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La educación es el arte de moldear con respeto y seguridad cada ser que aprende a vivir con libertad

Cuatro principios educativos

José Luis Font Nogués

Los focos educativos son como las piedras preciosas engarzadas en el oro de la humanidad. Así, educar es tarea de orfebrería fina apasionante y absorbente que, inevitablemente, se desborda de la inteligencia, de la voluntad y de la creatividad del educador.

Es grato comprobar que el buen metal humano se deja trabajar con docilidad en busca de una obra de arte intensamente querida: el estilo personal de cada alumno, de sus padres, de sus madres y de cada profesor, que desean hacer vida un proyecto educativo.

Ser educado es cuestión pedida, deseada, permitida por toda persona que –aunque no lo supiera- quiere alcanzar la plenitud de su ser y confía en alguien que le pueda ayudar.

El respeto a la persona es un primer principio de vida indispensable. Confiamos en que cada persona se pueda valer por sí misma después de observar buenos modelos, de contactar con lo bueno, de hacer lo bueno, ¡de ser bueno!

Este respeto personal es universal en el tiempo, en el espacio y en toda época de la vida de cada persona, desde el instante de la concepción hasta el agotamiento natural de su vida. En medio de ese proceso la persona también merece respeto cuando tenga ideas y actuaciones acertadas o desacertadas, que en cualquier caso hay que ayudar.

Como segundo principio, el amor a lo bueno –lo único que por naturaleza se puede querer- hará que nos desvivamos por hacer presente el bien en cada expresión personal. Cada persona valiosa en sí misma y digna de admiración. Los errores e incapacidades hay que ayudar a solucionarlos. Si el educando desea, el bien siempre aflora y reluce.

La espera, el detenimiento, la contemplación, es un tercer principio a tener en cuenta, y es propio del amor. Es el enamorado quien espera el encuentro con la persona amada. El educador mira a su alumno y –suspendido el tiempo- ve plasmada la hermosura de todos los bienes dejados caer en él, cada uno en el momento oportuno: la apertura a las capacidades, la consolidación de hábitos y valores, más la puesta en marcha de toda esa riqueza plasmada en un estilo personal de vida. El educador detuvo el tiempo para que su educado fuera saboreando cada observación que le interesó, observación hecha a la medida de lo bueno.

En cuarto lugar, el impulso o estímulo es el principio de lo vital. El vivir hay que orientarlo; el buscar el bien hay que estimularlo. Loco debe ser el que no tiende al bien, el que no lo busca, el que no ama lo bueno con pasión. La pereza es ceguedad ante el bien, es parada irresponsable ante el movimiento inevitable hacia el bien.

Por tanto, el respeto a la persona, la contemplación de lo bueno de cada ser, la espera a que cada persona haga lo bueno, la contemplación ante la riqueza que manifiesta el bien material o espiritual, el estímulo para hacer el bien, el impulso para incorporar valores, son principios para tener siempre en cuenta y consolidar en los protagonistas de proyectos educativos  mirando a que reine la civilización del amor: amor al Bien, a la Vida, a la Persona, al trabajo bien hecho, a la dignidad humana.

Pedagogía del deseo

El miércoles 7 de noviembre de 2012 tuvo lugar en la Ciudad del Vaticano la tradicional audiencia semanal de Benedicto XVI. En ella trató del tema de la Fe en el orden trascendente y espiritual, como es propio de su competencia, pero lanzó una propuesta que  también afecta al ámbito educativo de la persona: la pedagogía del deseo.

Decía: “El deseo humano tiende siempre a determinados bienes concretos, a menudo de ningún modo espirituales, y sin embargo se encuentra ante el interrogante sobre qué es de verdad «el» bien, y por lo tanto ante algo que es distinto de sí mismo, que el hombre no puede construir, pero que está llamado a reconocer. ¿Qué puede saciar verdaderamente el deseo del hombre?”

“El hombre, en definitiva, conoce bien lo que no le sacia, pero no puede imaginar o definir qué le haría experimentar esa felicidad cuya nostalgia lleva en el corazón”.

Propone Benedicto XVI que sería de gran utilidad promover una especie de pedagogía del deseo que comprendería dos aspectos.

Primer aspecto: “Aprender o re-aprender el gusto de las alegrías auténticas de la vida”.

Efectivamente, “No todas las satisfacciones producen en nosotros el mismo efecto: algunas dejan un rastro positivo, son capaces de pacificar el alma, nos hacen más activos y generosos. Otras, en cambio, tras la luz inicial, parecen decepcionar las expectativas que habían suscitado y entonces dejan a su paso amargura, insatisfacción o una sensación de vacío”.

Para ello habría que “educar desde la tierna edad a saborear las alegrías verdaderas, en todos los ámbito de la existencia: la familia, la amistad, la solidaridad con quien sufre, la renuncia al propio yo para servir al otro, el amor por el conocimiento, por el arte, por las bellezas de la naturaleza”.

