José Luis Font Nogués
Comisario de la Exposición en Andalucía
Introducción
En el horizonte del primer centenario del nacimiento de San Josemaría Escrivá miles de personas querían rendir homenaje a este santo sacerdote. Se veía la necesidad de comunicar su vida y divulgar su ejemplo de santidad.
Una primera idea surgió entre fieles de la Prelatura del Opus Dei en Chicago. A la vez, surgían otras actividades en todos los continentes. Más tarde Betafilms[1] elaboró la exposición de San Josemaría con diversas ediciones repartidas por todo el mundo.
En Andalucía Oriental tuvo una buena acogida en distintas ciudades de mayor o menor importancia: Granada, Marbella, Motril, Jaén, Guadix, Olula del Río, Úbeda, Málaga, Almería y en la Ciudad Autónoma de Melilla. También en colegios de Educación Primaria y Secundaria Obligatoria, en Colegios de Bachillerato y en Colegios Mayores hubo muy buenas experiencias pedagógicas.
A los dos años del centenario de su nacimiento y de su canonización ofrezco mi reflexión sobre la exposición itinerante.
I. Justificación de la exposición del Centenario
Entender la exposición de la que tratamos exige que examinemos los motivos por los que surge y nos obliga a centrarnos primero en la persona que se celebra.
La egregia figura de San Josemaría
El jueves 9 de enero de 1902 nace Josemaría Escrivá en Barbastro y, tras una cuidada educación cristiana, responde desde muy joven a las llamadas divinas. A los dieciséis años decidió ser sacerdote; se ordenó en el año 1925.
En 1928 hace ejercicios espirituales en la residencia de los P.P. Paúles, junto a la iglesia de la Milagrosa. Allí, mientras ordenaba unas fichas con anotaciones, “vio” –es la palabra que él siempre empleó- el Opus Dei . Mientras que en España se extendía el trabajo apostólico gracias a su impulso, visitó muchas ciudades y trató a muchísimas personas para difundir el mensaje que Dios le había hecho ver. En 1946 hizo su primer viaje a Roma, donde fijó su residencia.
Empleó su vida en servir a la Iglesia anunciando la santificación en el trabajo, hasta su fallecimiento, el 26 de junio de 1975. Incluso ese día, horas antes, habló sobre el modo de ser santo en el trabajo ordinario. Fue beatificado el 17 de mayo de 1992 ante 300.000 personas y canonizado el 6 de octubre de 2002 por el Papa Juan Pablo II ante una multitud de más de 450.000 personas de todos los continentes y de todas las edades, razas, lenguas y condición social.
La buena noticia del Centenario
La buena noticia de la vida santa de San Josemaría había que difundirla a través de un método adecuado de comunicación. Para ello se buscan señas y signos expresivos.
La razón de los signos es dar una imagen de la santidad en medio del mundo que a cada uno toca vivir. A ello responde el logotipo del centenario, signo escueto de un gran contenido. Se trata del orbe, lleno de personas que sólo cerca de Dios encontrarán la felicidad.
Un poster fue la presentación del centenario. Una cara y una frase son los motivos que abren la exposición: el rostro amable de San Josemaría –aún beato-, con mirada penetrante; la frase, una atracción o sugerencia: “Que busques a Cristo. Que encuentres a Cristo. Que ames a Cristo”[2].
Nos preguntamos: ¿por qué una exposición?. Continuando una costumbre inveterada se preparó la exposición conmemorativa, lo mismo que hubo otras hace poco en Madrid con ocasión de los canonizados el 4 de mayo de 2003 en la plaza de Colón de Madrid y que reunieron a escritores, pensadores y artistas.
El lenguaje de los signos sería adecuado para articular una muestra divulgativa que fuera capaz de llevar al asombro y a seguir un modelo de vida. Incluso en la actualidad se muestra en Roma una exposición sobre la Madre Teresa de Calcuta.
Pero, ¿acaso hay obras de arte que mostrar?, ¿pertenece este empeño a las artes plásticas? Por contraste con las respuestas que se puedan apuntar, cabe considerar que unas fotos o unos textos no dan contenido fuerte a una exposición. Nos sirve como punto de partida una reflexión de Kandinsky cuando escribe que la obra de arte “provocará necesariamente en el espectador capaz de sentirla, emociones más matizadas que nuestras palabras no pueden expresar”[3]. Eso es lo que se pretende, aunque el caso de nuestra exposición no es el de una creación puramente artística como pueda ser una pintura o escultura, pero sí que está llena de arte, como trataremos de demostrar.
