Al decir que el bien no hace ruido la palabra “bien” se utiliza para nombrar algo que una persona realiza conforme a todo lo que honradamente parece acertado en torno a esa ejecución. Para hacer esta catalogación de un acto hay que analizar –si se puede- multitud de aspectos, la cosa en sí misma, intencionalidades, repercusiones y circunstancias en torno a la realización de esa acción que calificamos como un bien. Es de interés para los educadores suscitar en los niños, adolescentes, jóvenes, mayores y ancianos el interés por hacer siempre el bien, sin hacerse notar.
A modo de ejemplo y sin detenernos en esos análisis arriba incoados, nadie verá erróneo que podamos dar el título de “bien” a las acciones que una persona dice realizar en África y que manifiesta que hacen también otras personas con ilusión por ayudar a los africanos:
1) transportar por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas;
2) enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado;
3) haber salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas; 4) dar la oportunidad de educación en 10 años y escuelas a más de 110.000 niños;
5) socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU;
6) recorrer de noche y con 75 años la ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina;
7) alfabetizar cientos de presos;
8) habilitar hogares transitorios para los chicos que son golpeados y maltratados;
9) pasar casa por casa, con 80 años, confortando los enfermos y desesperados;
10) más de 60.000 sacerdotes y religiosos han dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a cero positivos… o en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.
Estas cosas buenas las dice sinceramente un sacerdote salesiano, que no se califica como héroe sino como una simple persona que con su humanidad busca seguir a Jesús de Nazaret y servir a sus hermanos, que no procura ser noticia sino llevar la Buena Noticia que, sin ruido, comenzó en la noche en la que resucitó Jesús.
La mayoría de las personas están en situaciones más normales de civilización, pero puede ser para todos un modelo acertado el modo de hacer del que escribe esas actividades en Angola; esa actitud constante de ayudar y de hacer el bien la podemos hacer propia.
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Recogidos los datos de una noticia circulante en internet: Una carta del Padre Martín Lasarte, salesiano, desde Angola, África. (“Un simple sacerdote católico uruguayo que hace 20 años vivo en Angola. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación”)