Ello implica “ejercitar el gusto interior y producir anticuerpos eficaces contra la banalización y el aplanamiento hoy difundidos”.

Pero también “los adultos necesitan redescubrir estas alegrías, desear realidades auténticas, purificándose de la mediocridad en la que pueden verse envueltos. Entonces será más fácil soltar o rechazar cuanto, aun aparentemente atractivo, se revela en cambio insípido, fuente de acostumbramiento y no de libertad”.

Segundo aspecto: “No conformarse nunca con lo que se ha alcanzado”

Precisamente «las alegrías más verdaderas son capaces de liberar en nosotros la sana inquietud que lleva a ser más exigentes”. Lo finito y caduco no puede satisfacer suficientemente y la persona constantemente busca un algo más.

“Aprenderemos así a tender, desarmados, hacia ese bien que no podemos construir o procurarnos con nuestras fuerzas, a no dejarnos desalentar por la fatiga o los obstáculos”.

Esta propuesta habla de vencimiento personal y de búsqueda habitual de lo bueno, lo que coincide con un estreno y reestreno constantes, diarios, síntoma de juventud. Sólo el espíritu joven está en condiciones de desear lo bueno y estrenarlo cada día con ilusión. La persona y la sociedad no pueden ser viejas, no pueden estar agotadas, deben mirar a los niños, aprender de ellos la novedosa “búsqueda del bien” llena de interés. La búsqueda conduce al deseo de lo bueno y ese deseo lleno de verdad hace ser capacitado para el goce y la felicidad.

Construir para educar bellamente

José Luis Font Nogués

Se escribe esta página en este blog por la importancia que se advierte en ella de poder educar en la belleza.

* * *

CONFERENCIA INAUGURAL DEL CENTRO DEL ARZOBISPADO,

STUDIUM GRANATENSE ET SACROMONTANUM

GRANADA

 

Elena Ugolini, Subsecretaria del Ministerio de Educación de Italia

 

Este edificio se ha abierto en Granada en 2012 para la educación

Este edificio se ha abierto en Granada en 2012 para la educación

4 DE DICIEMBRE DE 2012

Saludo con afecto a todos los participantes en esta ceremonia de inauguración del nuevo edificio de la escuela superior construida por la Archidiócesis de Granada para albergar el “Centro de Magisterio La Inmaculada”, y algunas otras instituciones educativas de grado superior como la “International Academy of Philosophy”.

Educar para la belleza

Lo que más impresiona al llegar aquí y ver este nuevo edificio es su belleza, su magnífica belleza. Las paredes del edificio, blancas como la luz, se desgranan alrededor del verde prado, como los muros del monasterio medieval alrededor del claustro, sobre el que se abren las grandes vidrieras de dejan traspasar la luz fuerte y potente de estas tierras, que reverbera en las paredes, en los objetos, en los bancos, en las sillas. Aquí ningún detalle es accesorio. Todo está cuidado hasta en los más pequeños detalles, todo está en un perfecto equilibrio de luz, color y estilo; todo está iluminado por la luz, que da vida y une cada elemento, en esa armonía unitaria que es también el humus de la enseñanza: unidad de los docentes (que de hecho aquí se ven desde una clase a la otra); unidad de las disciplinas (las aulas se distribuyen alrededor del fulcro central del claustro); unidad entre docente y estudiante (este lugar ha sido plasmado de una manera tan hermosa, para que los jóvenes se sientan acogidos, apreciados, estimados).

¿Cuál es el mensaje educativo más hermoso que podemos ofrecer a nuestros jóvenes? En un momento de grave crisis como el actual, en el que parece que el nihilismo y el escepticismo (también de los adultos) toman la delantera, un lugar como éste es la prueba concreta, encarnada, de que hay una esperanza. Aquí se ve concretamente que la fuente de la educación es la belleza: como escribía Dostoevskij: “La belleza salvará al mundo”.

Es la frase que ha dicho la directora de un colegio de S. Luca d’Aspramonte, en Calabria, una de las poblaciones de Italia que tienen una tasa más alta de densidad mafiosa.

Me encontré con ella hace cinco meses, en primavera, lloraba. Me hizo ver en su móvil las fotos de su colegio: completamente destruido, con los baños fuera del edificio, expuestos al frío y en condiciones higiénicas indecorosas. Me pidió ayuda; hice poquísimo pero me parecía un delito no hacer nada. Llamé entonces al prefecto de la región (Reggio Calabria), que en pocos meses le ayudó a hacer lo que nadie había conseguido en diez años. Ella, que el año pasado había asumido de mala gana el cargo de directora, con su fuerza de voluntad y su deseo de cambiar las cosas, por fin había conseguido dar a sus muchachos lo que nunca habían tenido, ni pensaban que podrían tener.

