Colaboración Ayuntamiento – Ofecum

Limpios de corazón

Luz de luna

Modelo OFECUM: desarrollo activo a través de la cultura

En el año 1.998, el catedrático de Anatomía de la Universidad de Granada Miguel Guirao Pérez atendía habitualmente el aula de Mayores y vio la necesidad de fundar una asociación para dar continuidad a la formación e inquietudes de esas personas que salían de las aulas; a esa asociación sin ánimo de lucro se le llamó «Oferta Cultural de Universitarios Mayores» –OFECUM– llevada por voluntarios que realizan tareas solidarias a través de la cultura.  
Entre sus objetivos está fomentar la Intergeneracionalidad y el envejecimiento activo, para dar calidad de vida a las personas en el marco de una sociedad para todas las edades.

Entre educador y educando

Las dos personas, educador y educando, se perfeccionan en la mutua relación de la educación. Se trata del desarrollo personal de ambos, aunque desde distintas perspectivas. Ambas personas son activas en la relación educativa, ambas ejercitan toda su persona para educar y para ser educado. Algo así sucede en toda relación de amistad o de amor: salvo la autoridad buena del padre, los extremos de la relación que busca la mejora del otro beneficia a ambos.

El arte de educar, y también el arte de amar, no violenta nada, simplemente orienta, anima, propone, argumenta. Por eso, la conversación mutua llena de fluidez es el mejor marco para ayudarse mutuamente.

Los padres tratarán de educar a su hijo, pero también pueden aprender de su hijo y muchas veces se sorprenderán de sus buenas reacciones, de sus bondades o de sus propuestas proporcionadas a su edad. Igualmente, entre personas queridas, cada cual se sorprende de la riqueza de otro, que es digna ser admirada, comprendida y participada.

En toda relación educativa o amistosa, no se debe partir de unos principios personales a seguir, ni de una idea preconcebida del otro, sino de la admiración del otro y del respeto al otro. De ahí nacerán mutuas propuestas para avanzar en una mejor calidad humana que deja espacio para que el otro elija y configure libremente su modo de pensar y de hacer.

El educador, el amante, mostrara la bondad hacia el otro para que pueda descubrir por sí mismo los altos valores que pueden guiarnos, los objetivos que podemos proponernos, los motivos que tenemos para ello y los medios para conseguirlos.

En la relación de autoridad o en la relación de amor, conviene mucho que sea el otro quien razone, opte y decida.

Buscar una buena comunicación

La persona se comunica necesariamente con los demás porque no puede vivir en soledad. Parece que comunicarse es algo sencillo, natural y no está sujeto a ningún aprendizaje ni cuidado, pero también parece que no es así cuando nos encontraos con alguien que tiene dificultades para manifestar sus ideas o sus estados de ánimo.

Lo más fácil es tener una comunicación superficial –una sonrisa, una lágrima o pedir alguna cosa, hablar del deporte o del tiempo que hace-, pero no basta esa relación familiar, social o amistosa fundamentada en una necesidad objetiva y mucho menos externa; una actuación de ese tipo puede calmar el hambre o lograr pasar un rato distraídamente, pero no llega al fondo de la persona.

También el silencio puede ser una forma de comunicación; por ejemplo, es fácil comprender el estado interior de enfado cuando se ve a una persona que no habla. Dicho silencio puede ser también objetivo, y se puede imaginar que algo le ha pasado a esa persona; no obstante, tampoco es una comunicación muy válida.

Es necesaria una comunicación más profunda y se dará en un marco de cariño, de amistad y de confianza. Quien habla es porque confía en otra persona y se siente libre para hacerlo porque tiene seguridad de sentirse comprendido y quizá ayudado. La comprensión es necesaria aunque no resuelva nada, es compartir una alegría, una pena, una preocupación o algo similar; la ayuda es algo posterior que ofrece el oyente al que habla y así, entre los dos, pueden trazarse buenos objetivos para seguir el camino de la vida.

A la persona “muda” es difícil ayudarle porque no se le conoce interiormente. Es bueno hablar y compartir, ofrecer confianza y buscar confianza. Ciertamente, se dará comunicación sobre temas objetivos, realidades vividas que alegran o preocupan, pero conviene llegar a la profundización interior de quien habla con confianza y de quien escucha con interés. El marco para ello es una buena empatía afectiva.

También el silencio puede ser una maravillosa comunicación, pero requiere que ambas personas se conozcan muy bien y se lea en los ojos y en la cara el estado interior del otro; eso solo lo logra un verdadero amor.

Relación y respeto personal desde la buena comunicación

Cualquier tipo de comunicación con otras personas será de inmediato una fuente de influencia mutua que puede convertirse en ayuda o estorbo, amistad o enemistad o indiferencia, en actitud de educación o desafortunada influencia para los demás.