Con el mismo artista añadimos que en toda exposición, el espectador “busca en la obra de arte una pura imitación de la naturaleza que sirva a fines prácticos (el retrato de su acepción corriente, etc.), o una imitación de la naturaleza que contenga una cierta interpretación (pintura ‘impresionista’), o, finalmente, ‘estados de ánimo disfrazados de formas naturales (lo que se llama emoción)’. Todas estas formas, cuando son verdaderamente artísticas, cumplen su finalidad y son (también en el primer caso) alimento espiritual, especialmente en el tercer caso, en el que el espectador encuentra una consonancia con su alma”[4].
Esto último nos interesa, porque el visitante de la exposición de San Josemaría no busca producciones artísticas ni reproducciones del natural, pero sí que busca un mensaje, alimento espiritual.
A través de la metodología propia de esta exposición no se advierte una interioridad desde expresiones estéticas, ni un mensaje que emerge de la temática o textura de una pintura, pero sí se hace posible esta comunicación a través del contenido y las formas expositivas propias.
Ahora podemos aproximarnos un poco más a la solución: nada mejor que exponer con signos para entender mejor. Se ofrece una vida santa, con unos signos que son los hechos de la vida de San Josemaría y con una repercusión: la interiorización del mensaje. O sea, ir de la imagen a la comprensión, del signo a lo significado. El significado es el mensaje transmitido que el visitante puede interiorizar.
Huella de San Josemaría en Andalucía
Ciñéndonos al ámbito de mi competencia como Comisario, también es necesario explicar la incidencia del personaje en las diversas ciudades andaluzas para que el signo-noticia, permita ver que San Josemaría está cerca de esta tierra. Conviene hacer una referencia a los itinerarios y actividades que desarrolló en sus diez viajes por el sur de España desde 1938 hasta 1972.
Primer viaje. (19.IV – 22.IV de 1938). Capta por vez primera la esencia de Andalucía cuando escribía en anotaciones personales: “me pierdo en el laberinto de las viejas calles…”. Ve cuadros de Valdés Leal. Llega a Córdoba y sigue descubriendo lo andaluz y escribe a los que dejó en Burgos: “qué saludadores son en Córdoba… ¡Otro sombrero ‘cordobé’!”.
Segundo viaje. ( 15.XII – 17.XII de 1943). Fue a “roturar” la tierra sevillana y a ver a las personas del Opus Dei que ya trabajaban en esta ciudad.
Tercer viaje. (27.III – 5.IV de 1945). Visita a los obispos de las diversas ciudades para abrir surcos de salvación entre los hombres en comunión con la jerarquía de la Iglesia y también busca dos casas, en Sevilla y en Granada, para residencias universitarias. El 28 de marzo, Miércoles Santo, conoce en Sevilla alguna cofradía de Semana Santa y ve una casa en la calle Canalejas. Sigue su viaje, contempla África desde Tarifa y expresa sus deseos de llevar el Evangelio a todo el mundo. Va por Algeciras, Marbella y Fuengirola, hasta Málaga. Por Antequera llega a Córdoba. El 2 de abril de 1945, lunes de Pascua, se detiene en Jaén y llega a Granada. Visita el Carmen de las Maravillas. Saluda al Arzobispo, don Agustín Parrado. Sigue su viaje por Motril. Duerme en Almería, donde el día 4 celebra Misa en la catedral. Después pasa por Tabernas, Rioja, Sorbas y, luciendo su buen humor, hace notar la perfecta ilación de los nombres de esas tres poblaciones. Ahí deja Andalucía.
Cuarto viaje. (25.VI – 27.VI de 1945). Celebra Misa en Sevilla y conoce bien el calor de esa ciudad, como recordará desde Roma: “Aquí hace más calor que en Sevilla, y conste que yo no soy andaluz”[5]. Viaja también a Sanlúcar de Barrameda.
Quinto viaje. (10.XII – 12.XII de 1945). En Sevilla deja por primera vez al Señor en el sagrario de la residencia Guadaira para “que sea nuestra luz y que se quede con nosotros”[6], decía recordando la escena de Emaús.