Esos mismos muchachos que sólo eran capaces de destruir el edificio, encerrados en sí mismos, tristes y enfadados con el mundo. Después de un año, tras la reestructuración del colegio, con sus padres, los mismos padres que la primera vez que fui a Reggio Calabria ni siquiera me indicaban el camino para llegar al instituto, ahora, durante la inauguración del colegio, nos acogían con gestos de amabilidad, sonrisas y atenciones. Todo el pueblo acudió a ver el nuevo colegio: niños, fontaneros, electricistas, comerciantes.

¿Qué había pasado en esos meses? Nos lo explicó la misma directora: «A menudo me vuelve a la mente Dostoevskij: “el mundo se salvará por la belleza”. Pienso que la belleza de la que habla el escritor ruso es la que lleva a cabo el hombre cuando realiza algo creativo, generativo. Y el colegio que deseo para mis alumnos debe hacerles conocer esa “Belleza” que sólo el arte, el conocimiento y la cultura pueden dar. Y esto les mantendrá lejos del mal y les hará vivir como hombres libres… Movida por este deseo, inicié mi proyecto de rehabilitación».

Escuchando estas palabras pensé: pero ¿por qué la belleza salvará al mundo? Porque para el gran escritor ruso, al igual que para la directora, la belleza no es un discurso, sino un hecho: y los niños, los muchachos, los jóvenes no quieren discursos, sino que necesitan ver hechos, acontecimientos, a través de los cuales puedan comprobar que los adultos, los profesores, los maestros tienen mucho interés en su bien.

Las exigencias de sentido

 Se educa para la belleza a través de la belleza.

Cada niño, cada joven lleva dentro algo que nadie puede ofuscar o aprisionar. Esas exigencias originarias de verdad, belleza y justicia que siempre se pueden aprovechar, a menudo como un recurso que ni siquiera él sabe que tiene y que hace mágico y sorprendente el momento del descubrimiento como base de todas las relaciones. El desafío no es “organizar” una escuela o una universidad eficiente, sino que el deseo de los jóvenes no disminuya, haciendo que nazca en ellos una atracción y un sentido hacia lo que se les propone. El desafío es que haya adultos que estén a la altura de estas necesidades.

A menudo decimos que los muchachos están distraídos en clase. Un profesor amigo mío he ha hecho caer en la cuenta de una cosa muy sensata: lo contrario de “distraídos” es “atraídos”. La pregunta que tenemos que hacernos ante nuestros estudiantes es qué les puede atraer, qué les puede suscitar curiosidad, qué puede interceptar esas exigencias de verdad, belleza y bondad que cada uno lleva dentro de sí, qué puede volver a encender su curiosidad.

Un sábado por la mañana, al final del curso pasado, me desperté con un mensaje terrible en el móvil que me avisaba del atentado en el colegio de Brindisi. La explosión había asesinado a una espléndida criatura de dieciséis años y había herido a cinco compañeras suyas ante los ojos perplejos y aterrorizados de sus compañeros de colegio.

Al día siguiente fui rápidamente a Brindisi: no me podía creer que una chica pudiera morir mientras iba al colegio, que es el lugar de la vida, de las esperanzas, de los sueños.

No conseguía quedarme tranquila: al colegio se va para vivir o para aprender a vivir, no para ver cómo se queman los compañeros, seguía repitiéndome. Fui al hospital para ver a las chicas heridas: estaban cansadas, exhaustas, pero en sus ojos, tan luminosos, nacía la luz de la recuperación, la fuerza de la valentía. Ellas ya habían vencido a la violencia.

En ese momento entendí que el deseo de la vida es algo irreducible y emocionante. Después fui a la escuela de la pequeña Melissa y me quedé pasmada. Entre las frases escritas por los amigos, una decía: «en el colegio sólo se debería morir de aburrimiento». Esta frase me deja inquieta y deseosa de luchar para que las mil horas de clase cada año tengan una envergadura a la altura de los deseos y de las exigencias de los jóvenes.

Enseñanzas maestras

Pero ¿cómo es posible hacer que lo ordinario sea extraordinario?

Se puede rodear a los muchachos de cosas bonitas, pero si no se enciende la luz que muestra el nexo entre esa belleza y su vida, todo resulta en vano. El problema no son los muchachos: son los adultos.

Si están ellos dispuestos a dejarse herir por la Belleza de lo que enseñan y a dejar abierta la herida; si están ellos impresionados por la Verdad, si son ellos curiosos. Docentes que muestren a los muchachos el sentido de las cosas, el nexo entre la belleza y la realidad, es decir, el sentido de la vida.

El objetivo de la escuela, si queremos intentar una síntesis, es suscitar el interés por la totalidad de la realidad, el mismo interés que debería haber impresionado al docente.

El sentido de la educación

El corazón de la escuela es la educación. La relación que se puede establecer entre estudiante y maestro. Pero esta relación tiene un objetivo muy preciso: no vincular a uno mismo sino abrir a la realidad en su totalidad.

Como ha escrito el filósofo alemán Josef Andreas Jungmann: «La educación es la introducción en la realidad total» (in ChristusalsMittelpunktreligiöserErziehung, Freiburgi.B. 1939).

