cerrasen las iglesias desde las diez de la noche en adelante (…) y esta noche a las nueve llovió muy reciamente y cayó grande piedra por algunas partes haciendo grande daño a las frutas (…)»

Salieron este año las dos cofradías de penitencia.

MIÉRCOLES SANTO

La de la Humildad de Jesucristo que sale del convento de Nuestra Señora de la Victoria el Miércoles Santo por la tarde

JUEVES SANTO

Y la de la Sangre de Cristo que sale del real Convento de nuestra Señora de las Mercedes el Jueves Santo por la tarde

Las cuales habían dejado de salir por estar pobres y haber faltado muchos hermanos y cofrades que están sirviendo a su Majestad.

Y así mismo, este año dejó de salir «la grandiosa cofradía de la Sagrada Oración del Huerto que sale del Convento del Señor San Antón el Miércoles Santo, la cual dejó de salir por estar necesitado».

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cfr. Francisco Henríquez de Jorquera. Anales de Granada. Edita Universidad de Granada 1987. página 909.

Semana Santa en Granada, año 1640

Procesiones en la Semana Santa de 1640, citadas en referencia al calendario y horario de 1631:

MIÉRCOLES SANTO

Salida a 15:00 horas. Cofradía de la Humildad de Jesucristo (convento de Nuestra Señora de la Victoria), no se cita en el libro de Francisco Henríquez de Jorquera que saliera el Miércoles Santo a las tres de la tarde.

Salida el 4 de abril a 16:00 horas. Cofradía de la Sagrada Oración del Huerto (convento del Señor San Antonio Abad), salió el Miércoles Santo a las cuatro de la tarde. «Salió tan opulenta y grandiosa que no se ha visto en esta dicha ciudad; fueron novecientos hachas por número, las cuales salieron en esta cofradía con banderolas grandiosas. Fue tanta gente que salió a ver esta cofradía que no se podía rejender por las calles».

JUEVES SANTO

Salida por la tarde. Cofradía de la Santísima Veracruz (convento del Señor San Francisco), salía el Jueves Santo en la tarde, no se cita en el libro de Francisco Henríquez de Jorquera que saliera.

Salida por la tarde. Cofradía de las Angustias de la Madre de Dios (iglesia parroquial de las Angustias), salía el Jueves Santo después de la Veracruz, no se cita en el libro de Francisco Henríquez de Jorquera que saliera

Salida por la tarde. Cofradía de la Sangre de Jesucristo (Real convento de Nuestra Señora de las Mercedes), no se cita en el libro de Francisco Henríquez de Jorquera que saliera el Jueves Santo en la tarde tras las Angustias.

VIERNES SANTO

Salida a las 4:00 horas. Cofradía de Jesús Nazareno y Santa Elena (convento de los santos mártires San Cosme y San Damián), no se cita en el libro de Francisco Henríquez de Jorquera que saliera el Viernes Santo a las cuatro de la mañana.

Salida a las 8:00 horas. Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo (convento de la Santísima Trinidad), no se cita en el libro de Francisco Henríquez de Jorquera que saliera el Viernes Santo a las ocho de la mañana.

Salida el 6 de abril por la tarde. Cofradía de las Tres Necesidades de Nuestra Señora y Entierro de Cristo (Iglesia parroquial del Señor Santiago), salió el viernes por la tarde. «Salió tan grandiosa que le aventajó en grandeza con tantas cosas nuevas de la escritura, cargada con tanto primor y con tantas banderolas como pasos. Salió en ella toda la caballería y nobleza de Granada, delante, con hachas, llevando el estandarte el conde de Santistevan, llevando las borlas del estandarte don Juan Luis Ponce de León y otro gran caballero, todos los tres de la Orden de Santiago; salieron en el paso de Nuestra Señora todos los escribanos del número de Granada con sus hachas. Fue tan larga que duró de pasar por la Santa Yglesia hora y media larga priesa la cofradía de la Soledad que sale después».