Sexto viaje. (22.I – 25. I de 1946). Fue a Sevilla en 1946. También va a Coria, San Juan de Aznalfarache, Castilleja de la Cuesta y ruinas de Itálica. El día 24 llega a Granada. Al día siguiente visitó al Arzobispo y sigue su viaje para Murcia.
Séptimo viaje. (1.III – 7.III de 1949). El 1 de marzo llega a Córdoba con su hermana Carmen. El día 2 a las cinco de la tarde emprende un viaje de cinco horas: vadean un río, empujando el coche, hace oración, reza el Rosario y canta canciones italianas con los que le acompañan. De noche llegan a Granada. El día 3 de marzo celebra Misa en el Albaycín. Habla de su última entrevista con Pío XII. El viernes 4 de marzo saluda al Arzobispo. Va a Málaga para ver a su amigo don Ángel Herrera Oria. Almuerza con Fray José López Ortiz, Obispo de Tuy, otro buen amigo suyo. El día 6 regresa a Granada y al día siguiente a Madrid.
Octavo viaje. (3.V – 8.V de 1967). El 3 de mayo de 1967 almuerza en La Carolina, donde hoy tiene una calle dedicada a su nombre. Son muchos los que desean conocerle en Sevilla y en Pozoalbero (Jerez). Visita al arzobispo de Sevilla.
Noveno viaje. (29.IX – 6.X de 1968). El 2 de octubre celebra en Pozoalbero el cuarenta aniversario de la fundación del Opus Dei. “Han sido –dijo ese día- cuarenta años de Amor de Dios”. Pudo estar con muchas personas que vieron como un regalo pasar con el Fundador un día tan señalado. Marchó a Córdoba y a Madrid.
Décimo viaje. (6.XI – 13.XI de 1972). Inició en Pozoalbero (Jerez) una amplia catequesis y recibe a miles de personas que acuden a hablar con él y escuchar atentamente sus palabras. Siempre propuso: “Vamos a tener una conversación, una especie de tertulia andaluza. Como si estuviéramos sólo veinte personas”[7]
La empresa Ele Medios[8] se encargó de preparar cuatro paneles en los que se recogieran todos estos viajes.
Talento pedagógico de San Josemaría
El biógrafo Andrés Vázquez de Prada escribe que el Padre, “que tenía claras cualidades de pedagogo, estaba hecho a representarse el mundo y sus problemas por medio de imágenes cargadas de sentido espiritual”[9].
Para estudiar mejor estos aspectos, veamos en primer lugar el talento pedagógico de San Josemaría, su capacidad pedagógica y sus cualidades de comunicador. Es conocido que tenía recordatorios materiales, como un aislador sobre su mesa de trabajo que le recordaba su deber de ser comunicativo. Y cuando trataba a las personas, con palabras cariñosas llenas de empatía, se hacía cercano: en 1974 recuerda sus impresiones cuando contempló por vez primera la vieja capital del reino nazarita; imitando el típico acento de esta tierra dijo: “¡Graná!. Es muy bonita Granada, es una ciudad estupenda, que yo quiero mucho. Me parece que estoy allá arriba en el Albaycín, en el Carmen de las Maravillas, desde donde se ve la ciudad, la plaza de toros, aquellos gitanos del Sacromonte…”. También usaba elementos como burritos y patitos, imágenes que utilizaba con un profundo mensaje espiritual: “los patitos porque se les echa al agua y ellos nadan”, “ y los burritos… porque tienen cara de catedráticos”.
Me refiero a algunas de esas imágenes educativas que utilizó durante estos viajes por Andalucía que se acaban de recordar.
El fuego
El 17 diciembre de 1943 celebra Misa en Sevilla; se ve a San Josemaría rezando con gran devoción y paladeando las oraciones. Antes de la comunión dirigió unas palabras; dijo que había que encenderse ante el panorama apostólico que se presentaba y puntualizó: “Sevilla tiene que arder”. Se entiende muy bien esta frase, no solo por el clima de esta zona. La idea, recogida en uno de los libros del Fundador -“Has de ser brasa encendida, que lleve fuego a todas partes. Y, donde el ambiente sea incapaz de arder, has de aumentar su temperatura espiritual” [10]- tiene raíz evangélica, pues está escrito que “he venido a echar fuego en la tierra, y ¡cómo deseo que arda ya!” (Lc. 12, 49)[11], y eso para dar a entender el afán por la extensión del Reino de Dios. También las palabras de Jesús de Nazaret “hacen ‘arder’ los corazones de los discípulos (camino de Emaús), los sacan de la oscuridad de la tristeza y desesperación y suscitan en ellos el deseo de permanecer con Él: ‘Quédate con nosotros, Señor’ (cfr. Lc 24, 19)”[12].