¿Qué son, de hecho, las disciplinas si no caminos para entrar en relación con la realidad, para entenderla, para hacer fructificar ese patrimonio de experiencia y de conocimiento que nos llega a través de nuestra tradición para que sea reinventado?

Las características del docente

Ahora bien, para el docente la educación consiste en «cómo hacer conocer».

Einstein escribía en los Pensamientos de los años difíciles (1936): «A veces se ve en la escuela un simple instrumento para transmitir una cierta cantidad máxima de conocimiento a la generación que se está formando. Pero esto no es exacto. El conocimiento es algo muerto; la escuela, en cambio, sirve para vivir».

¿De qué manera ayuda a vivir el conocimiento? Tenemos que preguntarnos: ¿cómo intento yo, docente, en mi materia hacer conocer, convertir en experiencia lo que digo? Es decir, cómo lo que enseño aumenta el conocimiento que los estudiantes tienen de sí mismos y de la realidad; cómo la disciplina que enseño contribuye al crecimiento de la persona en su integridad.

Es necesario un triple compromiso:

1. Es necesario dominar la materia y hacer entender bien lo que se dice asumiendo como punto de partida el mundo categorial del alumno (para entendernos: no se puede dar un bistec a un niño de tres meses).

2. Hacer ver concretamente de qué manera aquello que se estudia tiene que ver con su experiencia y responde a esas exigencias de verdad, belleza y bien que posee.

3. Hacer ver la conexión entre lo particular y la totalidad: puedo soportar el cansancio del camino teniendo en mente la meta y empezando a disfrutar de algunas vistas del paisaje que se abre ante mí.

Universidad y escuela

La clave de todo, por tanto, está en disponer de docentes preparados, apasionados por lo que enseñan, dispuestos a trabajar juntos, dispuestos a encontrar todas las vías que permitan interceptar la curiosidad de los jóvenes y ayudarles a hacer fructificar sus talentos.

La predisposición (talento, inclinación natural) hacia lo humano no se puede adquirir con créditos universitarios, pero se puede hacer madurar mediante el encuentro con maestros capaces de mirar a la persona en su integralidad, sin detenerse en la apariencia. Enseñar es un arte. Por ello un centro de magisterio debería ser un lugar en el que sea posible relacionarse con maestros. Es imposible hacer escuela sin ir a la escuela. Por ello es necesario estrechar cada vez más la relación entre las dos instituciones, para construir una alianza virtuosa.

El fin de la escuela

“Se educa con lo que se dice, con lo que se hace, pero mucho más con lo que se es”.

De hecho, el educador es aquel que comunica el propio modo de relacionarse con la realidad, «la manera personal de percibir, de evaluar y de afrontar, es decir, de saborear y de hacer fructificar la realidad».

Esta frase me la descubrió la persona que me ayudó por primera vez, a los catorce años, a darme cuenta de que existía una clave para abrir todos los aspectos de la realidad. Mi compañero de pupitre y yo, al igual que Leopardi y Platón, teníamos en común el mismo deseo de verdad, de bien y de belleza. Esta persona se lama Don Luigi Giussani. Os invito a leer un texto central para toda la pedagogía del siglo XX como es Educar es un riesgo (Educar es un riesgo: apuntes para un método educativo verdadero, Encuentro Ediciones, 2006).

El corazón de la escuela es la educación, es la relación que cada día se instaura entre docentes y estudiantes: en clase se juega esa entrega de consignas, desde una generación a la otra, sin la cual no puede haber futuro. Cada día miles de docentes ayudan a los “jóvenes” a entrar en la realidad, captando su valor.

Esto es lo que sucede dentro de estos bellísimos muros, que testimonian toda la pasión de quien los ha querido y hecho construir para los jóvenes de hoy, los adultos de mañana.

Os doy las gracias, por ello, por tanta pasión enérgica que es testigo de cómo un ideal encarnado horada la opacidad aparentemente impenetrable de esta época nuestra.

Para concluir cuanto se ha dicho, cito unas palabras de Charles Moeller me parecen muy actuales, precisas e iluminadoras: «Cuando durante bastantes horas al día se tienen delante veinticinco rostros de muchachos desde los quince a los dieciocho años, que se vengan despiadadamente de uno mismo si se es aburrido en las clases, pero que nos miran fijamente con sus ojos de claridad – a veces de ternura – cuando en el silencio profundo de una hora matinal un reflejo de la belleza y de la verdad les ilumina, es imposible no plantearse y volver a plantearse sin pausa las cuestiones eternas que constituyen toda la vida de un hombre; y es imposible no responder, porque la juventud es impaciente. Los libros, entonces, ya no bastan. La respuesta debe darse inmediatamente, y debe ser verdadera, es decir, total, porque nadie puede engañar a la juventud. Es necesario entonces cerrar los libros, sin olvidarlos, es necesario mirar a la cara a estos jóvenes, es necesario sobre todo interrogarles sobre sí mismos y responder a las cuestiones esparcidas en los textos de nuestros autores» (en Humanismo y santidad, Editorial Juventud, 1967).