Salida por la tarde. Cofradía de la Soledad y Entierro (convento de Nuestra Señora de la Cabeza), salía el Viernes Santo en la tarde. no se cita en el libro de Francisco Henríquez de Jorquera que saliera, pero se entiende que salió por lo que dice de la cofradía anterior.

Además, el autor cita otras salidas de cofradías en el tiempo de Pascua.

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cfr. Francisco Henríquez de Jorquera. Anales de Granada. Edita Universidad de Granada 1987. página 846-847.

Semana Santa en Granada, año 1631

Procesiones en la Semana Santa de 1631:

En este año el señor provisor proveyó auto en que se mandó auto en que mandó que no saliesen las cofradías de penitencia bajo pena de excomunión mayor y de doscientos ducados, y esto fue con acuerdo y parecer del Cabildo de la Santa Iglesia; solo pudieron salir tres de las más antiguas cofradías: Veracruz, Angustias y Soledad.

MIÉRCOLES SANTO

Salida a 15:00 horas. Cofradía de la Humildad de Jesucristo (convento de Nuestra Señora de la Victoria), se prohibió que saliera el Miércoles Santo a las tres de la tarde.

Salida a 16:00 horas. Cofradía de la Sagrada Oración del Huerto (convento del Señor San Antonio Abad), se prohibió que saliera el Miércoles Santo a las cuatro de la tarde.

JUEVES SANTO

Salida por la tarde. Cofradía de la Santísima Veracruz (convento del Señor San Francisco), salía el Jueves Santo en la tarde. Salió.

Salida por la tarde. Cofradía de las Angustias de la Madre de Dios (iglesia parroquial de las Angustias), salía el Jueves Santo después de la Veracruz. Salió.

Salida por la tarde. Cofradía de la Sangre de Jesucristo (Real convento de Nuestra Señora de las Mercedes), se le prohibió salir el Jueves Santo en la tarde tras las Angustias.

VIERNES SANTO

Salida a las 4:00 horas. Cofradía de Jesús Nazareno y Santa Elena (convento de los santos mártires San Cosme y San Damián), se le prohibió salir el Viernes Santo a las cuatro de la mañana.

Salida a las 8:00 horas. Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo (convento de la Santísima Trinidad), se le prohibió salir el Viernes Santo a las ocho de la mañana.

Salida a las 14:00 horas. Cofradía de las Tres Necesidades de Nuestra Señora y Entierro de Cristo (Iglesia parroquial del Señor Santiago), se le prohibió salir el viernes a las dos de la tarde.

Salida por la tarde. Cofradía de la Soledad y Entierro (convento de Nuestra Señora de la Cabeza), salía el Viernes Santo en la tarde. Salió.

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cfr. Francisco Henríquez de Jorquera. Anales de Granada. Edita Universidad de Granada 1987. página 720-721.

Vivir con optimismo

Pensar en el optimismo es referirse a tener una actitud positiva y favorable que haga posible una vida satisfactoria y dicho es contrario al pesimismo, desesperanza, tristeza o poco atrevimiento para llevar a cabo acciones muchas veces necesarias. Ante este panorama, se concluye inicialmente que merece la pena ser optimista.

La forma de ser de cada persona enfoca la vida de unas de estas dos maneras: o que cree que todo lo que existe y sucede es lo mejor, o por el contrario, piensa que cuanto sucede es lo peor que puede suceder. Entre ambos extremos hay mucha variedad de casos que pueden agruparse desde los audaces e intrépidos hasta los previsores o timoratos. Nunca los extremos suelen ser buenos, por lo que la excesiva confianza en la bondad de todo y de todos, o bien el tener miedo ante todo, puede ser irreal porque falta objetividad en dichos extremos. Por tanto, hay que ser equilibrado: ni utópico iluso ni realista que se colapsa con su pesimismo.

