Cualquier tipo de comunicación con otras personas será de inmediato una fuente de influencia mutua que puede convertirse en ayuda o estorbo, amistad o enemistad o indiferencia, en actitud de educación o desafortunada influencia para los demás.
Si bien intencionados queremos presentarnos en las relaciones con los demás, será una premisa la valoración de la otra persona, dejando atrás intereses personales de cualquier tipo y toda actitud cosificadora del otro. El primer paso será de atención, de interés por lo que vive en su interior, por su ánimo, por su pensamiento, por el estado emotivo que deja ver la apariencia de su cara y tono de voz. Superado ese primer encuentro se puede avanzar hacia la simpatía, la empatía, el afecto, la confianza y la intimidad. No obstante, la buena relación exige evitar actitudes negativas como es la ocultación de la verdad, la excesiva independencia o seguridad en sí mismo, o un mal entendimiento de la dependencia e independencia; de modo positivo también exige la buen relación un lenguaje sencillo y sincero, una autenticidad en la comunicación, una adaptación al otro, un interés por el otro hasta ganar la aceptación mutua.
En la buena comunicación inciden palabras, gestos, imágenes y silencios. La comunicación no solo son palabras, y muchas palabras pueden cansar a los otros; la buena comunicación es proporcionada, así en un grupo o en el tú a tú de dos personas el tiempo empleado en hablar será de alguna forma igualitario, proporcionado, semejante, y solo así puede haber intercambio paulatino de ideas, ilusiones, consejos, manifestaciones. Hay que tener en cuenta que no todos somos iguales y se pudiera decir que el hablador debe intentar medir sus palabras y el callado debe esforzarse en hablar en vez de callar. Los silencios son necesarios para dejar hablar a otro y para entender lo que el otro dice. Los gestos hablan por sí solos y acompañan a las ideas haciéndolas más comprensibles. La imagen, la cara, expresa sola el interior sin que haya intencionalidad de que así sea.
Detrás de todo esto y como fundamento de la buena relación está el gran pilar o cimiento de la conducta personal de toda persona que se quiera comunicar y avanzar por el camino de la comprensión, fiabilidad, confianza y amistad. Nadie se fía ni quiere ser amigo de quien le engaña; al contrario, toda persona desea tener a su lado a quien le escuche, le entienda, le acompañe y le ayude.
El respeto y una comunicación fundamentada en el bien personal siempre serán condiciones necesarias para la buena relación