El estrecho de Gibraltar
Desde las cuestas de Tarifa se domina el Estrecho de Gibraltar y al ver la costa de África dijo el Viernes Santo de 1945: “No es posible que la gracia de Dios no llegue hasta allí”. En su libro Surco n. 181 escribió estas impresiones y animaba al lector: “Veíamos, mientras hablábamos, las tierras de aquél continente. Se te encendieron en lumbres los ojos, se llenó de impaciencia tu alma y, con el pensamiento en aquellas gentes, me dijiste: ¿será posible que, al otro lado de estos mares, la gracia de Cristo se haga ineficaz? Luego, tú mismo te diste la respuesta: Él, en su bondad infinita, quiere servirse de instrumentos dóciles”
La nieve derretida por el calor
Sucede en Granada el 3 de marzo de 1949. En el Carmen de las Maravillas anima a la tarea apostólica de los cristianos con una receta muy concreta: “hay que tener calor como para derretir esa cordillera helada que hay junto a nuestra ciudad”. La idea es coherente con la belleza de Granada, arropada por el manto blanco sobre Sierra Nevada, y también está en línea con Sagrada Escritura: “Así dice el Señor: Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”[13].
En ese momento escribió en un papel los nombres de bastantes ciudades universitarias del mundo, lo cortó en trocitos y los fue sorteando a la vez que pedía que cada uno encomendara desde entonces la labor que la Obra haría en la ciudad que le había correspondido. Con estas ocurrencias del Padre se pasaba un rato divertido y se proyectaban las ilusiones apostólicas con “el fuego” del amor de Dios que debía arder en el interior de cada alma.
“Me fui a la luna”
En Andalucía el “irse” o “estar en la luna” suele significar estar despistado o estar abstraído, contemplando. En 1945 estaba en Sevilla durante la Semana Santa. Le acompañaron a ver una de las cofradías y delante del paso de una Virgen –quizá la Candelaria por los Jardines de Murillo- pudo tener esta experiencia andaluza que él mismo contaba:
“Estaba allí mirándola, y me puse a hacer oración… Me fui a la luna. Viendo aquella imagen de la Virgen tan preciosa, ni me daba cuenta de que estaba en Sevilla, ni en la calle. Y alguien me tocó así, en el hombro. Me volví y encontré un hombre del pueblo, que me dijo:
– Padre cura, ésta no vale ná; ¡la nuestra es la que vale!’
De primera intención casi me pareció una blasfemia. Después pensé: Tiene razón; cuando yo enseño retratos de mi madre, aunque me gusten todos, también digo: éste, éste es el bueno”[14].
Jaulas y pájaros
De manera análoga pasa de la tierra a sus habitantes cuando en 1968 unos rondeños enviaron una felicitación navideña a San Josemaría. Él la agradeció con una tarjeta en su mayor parte impresa y con unas palabras manuscritas a modo de rúbrica, que se pueden contemplar en la vitrina de recuerdos de la exposición. Entre ellas se lee: “Agradezco tanto vuestro obsequio, porque he visto que Ronda es estupenda; pero son más estupendos los rondeños. Os bendice”. En efecto, “jaulas” siempre necesitaba, pero le interesaban más las almas.
El pase torero llamado verónica
En Pozoalbero y en 1972, San Josemaría, se entrevistó con el torero Antonio Bienvenida, que le explicó su tarea habitual y le detalló cómo era eso de torear con temple. Al rato dijo ante miles de personas:
“…cuando está con el capote y viene el toro…, se recrea en la suerte, y hace despacio con el capote…-él intentaba imitar el arte del toreo- Yo no lo sé hacer…-continuaba, esforzándose en esbozar una verónica que remataba diciendo:-. Pues sí, recrearse, recrearse en la suerte, como un artista, ¡con amor! Esto es también lo que hay que hacer con Dios Nuestro Señor, no tener prisa, ¿eh?, como ese queridísimo torero”[15].