Ante todo, la persona debe ser consciente de quién es, cuáles son sus capacidades y posibilidades. Los bienes que tenemos -aparte de los materiales, necesarios para poder vivir- son aquellos que integran la perfección y felicidad de la persona, tales como inteligencia, relaciones buenas con los demás, el amor, la salud, la paz personal, la paz social. Y entre ellas vienen a insertarse dos cualidades: el amor y las dificultades. El amor perfecciona y si hay miedo quizá falte amor o sentirse querido, personas a las que se ame o de quienes recibir amor; el amor ilusiona y da seguridad. Las dificultades -que sería ilusorio eliminar de nuestro horizonte- no tienen por qué ensombrecer el panorama, sino que hay que colocarlos en su verdadero sitio y en su verdadera dimensión.

Algunos factores que favorecen el optimismo:

Primero. Ser conscientes de los bienes interiores que poseemos, en concreto los bienes en el entorno de la interioridad: tener un orden interior que sepa situar todos los asuntos, tener paz y armonía interior, tener el arte de vivir en amistad con todos, estar habituado a ser leal y justo.

Segundo. Disponer siempre de una buena dosis de buen humor: el buen humor ayuda, ¿por qué hemos de ver los asuntos con tremenda seriedad?… ¿eso es parte de nuestro aparentar “ser importante”, que en realidad es un complejo de inferioridad? Tener la liberalidad de no dar tanta importancia a una cosa, dejar reposar un asunto para resolverlo más tarde con serenidad, divertirse incluso con lo que le sorprende, eso es un bien que relaja y descansa la mente.

Tercero. Dar contenido al optimismo y a la alegría: hay personas falsas o que está hablando y se nota que no se creen lo que dicen o que la otras personas les dan igual…. Hay que poner contenido en la alegría; por ejemplo, “me alegro por tu bien o por algo bueno que te ha pasado a ti (no a mí, que eso es egoísmo)”, estoy contento porque estoy seguro de lo que quiero, tengo la alegría de pretender lo bueno para otros, tengo alegría porque sé que -a pesar de dificultades- las cosas salen con un buen trabajo, sonrío por razones satisfactorias que siento en mi interior.

Cuarto. Ser consciente de un hecho humano del que nadie escapa: el sufrimiento y el dolor. solo es optimista y alegre aquél que ha pasado por el realismo del dolor y del sufrimiento.

Y el optimismo tiene buenas consecuencias:

Buena consecuencia del optimismo es que esa persona optimista es fuerte, capaz de llevar a cabo cualquier esfuerzo… no así el pesimista, que se hunde a la primera contrariedad.

El optimismo es motivo de civilización: el optimismo, la alegría respaldado por la verdad sincera, “civilizan”, hacen posible una civilización en paz donde no hay guerra ni enfado ni trampa. Hay un susurro o una brisa que el optimista esparce, es un valor añadido de los frutos de todo trabajo o de toda relación social.

El optimismo y la alegría dilata la acción buena y, por tanto, hace fácil establecer objetivos y medios, programarlos para lograr lo que se pretende.

El optimismo da seguridad, la persona segura tiende a no ser problemática, ve las cosas con tranquilidad, el optimista equilibrado tiende a estar seguro.

El optimista tiene un valor añadido o efecto multiplicador: el optimista arrasa porque a las personas nos gusta seguir al alegre, al que me va a dar soluciones, a la persona con quien da gusto estar.

Por tanto, es de agradecer encontrar personas optimistas a nuestro alrededor porque sabemos que saben poner en marcha su motor interno. El optimista es creativo, mucho más si ama y es amado, y por ello sabe ponerse sobre las dificultades y obstáculos para seguir adelante sin quejas, con imaginación y con una sonrisa constante.

Educación y prudencia

Educar es una tarea más amplia que el enseñar y es totalmente distinta del adoctrinamiento. Educar es acompañar al educando para que mejore sus capacidades innatas o las adquiridas con el tiempo, dotándole de posibilidades para que su creatividad y su sabiduría puedan responder a toda situación profesional, familiar y social de la mejor manera posible.