Gracias.

Elena Ugolini

Sottosegretario del Ministero dell’Istruzione dell’Università et della Ricerca

(Texto provisional, confrontar con el pronunciado en la inauguración)

Saber comprender

La comprensión parte de una mirada llena de amor hacia las demás personas y que logra alcanzar la profundidad del corazón del otro; en esa profundidad sabe encontrar la parte de bondad que hay en todas las personas.

El amor a todas las personas y el respeto a su dignidad lleva a querer, disculpar, perdonar y, también, a exigir en el marco del conocimiento que proporciona el amor; así se conjuga alabar el bien del otro, comprender sus debilidades, cubrir sus deficiencias y ayudarle con una amable exigencia.

De la comprensión brota la sintonía entre las personas, una comunidad de sentimientos; por eso es bueno descubrir (tener el buen hábito de descubrir) las cosas buenas que hay en cada uno, y descubrir también los defectos no para criticarlos sino para corregirlos con cariño.

Es muy buen ejercico el de purificar nuestra mirada para saber leer sabiamente en los corazones.

 

Reir para educar

José Luis Font Nogués

Un día leí en la prensa una entrevista a un famoso payaso que el periodista tituló «Quien no ríe pierde la salud». Este encuentro del payaso con la prensa fue motivado por un espectáculo titulado «A mis niños de 30 años». Lógicamente, el periodista no pudo evitar la pregunta:»¿Hay niños de 30 años?, ¿hacerse mayor no consiste en eso, en matar al niño que cada uno lleva dentro?». Miliki, el payaso, respondió: «Pobre, desgraciado de aquel que haya matado al niño que lleva dentro: ha perdido lo más importante de toda su vida». (Entrevista a Emilio Aragón, «Miliki», payaso. Diario Ideal. 25-IX-2000, pg 12 y 13). Los padres y educadores siempre han de tener estas ideas a la vista. Para educar al niño, hay que hacerse niño y como los niños, alegre, risueño, atractivo, con interés descubridor por las cosas, innovador.

Y, «¿para qué sirve la risa?», seguía preguntando el periodista en la entrevista antes mencionada. La respuesta del payaso Miliki es la de un gran sabio psiquiatra: «La risa vale más de lo que la gente normalmente cree, porque la risa cura. La gente que ríe es gente sana, gente feliz; la gente que no ríe tiene problemas de salud». Y es cierta esta observación. Un año tuve ocasión de reunirme con un grupo de profesionales jóvenes para participar en una actividad formativa-cultural; al finalizar caí en la cuenta que todos habíamos trabajado mucho, pero lo que todos recordábamos es lo bien que lo habíamos pasado. El curso fue formativo y curativo; al final estábamos más sanos que al principio, nuestra higiene mental era de mayor calidad, ¡habíamos reído mucho incluso en un ambiente de trabajo serio y cordial!

Me sigo refiriendo a la mencionada entrevista y me permito una pequeña reseña biográfica: Miliki -con Gaby y Fofó- estuvo en Cuba 27 años y después de la revolución castrista abandonó la isla con destino a Puerto Rico; tras éxitos en Sudamérica volvió a España en 1973. Por esta trayectoria hace el periodista otra pregunta, «¿Está usted doctorado en infancia?», a la que Miliki responde algo que interesa a los educadores: «En Cuba y nos pusieron tres profesores en el programa para que atendieran nuestras necesidades; a las seis semanas renunciaron porque entendían que, de niños, sabíamos más nosotros que ellos. Era fruto de nuestra relación diaria».(cfr. id Ideal). Y Miliki sigue apoyándonos en esta idea de ser como niños, alegres como los niños.

No obstante, los mayores han creado corazas y resentimientos provocados voluntaria o involuntariamente, y a veces incluso lloran, son agrios y sufren, cosa que no entienden mucho los niños. «El tópico del payaso -sigue preguntando el periodista- que aún en la desgracia ha de salir a hacer reír a los demás, ¿responde a la realidad?». Y nos suena esta pregunta a algo muy personal que a veces nos toca muy de cerca y dudamos si sabremos estar a la altura de las circunstancias. «La lágrima del payaso -responde Miliki- es un invento de los novelistas ingleses. Hay una anécdota muy célebre, la de Garrick, un payaso muy famoso. Un señor va al médico para que le cure, el médico le aconseja que vaya a ver a Garrick, y él contesta: ‘Es que Garrick soy yo’. A mí se me murió mi padre y al día siguiente debutaba con un espectáculo en el circo Price. Tuve que hacerlo pese a que las carcajadas me sonaban a vacío, a absurdo, nada tenía sentido… pero era mi profesión y tenía que entregarme» (cfr. id. Ideal). ¿Tendrán que ver estas palabras del famoso payaso con la actitud de una buena madre que alegra la cara y ríe por hacer y ver feliz a su hijo?. Es lo que hemos de pedir con la poetisa Gloria Fuertes:

Anda, pasa.
Pasa, anda,
no tengo más remedio que admitirte,
Tú eres el que viene cuando todos se van,
El que se queda cuando todos se marchan
El que cuando todo se apaga, se enciende.
El que nunca falta.
Mírame aquí,
sentado en una silla dibujando…
Todos se van, apenas se entretienen.
Haz que me acostumbre a las cosas de abajo.
Dame la salvadora indiferencia,
haz un milagro más,
dame la risa,
¡hazme payaso, Dios, hazme payaso!

