La estima personal se fundamenta en el conocimiento propio, con todas las características –positivas y negativas- que tenga el interesado.
Los educadores deben buscar ser lo más expertos posible para favorecer ese conocimiento propio en cada persona que se pretende educar. Así, el educando, irá siendo capaz de tomar decisiones acertadas en el marco de su libertad. La persona en proceso de educación ha de ir modelando y utilizando adecuadamente su carácter, su inteligencia, sus emociones, su voluntad, sus sentimientos, etc., estando capacitado progresivamente para interactuar en el mundo que le rodea. La estima personal favorecerá ese desarrollo y rendimiento de sus capacidades.
La autoestima da seguridad al educando y, por ello, estará motivado para su trabajo y sus relaciones con el mundo que le rodea.
En lo que se refiere al trabajo, la persona con autoestima se ve capaz de acometer sus tareas, sabe de sus capacidades y de sus limitaciones, por lo que sabrá ordenar sus procesos personales, sabrá preguntar y asesorarse por sus padres y profesores y cuantas personas le quieran.
En lo que se refiere a las relaciones con el mundo que le rodea, la persona con autoestima se sabe persona única, capaz de dar algo porpio a los demás y, por tanto, capaz de recibir como don lo que las demás personas puedan ofrecerle.
Para favorecer este buen desarrollo del educando, hemos de entender que le hacen falta modelos que le hagan ver cómo se pueden hacer realidad en una persona los valores e ideales a los que puede aspirar por sí mismo o les puedan aconsejar los demás. De ahí que los educadores hayan de ser ejemplares para los educandos.
Mas esa ejemplaridad no puede ir sola, indiferente o aislada, sino que sólo es explicable y sólo es modelo si va de la mano del amor al educando. Por eso los padres son los primeros educadores y, en esa misma línea, todo educador ha de ser llevado por cierto afán de paternidad.