Por eso, la buena educación está reñida con la invasión del educando y es amante respetuosa de la libertad del mismo. La admiración por el educando parte de la valoración positiva del ser persona y de la riqueza interior que posee. Ya sea por el conocimiento que se adquiere desde los primeros momentos de la infancia o por el estudio proporcionado a la edad, toda persona tiene su almacenamiento de datos, de ciencia, de sabiduría y a eso se le añade algo tan importante como es el «saber hacer», el «saber utilizar» todo eso en beneficio de su perfeccionamiento y del perfeccionamiento de los demás.

El educador -en su actitud de respeto- ha de conjugar su ser prudente y el sentido común le orientará para saber detectar cómo está el educando o un grupo de educandos. Una vez que advierte la situación, perderá el tiempo en explicar o tratar de convencer al educando qué es lo que -desde la interpretación del educador- le sucede, o cuáles son sus buenas y malas posibilidades de actuación en cualquier aspecto. Una buena empatía es necesaria al educador para que, una vez analizado y diagnosticado al educando, se le hagan las mejores propuestas para su mejora personal; la prudencia hará detectar al educador qué debe callar, qué debe desvelar al educando y qué objetivos puede sugerirle, así como la forma de sugerírselos.

Toda la tarea educativa será tanto más eficaz cuanto más se trate de desear el bien del educando, lo que no se hace sino desde el cariño por la persona. Una vez elaborada la propuesta, el buen educador sigue a cierta distancia al educando, dejándole actuar con libertad; en el ejercicio de esa libertad encontrará el educando la manera de esforzarse para lograr los objetivos y esa batalla -a veces grande para él- le hará mejorar su persona.

El educador debe entender bien dos aspectos distintos y complementarios de loso objetivos para educando, uno es de carácter científico, por el que aprenderá la ciencia que corresponda, y el otro es de carácter social, relacional, ético o moral, por el que el educando sabrá responder siempre -y a pesar de sus errores- para la consecución del bien.

Aceptarse, aceptar, acoger, comprender

Conocido es que es muy difícil conocerse a sí mismo. En ese marco de examen introspectivo -que no debe llevar a ninguna obsesión y ni siquiera exageración-, es cierto que conviene saber las características personales, el carácter, el temperamento, las tendencias personales, los modos de reaccionar ante situaciones. Al fin y al cabo, por la experiencia de la vida, se acaba sabiendo cómo van siendo habitualmente nuestras respuestas ante modelos de situaciones; por ejemplo, una persona puede saber que cuando le hablen de modo tajante o seco se puede poner en actitud defensiva y llegar a actuar como si le estuvieran atacando o insultando, cuando puede que eso sea una visión errónea debido solo a una impresión momentánea.

Hacer mal, e incluso a hacer mal, cosas del estilo del párrafo anterior puede llevarnos a alejarnos de personas e, incluso, tener problemas con los demás. En ese caso, la relación social es defectuosa.

La consecuencia insospechada de conocerse es que cada persona puede aceptarse a sí misma como es; eso le lleva a convivir con todas las características de su persona y puede consultar con un libro o con un experto acerca de su carácter y de os modos de mejorar dentro del marco que le es dado o que ha ido consolidando a lo largo de los años. Cuando una persona se entiende a si misma se echan lejos los asombros, los escándalos, las sorpresas y muchas reacciones más ante los diversos caracteres de las demás personas. El siguiente paso es estar más propenso para agradecer lo bueno que se posee y tratar de rectificar lo no conveniente que se ve en sí mismo.

Y aún más lejos llega esa persona que ya se conoce: cuando trata con los demás y advierte cómo son, ya no critica, ya comprende; ya no se sitúa por encima de los otros, sino que sirve; ya no es intolerante ante los defectos de los demás, sino que trata de ayudarles. En definitiva, sabiendo lo menor posible cuáles son las características personales, esa persona comprende a los demás, se convierte en un faro que alumbra y guía a otros que quizá no se conozcan tanto e incluso pueden sufrir por sus comportamientos o ser guiados erróneamente por un mal enfoque o tratamiento de su carácter.