Ser payaso auténtico es saber entregar a los demás lo mejor de uno mismo, no sólo por la buena intención de que los otros estén alegres, sino porque realmente entendemos que el otro o los otros que tenemos ante nuestros ojos merecen nuestra sonrisa y porque realmente nos alegra su presencia y su vida.

Un amigo mío me explicó un día lo que era «la sonrisa de los ojos», de mucha más calidad que «la sonrisa de la boca», que incluso puede reflejar a veces alguna falsedad.

Fuente de documentación

Se añade hoy a este blog una interesante fuente de documentación. Se aloja en la barra lateral derecha, en la sección de enlaces y bajo el título «Fuentes de documentación».

Se trata de la base de datos DADUN (Depósito Académico Digital Universidad de Navarra), que ofrece el Servicio de Bibliotecas de dicha Universidad y que contiene más de 13.000 documentos de profesores universitarios que tratan temas de cada una de las Facultades de la Universidad, incluyendo Congresos y Simposios Internacionales.

Según consta al inicio de esa web, DADUN es el depósito institucional destinado a reunir, conservar y difundir a través del acceso abierto los documentos resultantes de la actividad académica y científica de la Universidad de Navarra.

DADUN está organizado en siete grandes ámbitos: Depósito Académico, Materiales Docentes, Publicaciones institucionales, Revistas UN, Archivo General, Fondo Antiguo y Tesis Doctorales.

Se añade en la web el blog «Investigación científica en abierto» con información sobre el acceso abierto y DADUN.

Importancia de la autoestima

La estima personal se fundamenta en el conocimiento propio, con todas las características –positivas y negativas- que tenga el interesado.

Los educadores deben buscar ser lo más expertos posible para favorecer ese conocimiento propio en cada persona que se pretende educar. Así, el educando, irá siendo capaz de tomar decisiones acertadas en el marco de su libertad. La persona en proceso de educación ha de ir modelando y utilizando adecuadamente su carácter, su inteligencia, sus emociones, su voluntad, sus sentimientos, etc., estando capacitado progresivamente para interactuar en el mundo que le rodea. La estima personal favorecerá ese desarrollo y rendimiento de sus capacidades.

La autoestima da seguridad al educando y, por ello, estará motivado para su trabajo y sus relaciones con el mundo que le rodea.

En lo que se refiere al trabajo, la persona con autoestima se ve capaz de acometer sus tareas, sabe de sus capacidades y de sus limitaciones, por lo que sabrá ordenar sus procesos personales, sabrá preguntar y asesorarse por sus padres y profesores y cuantas personas le quieran.

En lo que se refiere a las relaciones con el mundo que le rodea, la persona con autoestima se sabe persona única, capaz de dar algo porpio a los demás y, por tanto, capaz de recibir como don lo que las demás personas puedan ofrecerle.

Para favorecer este buen desarrollo del educando, hemos de entender que le hacen falta modelos que le hagan ver cómo se pueden hacer realidad en una persona los valores e ideales a los que puede aspirar por sí mismo o les puedan aconsejar los demás. De ahí que los educadores hayan de ser ejemplares para los educandos.

Mas esa ejemplaridad no puede ir sola, indiferente o aislada, sino que sólo es explicable y sólo es modelo si va de la mano del amor al educando. Por eso los padres son los primeros educadores y, en esa misma línea, todo educador ha de ser llevado por cierto afán de paternidad.

 

El bien no hace ruido

Al decir que el bien no hace ruido la palabra “bien” se utiliza para nombrar algo que una persona realiza conforme a todo lo que honradamente parece acertado en torno a esa ejecución. Para hacer esta catalogación de un acto hay que analizar –si se puede- multitud de aspectos, la cosa en sí misma, intencionalidades, repercusiones y circunstancias en torno a la realización de esa acción que calificamos como un bien. Es de interés para los educadores suscitar en los niños, adolescentes, jóvenes, mayores y ancianos el interés por hacer siempre el bien, sin hacerse notar.

A modo de ejemplo y sin detenernos en esos análisis arriba incoados, nadie verá erróneo que podamos dar el título de “bien” a las acciones que una persona dice realizar en África y que manifiesta que hacen también otras personas con ilusión por ayudar a los africanos:

1) transportar por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas;

2) enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado;

3) haber salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas;  Sigue leyendo

Educar personas serenas

José Luis Font Nogués

No presenta tal título los consejos para que una persona esté tranquila o que no sea nerviosa. La serenidad interior no es idéntica a las cuestiones de carácter o de condiciones corporales.