Al terminar esos encuentros, el escritor José María Pemán, refiriéndose a comentarios que había hecho sobre el toreo como temple y contemplación, supo expresar con maestría el quehacer de San Josemaría: “Va corriendo casi toda España; satisfaciendo en todas partes, dudas, penas, confusiones. Como su faena es diaria, interminable, con pases muy enlazados, cualquier momento es bueno para dar la vuelta al ruedo”[16]. ¡Qué bien entendieron los presentes en ese encuentro que hacer oración era “recrearse en la suerte”!
De la misma manera que San Josemaría era un gran pedagogo, también la exposición es un instrumento divulgador y educativo que ofrece la imagen de un hombre santo que tiene un mensaje que difundir.
II. Propuesta para una exposición conmemorativa
El problema era cómo materializar estas ideas, esta santidad, este mensaje de Dios, la expansión de las labores apostólicas del Opus Dei, el apostolado de los fieles del Opus Dei por todo el mundo. En el fondo late una pregunta a la que hay que dar respuesta: ¿qué es la santidad?, o ¿cómo es un santo?
Expresar de la identidad de un santo
En el primer aniversario de la canonización de San Josemaría, reflexionaba Joaquín Navarro Valls de la siguiente manera: “Es probable que la primera noción de la santidad haya llegado a mucha gente a través de las artes plásticas: la iconografía y la imaginería religiosa; y en segundo lugar a través de la literatura en sus géneros hagiográfico y apologético. Pero diría que esas artes no hacen siempre honor a lo que fueron las vidas de los santos”[17]. Y a continuación profundiza en el campo iconográfico tradicional:
“El santo –o la santa- que aparece en la mayor parte de la iconografía y de la imaginería católica responde sobre todo a los criterios del simbolismo plástico que trata de representarlos en un momento paradigmático de su existencia. Y eso hace que la imagen plástica de la santidad aparezca frecuentemente en un contexto de circunstancias excepcionales, dando así la impresión de que son las únicas capaces de encuadrar la vida del santo” [18]. De aquí pasa a las expresiones artísticas a las que estamos acostumbrados y que representan al santo en una sola ocasión de su vida, que viene a ser la más excepcional:
“En el caso concreto del santo o la santa mártir, las artes plásticas repiten en mil formas la ocasión violenta en la que ocurrió –normalmente entre grandes sufrimientos- la afirmación de fe con que se clausuró la vida en el tiempo de aquel o aquella mártir. Pero esa reiteración del sufrimiento podría quizás desfigurar la realidad de la santidad porque tiene el riesgo de confundir el efecto con la causa. No es que el mártir sea santo por haber sufrido en grado intolerable, sino que fue santo por haber hecho suyo aquel proyecto divino aceptando verse privado del bien de su vida (…) La razón por la que la Iglesia considera santo al mártir no está en su sufrimiento sino en la causa y el motivo que lo hizo enfrentarse con las circunstancias del martirio…”[19]. Tras la reflexión, la conclusión acerca de la utilidad de los signos artísticos:
“Este modo de representar la santidad ha dado un gran número de excepcionales obras artísticas. Pero permanece la duda de si ese éxito artístico no ha contribuido a situar la meta de la santidad en confines que la alejan de las aspiraciones del cristiano de a pie. Porque la santidad así representada resulta adecuada para poquísimas personas cuya vida estaría marcada por los rasgos de lo extraordinario, lo inusitado, incluso lo raro”[20]. Tras la fundación del Opus Dei y tras el Concilio Vaticano II ha quedado claro que son todos los que Joaquín Navarro Valls llama “cristianos de a pie” los que han de ser santos. Nuestro problema expositivo sigue siendo cómo llevar a cabo la comunicación de este mensaje.
Expresar el signo de la santidad
La exposición sigue directrices pedagógicas paralelas a las de San Josemaría que decía en una ocasión: “¿sabéis cómo la gente suele entender muy bien? Lo conocéis perfectamente, porque es el método didáctico universal seguido con nosotros por nuestros padres y nuestros maestros: cuando querían que cogiéramos bien unas idea, nos ponían un ejemplo práctico”[21]. Así es igualmente la exposición, un ejemplo práctico de cómo se puede ser santo.
A lo largo de la exposición textos sugerentes y significativos atraen al visitante que, a través de la belleza de las palabras o la sugerencia de las imágenes, es llevado a un nuevo proyecto de vida; por ejemplo, sobre la familia, el trabajo o la piedad.