Si bien intencionados queremos presentarnos en las relaciones con los demás, será una premisa la valoración de la otra persona, dejando atrás intereses personales de cualquier tipo y toda actitud cosificadora del otro. El primer paso será de atención, de interés por lo que vive en su interior, por su ánimo, por su pensamiento, por el estado emotivo que deja ver la apariencia de su cara y tono de voz. Superado ese primer encuentro se puede avanzar hacia la simpatía, la empatía, el afecto, la confianza y la intimidad. No obstante, la buena relación exige evitar actitudes negativas como es la ocultación de la verdad, la excesiva independencia o seguridad en sí mismo, o un mal entendimiento de la dependencia e independencia; de modo positivo también exige la buen relación un lenguaje sencillo y sincero, una autenticidad en la comunicación, una adaptación al otro, un interés por el otro hasta ganar la aceptación mutua.

En la buena comunicación inciden palabras, gestos, imágenes y silencios. La comunicación no solo son palabras, y muchas palabras pueden cansar a los otros; la buena comunicación es proporcionada, así en un grupo o en el tú a tú de dos personas el tiempo empleado en hablar será de alguna forma igualitario, proporcionado, semejante, y solo así puede haber intercambio paulatino de ideas, ilusiones, consejos, manifestaciones. Hay que tener en cuenta que no todos somos iguales y se pudiera decir que el hablador debe intentar medir sus palabras y el callado debe esforzarse en hablar en vez de callar. Los silencios son necesarios para dejar hablar a otro y para entender lo que el otro dice. Los gestos hablan por sí solos y acompañan a las ideas haciéndolas más comprensibles. La imagen, la cara, expresa sola el interior sin que haya intencionalidad de que así sea.

Detrás de todo esto y como fundamento de la buena relación está el gran pilar o cimiento de la conducta personal de toda persona que se quiera comunicar y avanzar por el camino de la comprensión, fiabilidad, confianza y amistad. Nadie se fía ni quiere ser amigo de quien le engaña; al contrario, toda persona desea tener a su lado a quien le escuche, le entienda, le acompañe y le ayude.

El respeto y una comunicación fundamentada en el bien personal siempre serán condiciones necesarias para la buena relación

Educar (Gabriel Celaya)

Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
Hay que medir, pensar, equilibrar…
y poner todo en marcha.
Pero para eso,

uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.

Educando continuamente

Toda persona vive en un entorno social con el que interactúa continuamente; esos entornos son muchos, pero se pueden concretar en familia, compañeros, amigos y cualquier tipo de vecindad de domicilio o de comercio o de expansión. Cualquier persona, casi sin quererlo, está continuamente orientando y educando a los demás, aunque padres y educadores tienen una acción familiar o profesional muy destacada y de gran responsabilidad.

Las relaciones mutuas en cualquier ámbito en que exista un mínimo de interacción educativa, se han de desenvolver ante todo en un clima de respeto mutuo, cosa independiente de las edades o categorías sociales porque toda persona es respetable en sí misma, a toda persona se debe no solo respeto sino admiración, quizá una admiración progresiva cuanto más se le conoce; así, puede ser inmenso el respeto y admiración de un padre por su hijo pequeño, de un amigo hacia otro amigo, de un ciudadano hacia una autoridad civil o de una persona hacia su vecino de vivienda.

En el marco de las relaciones mutuas, cualquier actuación personal influye, sin duda, en todos los demás desde el mismo instante en que se produzca una acción visible que todos quienes la perciban pueden valorar para pasar a aprobarla e imitarla o reprobarla y rechazarla. Por eso, entre personas que se tratan mucho puede haber comportamientos muy parecidos.

Si avanzamos en las relaciones educativas, a cualquier nivel, para que se lleve a cabo algo valioso que haga mejorar a las personas, se requiere una aceptación entre educando y educado; es decir, el hijo que acepta al padre, la nieta que acepta a la abuela, el amigo que acepta a su amigo, etc., porque reamente existen buenas valoraciones entre ellos, y eso sucede hasta en el trato más superficial de aquella persona que cede a otra el paso por la calle con una sonrisa.

El amigo, el padre, el profesional de la educación y, como se viene diciendo, cualquier persona, serán tanto mejores educadores cuanto más conozcan la realidad del otro y sitúen esa percepción en el marco del respeto y nunca de la posesión ni del mandato; la libertad es algo que está por encima del afán de ayudar y del ayudar a mejorar.

Un pequeño detalle hace que mejore aún más las ayudas que podemos prestar a los demás y es la reflexión sobre las relaciones personales, el modo de ser de los otros y la verdad acerca de las ideas, valores o principios que iluminan la vida y se transmiten sin pensarlo o se transmiten intencionadamente. Y otro pequeño detalle necesario es la sinceridad, transparencia y confianza entre las personas sin que pueda darse problemas ni dificultades para actuar, expresarse y manifestar lo que se piensa.

En definitiva, la persona no vive sola en el mundo, se relaciona y es humano desear el propio bien y el bien de los demás que nos rodean habitualmente, los cercanos: es una cuestión de trato y de verdadero amor.

