Educando continuamente

Toda persona vive en un entorno social con el que interactúa continuamente; esos entornos son muchos, pero se pueden concretar en familia, compañeros, amigos y cualquier tipo de vecindad de domicilio o de comercio o de expansión. Cualquier persona, casi sin quererlo, está continuamente orientando y educando a los demás, aunque padres y educadores tienen una acción familiar o profesional muy destacada y de gran responsabilidad.

Las relaciones mutuas en cualquier ámbito en que exista un mínimo de interacción educativa, se han de desenvolver ante todo en un clima de respeto mutuo, cosa independiente de las edades o categorías sociales porque toda persona es respetable en sí misma, a toda persona se debe no solo respeto sino admiración, quizá una admiración progresiva cuanto más se le conoce; así, puede ser inmenso el respeto y admiración de un padre por su hijo pequeño, de un amigo hacia otro amigo, de un ciudadano hacia una autoridad civil o de una persona hacia su vecino de vivienda.

En el marco de las relaciones mutuas, cualquier actuación personal influye, sin duda, en todos los demás desde el mismo instante en que se produzca una acción visible que todos quienes la perciban pueden valorar para pasar a aprobarla e imitarla o reprobarla y rechazarla. Por eso, entre personas que se tratan mucho puede haber comportamientos muy parecidos.

Si avanzamos en las relaciones educativas, a cualquier nivel, para que se lleve a cabo algo valioso que haga mejorar a las personas, se requiere una aceptación entre educando y educado; es decir, el hijo que acepta al padre, la nieta que acepta a la abuela, el amigo que acepta a su amigo, etc., porque reamente existen buenas valoraciones entre ellos, y eso sucede hasta en el trato más superficial de aquella persona que cede a otra el paso por la calle con una sonrisa.

El amigo, el padre, el profesional de la educación y, como se viene diciendo, cualquier persona, serán tanto mejores educadores cuanto más conozcan la realidad del otro y sitúen esa percepción en el marco del respeto y nunca de la posesión ni del mandato; la libertad es algo que está por encima del afán de ayudar y del ayudar a mejorar.

Un pequeño detalle hace que mejore aún más las ayudas que podemos prestar a los demás y es la reflexión sobre las relaciones personales, el modo de ser de los otros y la verdad acerca de las ideas, valores o principios que iluminan la vida y se transmiten sin pensarlo o se transmiten intencionadamente. Y otro pequeño detalle necesario es la sinceridad, transparencia y confianza entre las personas sin que pueda darse problemas ni dificultades para actuar, expresarse y manifestar lo que se piensa.

En definitiva, la persona no vive sola en el mundo, se relaciona y es humano desear el propio bien y el bien de los demás que nos rodean habitualmente, los cercanos: es una cuestión de trato y de verdadero amor.

José Luis Font Nogués