Cada persona se encuentra ante un mundo cambiante que hereda una historia y un mundo que hace cada instante con la actuación propia y de los demás. No encuentra, pues, cada uno un mundo ideal en el que soñó siempre para poder vivir; más bien encuentra un mundo en estado de elaboración al que ha de dar respuesta.

¿Cuál será la mejor respuesta que cada persona pueda dar al mundo en que vive y en la zona que esté a su alcance? Responder a esta pregunta lleva consigo conocer la historia y la herencia que ha recibido, a nivel familiar y social. Una vez asumida esa historia, ha de percatarse de los acontecimientos que le envuelven. A partir de ahí puede plantearse cada uno la forma en que debe actuar. Es en ese entorno donde cada uno debe vivir gustosamente consigo mismo, con su trabajo bien elaborado y con las personas que le rodean.

El entorno será capaz de mostrarnos su belleza y saber captarla nos dará alegría y paz. La herencia recibida estará llena de buenos acontecimientos que nos hayan aportado riquezas –no sólo de patrimonio, que alguna habrá-, sobre todo de aquellas que ennoblecen nuestro marco familiar; quizá haya constancia de realidades de esa herencia que podamos calificar de lamentables, pero la actitud de queja ante ellos no soluciona nada porque nada del pasado podemos cambiar ya. Nos queda la realidad que vemos cada día y en ella sí podemos actuar para mejorarla, tanto como una realidad personal como una realidad de la que participan los demás.

Acogida la realidad queda por pensar en los modos de actuar. Es ingrato el modo agrio, desagradable, de desconfianza, de sospecha, de imposiciones, etc. Es obvio, y no hay que demostrarlo, que las buenas actuaciones van de la mano del respeto a las personas, del respeto a la libertad de cada persona, de la valoración personal de la dignidad de todos. La actuación diaria más adecuada está llena de iniciativas positivas que colaboren en el logro de soluciones buenas para todos.

Y queda reflexionar sobre lo que llamamos bueno. Lo bueno no es lo que gusta en un momento, lo que aporta satisfacción o salud, etc. Quizá sea tan difícil definir lo bueno como difícil es definir el ser humano mismo. Para ver qué es lo bueno en cada momento hay que atender en ese instante a quién es la persona y dónde está su dignidad –esa heredada y esa elaborada a lo largo de los años de vida- para determinar la actuación que mejor convenga en ese momento de su historia, sabiendo además que, aunque ni siquiera lo piense, será su modo de hacer una pequeña aportación a los que viven en ese instante y a los que serán sus herederos.

La serenidad o la serena aceptación de la realidad será, pues, “la condición para que el hombre pueda vivir amistosamente con sus semejantes y consigo mismo; la condición, por tanto, de una vida feliz, y la condición para que el sentido subjetivo de la vida no sea desmentido por la realidad” (Robert Spaemann)

Una propuesta educativa de Esopo

Se considera que Esopo (Grecia, siglo VI a. C.) consolida el estilo literario breve y con moraleja que llamamos “fábula”.

En la fábula titulada “Los dos perros” da un consejo de constante actualidad:

“Un hombre tenía dos perros; había enseñado a uno de ellos a cazar, y al otro le tenía encomendada la guardia de la casa. Cuando el que cazaba traía algo, lo comían juntamente uno y otro, lo cual llevándolo a mal el cazador, reconvino al otro de que no haciendo nada viniese luego a participar de lo que él cazaba después de trabajar todo el día. No es a mí, respondió éste, sino al amo, a quien debes reprender, pues no me ha enseñado a cazar, sino a comer de lo que cazan otros.

No debe reprenderse a los hijos mal educados que nada saben, sino a sus padres, porque no han procurado enseñarlos.”

Hasta aquí el texto de Esopo, que en formulación positiva podría decir: Efectivamente, en todos los siglos, hoy también, son los padres los que aportan la tarea amorosa de la educación de sus hijos, tarea que -además de indispensable- es hermosa y hace felices a padres e hijos.

Consejos de Benedicto XVI a profesores de Religión Católica

El sábado 25 de abril de 2009 Benedicto XVI pronunció un discurso a los participantes en el encuentro de profesores de Religión Católica de Italia centrándose en los siguientes puntos de interés:

1. El profesor de religión constituye una figura muy importante en el conjunto de los profesores, porque la enseñanza de la Religión Católica favorece la reflexión sobre el sentido profundo de la existencia.

2. Es necesario ensanchar los espacios de nuestra racionalidad, de volver a abrirla a las grandes cuestiones de la verdad y del bien en un marco de interdisciplinariedad.

3. Son evidentes las extraordinarias cimas del conocimiento y del arte, conquistadas por el espíritu humano con la fecundidad del mensaje cristiano.