Acerca del noviazgo

Por su interés -de caracter y permanencia universal y atemporal- se recogen aquí unas palabras del libro de María Hernández-Sampelayo Matos, de título «La educación del carácter», Editorial Umelia, Madrid 2007, páginas 65-67.

La autora trae a su libro palabras de la entrevista de una madre y abuela estadounidense llamada Judy y dice lo siguiente:

«Cuando un hombre o una mujer se plantean buscar una esposa y madre de sus hijos y lo mismo la mujer un buen esposo y padre para los hijos ¿en qué deben fijarse? Está claro que no solo en aspectos físicos de la pareja, sino en cuestiones mucho más profundas e importantes».

«Deben dedicar un tiempo a conocerse muy bien el uno al otro: lo que cada uno piensa respecto a la religión, los hijos, la forma de vida que quieren tener, dónde quieren vivir, qué opiniones tienen respecto a la política, … Si estas cuestiones no están claras antes del matrimonio, en el futuro puede haber muchos problemas».

Entre el yo y el tú

La escritora Jutta Burggraff dice que «conocer nuestro mundo interior y gozar de él es un consuelo para cualquier persona (…) Pero la libertad interior no es una trinchera, detrás de la cual cada uno se aísla dando la espalda a los demás» y aclara que así se queda la persona sin amistades porque es necesario dar el segundo paso, el de «abrirse, manifestar y ejercer al libertad». Así termina el razonamiento diciendo que «La persona, por un lado, es capaz de conocerse y poseerse. Pero, por otro, también está hecha para entrar en comunión con los demás; se refiere constitutivamente al otro. Ser hombre (se refiere al ser varón o mujer, del género humano) , quiere decir co-existir, intimidad abierta».

Así, entrar en el yo permite la seguridad de actuar para los demás y -de esa forma- seguir haciendo el yo. Yo y tú, yo y vosotros, se complementan para cada persona; la riqueza del yo se expande a los otros y de los otros se enriquece el yo en un juego eterno.

El amor entre la sensibilidad y la inteligencia

La persona nacida en el seno de una familia que se quiere, sabe querer porque se siente querido. Al crecer irá llegando a la primera fase de pretender relacionarse con personas que no son de su familia y de establecer baremos de autoestima y de aceptación social; así llegará a los quince años de vida, aproximadamente. Será en los cinco siguientes años cuando se desarrolle la necesidad de estar con los demás en los niveles de estudio, relacionales, laborales, deportivos, espirituales, ideológicos, festivos, amistosos y amorosos.

Esa persona, que comienza a establecer con autonomía los pilares personales para su vida, habrá sido orientada o educada de muy diversas maneras para entender qué es el amor. La historia de su propia familia, el ejemplo de sus padres y hermanos, las noticias recibidas de cómo se aman -o no- las personas de su entorno, las noticias de los medios de comunicación y muchas referencias más colaborarán para que la persona se elabore su propio concepto de amor.

Mientras tanto, esa persona siente la sensibilidad, los afectos y los sentimientos en un primer lugar; son los instintos más inmediatos y elementales del querer y del ser querido sin atender a otros elementos más elevados de la persona que ilumina la inteligencia. Si el niño o el adolescente piensa, o se le ayuda a pensar, concluirá que los aspectos intelectuales son más importantes, duraderos y valiosos que los sensibles, hasta llegar a comprender que se puede amar con dolor o sin consolaciones sensibles.

La educación de los afectos, de los sentimientos, de la inteligencia y de la voluntad tendrán una gran importancia para colaborar a un recto entendimiento del amor por esta persona que se está haciendo y que en época adolescente o primeros años de juventud ha de forjar.

Si se diera el caso de incidir educativamente en la sola inteligencia se puede estar ayudando a que la persona vaya perfilando únicamente amores platónicos, idealistas, fuera de la realidad y llegue a considerar irresistible la relación social por no adaptarse a sus deseos.

