Resurgir de pandemias

En Sierra Nevada disfrutamos de la llamada flora autóctona, es pequeña, a veces no se advierte; entre pizarra y pizarra hay multitud de pequeñas plantas, algunas flores preciosas y raras veces vistas. Esta sierra que por su color pueda parecer tan seca, esconde lagunas, borreguiles y riachuelos que poco a poco van a regar toda la vega concediéndole gran riqueza.

Si no regateamos esfuerzos por acudir a esos bellos sitios lejanos que tan solo nos van a ofrecer la recompensa de unos momentos pasajeros, ¿por qué paralizarnos ante un contagio, un aislamiento, una revisión laboral o una vida social paralizada?, ¿acaso no hay más riqueza a nuestro alrededor? ¿No me trae el médico la solución técnica vital?, ¿es que no hay flores alrededor de tanta pizarra?

Una mujer sencilla y buena espera un día una prueba que oriente su salud, se encuentra sola, su esposo está hospitalizado por contagio de un virus sorprendente. Aunque es desolador, de repente, un enfermo presente ante nuestra mujer afligida ha sido removido, sus síntomas ya no son nada si se comparan con los de la buena mujer. Aparece en la sala una atención médica alegre, comprometida con la vida, que llena de ilusión. Allí mismo, un médico celebra con su paciente una mejoría que acaba de observar. Hay esperanza.

Tras una primera sinfonía instrumental de la Cantata 156 de Bach, el tenor irrumpe el segundo movimiento con un aria que plantea algo muy duro y que a todos hace temblar, “Estoy ya con un pie en la tumba”, que es o será una realidad inevitable para todos. La audición de esta composición sobrecoge por lo que la música dice detrás de estas palabras. No canta el tenor apesadumbrado en su situación, penosa pero real, porque lo bueno al final relucirá.

Con el tenor de nuestra Cantata de Bach va dialogando la soprano que al final declara “Todo es bueno si el final lo es”, expresión que puede considerarse desde distintas perspectivas, pero que nos viene a indicar que, si somos bien intencionados, todas las cosas que suceden -aunque no las comprendamos- contribuyen al bien. El cansancio de una excursión, la sequedad de la montaña, andar entre piedras, eso -¡tan molesto!- es lo que nos hace poder descubrir los borreguiles, el agua fresca que corre, los animales que no molestan, la flora autóctona -¡tan bella!- de nuestra Sierra Nevada.

De nuevo llegan las nieves, todo parece esconderse, ¿acaso ya no hay vida?, ¿acaso todo es dificultad? Solo los poetas, como Luis Rosales, nos lo pueden hacer comprender sin explicar:

Sentí que se desgajaba
tu corazón lentamente
como la rama que al peso
de la nevada se vence,

y vi un instante en tus ojos
aquella locura alegre
de los pájaros que viven
su feria sobre la nieve.

Toda dificultad puede ser encajada en un contexto lleno de sentido, no hay tarea buena si no ha costado trabajo, no hay amor verdadero si no lo has llorado, no hay obra de arte si no se sufre la belleza, de la semilla… el árbol, del silencio de la nieve… el bullir de la vida.
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FUENTE BIBLIOGRÁFICA: Revista OFECUM 1.XII.2020 (José Luis Font Nogués)