También hay otros medios significativos: los monitores en los que pueden verse los gestos y la voz de San Josemaría, lo que nos da una dimensión expositiva casi coloquial; su voz, sus gestos, sus expresiones, su mirada, toda su persona se convierte en expresión de santidad; estampas, libros y material impreso llevan a la interiorización del mensaje de santidad que nos propone. Oímos al mismo San Josemaría que nos explica qué es la santidad:
“… es la santificación del trabajo, es decir a cada cristiano, cualquiera que sea su oficio y su situación en la vida, decir a la madre de familia, decir al profesional, decir al operario, al obrero, que allí donde está puede y debe ser un buen hijo de Dios”[22].
En San Josemaría, todos los signos transportan a un significado de santidad. A través de los signos el alma se eleva a la altura de la mística, sin dejar de tener los pies en la tierra. Además tenemos la suerte de contar con documentos filmados de su predicación y de sus encuentros con miles de personas, hasta tal punto que hacía exclamar a una niña que visitaba la exposición: “… mamá, mamá, ¡un santo que se mueve!”, en contraste con todos los santos que ya habrá visto en sus cortos años y que son de madera, mármol y otros elementos que los artistas hayan encontrado dignos para esas representaciones paradigmáticas anteriormente citadas.
Es muy adecuado, por tanto, que a una personalidad con valores pedagógicos y significativos se le rinda homenaje con un instrumento educativo en el marco de los mejores transmisores para el caso: la belleza, la comunicación y los signos. También la exposición es un instrumento divulgador y educativo que ofrece la imagen de un hombre santo con un mensaje; habla por sí sola; habla a través de los signos; instruye y enseña deleitando para que pueda ser posible que la imagen y los textos expuestos se puedan convertir en anhelo, en ideal. Viene a condensar el espíritu del Opus Dei, que es santificarse en la vida ordinaria, vivir enamorado.
Identidad de la exposición
Se pretende dar a conocer la figura de Josemaría Escrivá, su vida, los aspectos esenciales de su mensaje, de la Obra por él fundada –el Opus Dei-; así como las variadas iniciativas de carácter social que desarrollan fieles en todo el mundo bajo el amparo espiritual del Opus Dei. Otro de los objetivos es dar a conocer la extensión universal de la fama de santidad de San Josemaría, que la Santa Sede ya declaró en el año 1990 que “puede considerarse ya una auténtica manifestación de devoción popular”[23].
El objetivo es, pues, dar a conocer y facilitar información sobre la figura de Josemaría Escrivá: su vida, los aspectos esenciales de su mensaje, su herencia: el Opus Dei y las variadas iniciativas de carácter social y espiritual que desarrollan sus fieles en todo el mundo, así como la extensión universal de su devoción, ya que miles de personas de todo el mundo entendían durante su vida su fama de santidad y acudieron a su intercesión desde el momento de su tránsito al Cielo.
III. Características del discurso expositivo
Tras dar a entender el motivo de esta exposición, se trata ahora de estudiar las características de la muestra para ver qué hay de interés en ella.
Un caso de aprendizaje significativo
El hombre “religioso por naturaleza” de Aristóteles o el hombre como “animal religioso” de Max Scheler es la razón que capacita a cualquier persona a visitar con provecho esta exposición. Las mismas apetencias por los acontecimientos humanos y por la tensión trascendental, hacen que el visitante conecte inmediatamente con signos y significados de la misma.
Dentro del esquema del aprendizaje significativo, es importante considerar lo que el individuo ya sabe previamente, pues así puede establecer una relación con aquello que debe aprender. “Si tuviese que reducir toda la psicología educativa a un solo principio, enunciaría este: el factor más importante que influye en el aprendizaje es lo que el alumno ya sabe. Averígüese esto y enséñese consecuentemente»[24]. Es así como David Ausubel venía a resumir el principio básico del aprendizaje significativo, que entronca con la metodología expositiva.
En el ámbito de la muestra se reúnen estas condiciones que son detonantes para que la información que el espectador ve y oye pueda actuar en su estructura cognitiva. El visitante ya tiene conocimientos previos sobre el hombre, sobre la dimensión trascendental y el Ser Supremo que llamamos Dios, por eso es captado por lo que va observando.