Si el caso es el de incidir educativamente en la sola voluntad, la persona que crece verá únicamente la necesidad de un esfuerzo constante que le hará la vida aborrecible, muy cansada.

Si la persona no se orienta ni por la inteligencia ni por la voluntad ni por ningún otro criterio razonable, se verá abandonada a la sensibilidad y los sentimientos para lograr únicamente un pseudoamor falso, también irreal, donde lo importante es el sentimiento variable, recibir y dar afectos sensibles en los que más que amor se intenta el bienestar placentero que complace el cuerpo y la piel.

La unión a la que tiende el amor debe ser primordialmente inteligente, conforme a la característica más alta de la persona. La inteligencia orientará todos los demás aspectos que favorecerán la unidad de las personas que se aman y lo lograrán conforme a las características propias de las relaciones paternales, filiales, familiares, amistosas, laborales, de noviazgo o esponsales. Si, al contrario, se llama amor al sentimiento emotivo y corporalmente sensible, lo más probable es que en poco tiempo haya un fracaso en esa unión o relación de amor porque está construida con unos cimientos débiles que no resistirán con la fuerza y solidez de la inteligencia y la voluntad las dificultades -pequeñas o grandes- que les venga a lo largo de los días, le faltarán herramientos para avanzar, romperá con las personas que así no les satisfacen y buscará otras en unas relaciones inestables que le llevarán a un fracaso vital.

Algunos poetas saben expresar el amor con elevada inteligencia y a continuación se verán dos muestras.

De Pedro Salinas: «Tú vives siempre en tus actos. Con la punta de tus dedos pulsas el mundo, le arrancas auroras, triunfos, colores, alegrías: es tu música. La vida es lo que tú tocas».

De San Juan de la Cruz: «Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras».

El buen amor capta, acoge y se entrega a la persona amada desde lo más alto de la persona, ordenando todos los aspectos que percibe, tanto externos como interiores e invisibles.

Alegría

Los acontecimientos buenos alegran a la persona; es el caso de un buen día, de un éxito profesional, del recibir un elogio o sentirse querido; pero no se asocia la alegría a únicas situaciones favorables porque la alegría no depende solo de lo externo físico, social o familiar. La alegría es algo interno que emana de una situación personal de goce consigo mismo y con el entorno.

La alegría superficial brota con facilidad de cualquier acontecimiento benéfico, simpático o gracioso que nos congratula; es de poca envergadura esa alegría en la vida de una persona. Es mucho mejor una alegría que tenga un contenido profundo, que se ajuste a la consecución de objetivos personales y, mucho mejor, al logro de la perfección personal. La primera alegría -más superficial- puede provocar fácilmente la risa, la segunda alegría -más profunda- puede ser compatible con la seriedad externa, que no es tristeza sino asentimiento de una verdad lograda.

La alegría es algo tan amplio y tiene tanta proyección que es posible incluso en situaciones de contrariedades, difíciles o adversas; ésto se explica porque la alegría buena no es la inminentemente relacionada con situaciones placenteras, sino que ve más allá de lo cercano y mira a los grandes ideales del proyecto personal.

Pero la óptima alegría es mucho más grande de lo que pueda sospecharse porque es capaz de reservar cualquier situación de frivolidad a causa de los defectos que puedan parecer «graciosos» -normalmente con una mal calificada gracia debida a la herida que se le hace a otra persona por su defecto o su incapacidad anormal- para volcar el cariño y gratuidad en el discurrir el tiempo y los días con otra persona acompañándole en su camino por la vida, siempre o en cualquier situación temporal breve.

Lo mejor de la alegría y lo que más positivamente le califica y le honra es que mana del amor, por ello ayuda, comparte, anima, goza, serena, acompaña, alienta en todo aquello que parece agradable y benéfico así como en lo que es o pueda parecer agrio, desagradable, contrario o penoso. La persona que sabe mirar con profundidad a la vida es siempre alegre.