Solitario, desnudo, muerto grito,
último grito de mi entraña rota,
que al abrasar el aire, llama ignota,
frío quedó, buscando su infinito.
Burla el eco, sombra que repito,
inútilmente triste en su derrota,
muerta la voz que la vida me alborota,
por quererme nacer, nuevo apetito.
Grito mío, candente, el aire helado
que surcaste, cometa de mi entraña,
que tu amor, de tu ardor, quedó abrasado;
tus golpes socavaron la montaña,
los cielos y los mares se han domado
¡y tú no has muerto, grito de mi entraña!
Bartolomé Llorens
Sonetos del destino