4. La dimensión religiosa es parte integrante de la persona, desde la primerísima infancia; es apertura fundamental al otro y al misterio que preside toda relación y todo encuentro entre los seres humanos.

5. Entre los aspectos principales de la tarea del profesor de Religión destacan la comunicación de la verdad y de la belleza de la Palabra de Dios.

6. La presencia del profesor de Religión es un valioso ejemplo de ese espíritu positivo de laicidad que permite promover una convivencia civil constructiva, fundada en el respeto recíproco y el diálogo leal.

Las palabras de Benedicto XVI son las siguientes: Sigue leyendo

Ayudar a encontrar la belleza del ser humano

José Luis Font Nogués

La belleza del ser humano se capta en la armonía de todas sus cualidades, precisamente cuando brillan en el conjunto de la persona. Es un efecto parecido, pero superior, a la impresión que unas bonitas flores bien organizadas impactan y ennoblecen en una habitación con muebles agradables y ordenados. Cuando destellan las buenas cualidades de la persona se perciben ciertas capacidades que no sólo son agradables sensiblemente –que sería una categoría baja de sensibilidad estética- sino que ratifican el ser suyo y el de los demás.

Interesantes casos de belleza son la brillantez de la inteligencia, el buen uso de la libertad y ejercer la capacidad de amar. Por ser inteligente, la persona es capaz de entender más allá de la percepción sensorial, es capaz de pensar y de elaborar ideas; se puede decir que es bello el buen uso de la inteligencia. Por ser libre, la persona puede optar por el bien y es bello que tome esa decisión. Además, tiene la capacidad de ofrecerse como don, como regalo a otros, y no un don material, sino que es capaz de ofrecerse a sí mismo dando su propia vida.

A su vez, las tres capacidades de la persona no se entienden fuera del ser del hombre como relación; no es el hombre un “para sí mismo”, sino un “para otros”. De hecho, desde antes de nacer hasta después del momento de la muerte, la persona no puede vivir sin relacionarse y es más feliz cuanto mayor ejercicio hace de su inteligencia, libertar y donación. Sigue leyendo

Lugares educativos para la percepción de la persona

José Luis Font Nogués

La actitud de padres y profesores ante la tarea educativa puede tener distintos enfoques. Nos centramos en el marco de aquellas personas que le dan prioridad, con una dedicación importante, y están dispuestos a no escatimar esfuerzos para llevarla a cabo.

Situados en este marco, podemos captar que hay diferentes formas de afrontar este trabajo: con exceso de confianza en que todo saldrá adelante, con vehemencia por que todo lo que se refiere a la educación del hijo o alumno salga lo mejor posible, con un aire impositivo, con un aire de amistad, con un aire normativo o con un aire de cariño -que a su vez puede ser exigente o no-, con auténtica libertad, con autoritarismo o con liberalidad; y muchas más variaciones podemos encontrar sobre la misma buena intención de educar.

Entre los casos positivos o más acertados, la preocupación de muchos padres o profesores puede destacarse tanto que llegara a ponerse idílicamente como una superestructura, como una carpa que se desea perfecta, pero que no alberga nada en su interior, incluso pudiera olvidarse de lo que en esos años de niñez y adolescencia debe tener centrados: la enseñanza de los buenos hábitos y de los saberes humanos. Ello nos lleva a pensar en la conocida controversia entre instrucción o educación y no debemos olvidar a ninguna de las dos ni a su complementariedad. Sigue leyendo

Importancia de la percepción de la persona en la tarea educativa

José Luis Font Nogués

17-noviembre-2002

Unos de los encuentros más interesantes con la persona se da en unos terrenos de juego muy concretos, el hogar, el aula y todo lugar en que el educador –padre, madre, profesor, familiar o amigo- esté con los niños, los adolescentes o personas maduras a las que se les ayuda por amor.

Desde la perspectiva del trabajo educativo, cualquier día al entrar en clase puede parecerle a un profesor que va a comenzar un rato lectivo; pero a quien pretende ser buen educador lo primero que le aflora naturalmente es mirar uno a uno a sus alumnos para intuir sin preguntar cómo está cada uno y cómo responderá a sus quehaceres del día. Ese que intenta ser buen educador entrará muy delicadamente en el interior de todos para comenzar a armonizar la jornada. En ese encuentro no valen las cuestiones físicas o materiales sino la interioridad de cada uno, la humanidad individualizada en cada persona. Por eso podemos decir que no educamos a los alumnos de una manera generalizada, sino que atendemos a cada persona, uno a uno, dentro del grupo en que se encuentren. No sólo eso, sino que valoramos sus características propias y vamos esculpiendo obras de arte personales atendiendo a las necesidades de su propia manera de ser, de la misma manera que no se esculpe de la misma manera una madera u otra, o un metal, una piedra o el mármol. Nos alegramos si se logra la obra de arte y lo seguimos intentando en casos de mayor dificultad, aunque, si al artista se le deja, la obra de arte no se abandona porque termina al fin de los días terrenos. Sigue leyendo