José Luis Font Nogués

16.IV.2022 Sábado Santo en Granada

Granada en Sábado Santo tiene el nombre de una reina: Santa María de la Alhambra.

Un día del siglo XVIII vino la inspiración a Torcuato Ruiz del Peral para sacar de la madera una imagen que habla en nombre de la Madre de Dios. Los granadinos y personas venidas de otros lugares suben a la Sabika para ver salir a la Señora que arrastra con su cara de amor y con su gesto de generosidad en el momento de mantener el cuerpo muerto de su Hijo; amor, generosidad y belleza que se transmite sola a todos quienes contemplan.

Nadie resiste la llamada amorosa de esta Reina que, sentada creativamente en los arcos del Patio de los Leones, a la luz de las velas y escoltada por el sudario que cuelga de la Cruz ya vacía, va bajando a la ciudad de Granada.

«Y, ¡cómo pasas!… El tiempo no se mide, se inhibe la distancia y cada persona se pierde en tu dolor.

Con tu caminar eterno miras dentro de ti, soportas la pena, y un instante enciende chispas de eternidad.

El silencio misterioso resulta inmenso desierto que se duele en el ocaso sin decir nada hasta el alba.

Entre piedras y flores se oye tu voz, tu dolor, tu soledad y tu espera».

(José Luis Font Nogués. Exaltación. AliarEdiciones. Granada 2021)

Y Granada anhela, vibra, espera, encuentra, habla y canta a su Madre que va dejando caricias en las almas de quienes la miran a la vez que la guardan en su corazón.

Educar en lo bueno

La ilusión es algo necesario para educar ya que nadie de cualquier edad puede desear algo que no le guste y no lo vea como algo magnífico a realizar, por eso la papilla para un niño pequeño se convierte en un avión que aterriza en la boca, así el niño se divierte y cumple con su función esencial de alimentarse. Igual pasa a cualquier edad, si algo no es hasta divertido no se toma con interés

Sería desafortunado considerar los “deberes” que se han de realizar a lo largo de la vida como uno simples -a veces ingratos- deberes; es más deseable que todo aquello que en realidad hay que llevar a cabo -como el comer del niño- nazca como una convicción interior, algo en lo que se toma la iniciativa de forma voluntaria porque se es consciente que incide en la perfección propia, que es algo bueno. Así descartamos el cumplimiento por mandato, que puede ser desagradable, ¡qué sería del niño que solo comiera por mandato y no por jugar al avión que llega con algo que tiene buen sabor!

Supongamos que el niño que toma su papilla ha crecido y ya es autónomo para comer. Sus buenos padres pasarán a razonar con él para que coma bien, tranquilo y de modo limpio porque conviene a la buena digestión, a la higiene y a la reunión familiar agradable; en ese proceso el niño que había jugado al avión para comer y ya es mayor aprenderá a usar los alimentos y también aprenderá a ser respetuoso con las personas a la hora de comer.

Siguiendo con ejemplos de alimentación, el niño así educado crecerá y en un día de adolescencia o juventud se le puede ocurrir comprar un bocadillo en un supermercado, pero -si es que tiene mucha hambre- no se le ocurrirá tirar el envoltorio al suelo de la calle para comer y saciar su hambre. Ha sucedido que la buena toma de la papilla y los cuidados de la forma de comer ya ha dado como resultado un valor añadido, el de la ciudadanía, el de respetar la ciudad, o el poder pasar un rato agradable con amigos cuando la comida pasa a ser una forma de relación amistosa.

Lo bueno no se impone, sino que se fomenta, se induce, se motiva, se ilusiona. No obstante, para la persona no es el máximo objetivo el modo en que se come sino una necesidad de subsistir o de crecer o de mantenerse -una necesidad elemental- que lo eleva a un nivel superior por su capacidad racional y relacional. Por eso el hecho de comer con modos adecuados no solo es bueno en sí mismo, sino que es bueno en orden a algo superior como es la buena asimilación de alimentos y, mucho más, es bueno por poder compartir con amabilidad ese rato de expansión.

Como en las fábulas, todo tiene su moraleja: no busquemos con ansiedad un bien parcial de orden inferior o necesidad primaria, deseemos los bienes de orden elevado que perfeccionan a la persona; no los busquemos con ansiedad sino con la confianza y la esperanza de ser bueno para todos

Siguiendo con ejemplos de alimentación, el niño así educado crecerá y en un día de adolescencia o juventud se le puede ocurrir comprar un bocadillo en un supermercado, pero -si es que tiene mucha hambre- no se le ocurrirá tirar el envoltorio al suelo de la calle para comer y saciar su hambre. Ha sucedido que la buena toma de la papilla y los cuidados de la forma de comer ya ha dado como resultado un valor añadido, el de la ciudadanía, el de respetar la ciudad, o el poder pasar un rato agradable con amigos cuando la comida pasa a ser una forma de relación amistosa.