Es interesante en la teoría de Ausubel que –como él mismo dice- “la nueva información es vinculada con aspectos relevantes y preexistentes en la estructura cognoscitiva, y en el proceso se modifican la información recientemente adquirida y la estructura preexistente”[25] y por ello, el proceso de interacción “produce una modificación tanto del significado de la nueva información como del significado del concepto o proposición al cual está afianzada”[26].
De esta manera, la nueva información conecta con los presupuestos básicos ya existentes en el interior de cada visitante; la vida y el mensaje de San Josemaría –que es mensaje de santidad- puede ser aprendido significativamente al encontrar anclaje en la conciencia de cada persona.
Desde el inicio, el discurso expositivo es ya potencialmente significativo y producirá sus frutos a lo largo de la vida. La exposición ofrece: paneles, fotos, colores, textos e imágenes filmadas, bibliografía y recuerdos. El visitante se involucra en texto, imágenes y audiovisuales que ponen en marcha una disposiciones interiores que sobrepasan el ámbito de la información para desencadenar una relación con su estructura cognitiva y volitiva.
La exposición comienza a interactuar con el visitante de la misma manera que en el proceso de aprendizaje escolar. “La esencia del proceso del aprendizaje significativo reside en que ideas expresadas simbólicamente son relacionadas de modo no arbitrario y sustancial (no al pie de la letra) con lo que el alumno ya sabe”[27].
En el aprendizaje significativo existe “una disposición para relacionar sustancial y no arbitrariamente el nuevo material con su estructura cognoscitiva”[28]. O sea, que el material expositivo es potencialmente significativo para el visitante de cualquier edad y lo puede relacionar libremente con su estructura de conocimiento.
El significado individualizado es fácilmente compartido por visitantes en diverso grado de compenetración con la muestra. Se verifica que los conceptos, imágenes y mensaje calan con homogeneidad en quienes contemplan la exposición. Este significado individualizado, pero homogéneo, ha posibilitado la comunicación y el encuentro de personas que se han sentido unidas, hijos del Padre, o con un parentesco de protección espiritual de un santo que resulta familiar.
De esta forma, la oferta de la exposición es aprendida y comienza a elaborarse una reorganización de significados que hacen cuerpo en la estructura cognitiva y volitiva, es más, en el alma, elaborándose una asimilación personal.
Se da una progresividad educativa en consonancia con la teoría constructivista del aprendizaje significativo; de esta manera se da un proceso eficaz, sistemático y secuenciado, no disperso, que va marcando un ritmo específico en la exposición mediante el que el visitante puede aprender y desear incorporar un sentido a su vida [29] .
Así es como la exposición sugiere un cambio de vida, una conversión interior. Por tanto, podemos afirmar, en coherencia con la teoría de Ausubel, que el discurso expositivo ofrece un aprendizaje significativo puesto que atribuye significados a los símbolos, un aprendizaje de conceptos mediante hechos de la vida de San Josemaría y un aprendizaje de proposiciones que produce un detonante emotivo y actitudinal.
Las atmósferas de la exposición
Había que crear atmósferas a diversos niveles, algo parecido a pautas que marca Kandinsky en la palabra, en la música y en la pintura:
a) Con respecto a la palabra, pone de modelo al poeta Maeterlinck y explica cómo introduce en un mundo fantástico con su literatura porque “la palabra es un sonido interno que brota parcialmente –quizá esencialmente- del objeto al que la palabra sirve de nombre”[30].
b) Se refiere a Wagner, quien crea un leitmotiv con su música: “El motivo es una especie de atmósfera espiritual, expresada musicalmente, que precede al héroe, es decir que el héroe emite espiritualmente a distancia”[31].
c) Para el campo de la pintura cita a Cézanne quien, con su nota pictórica interior “elevó la ‘nature morte’ a una altura en la que las cosas exteriormente ‘muertas’ cobran vida”[32].
Las tres líneas de simbolismos se dan en la exposición reunidos en unas formas redondeadas, sin esquinas, envolventes, sin agresividad, induciendo al visitante para que continúe su camino dejándose llevar –en realidad- por hechos de la vida de San Josemaría.
La cuestión del color también tiene su importancia en el discurso expositivo. Se cumple aquí lo que decía Kandinsky: “En general, el color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla. El ojo el macillo. El alma es el piano con muchas cuerdas (…) El artista es la mano que, por esta o aquella tecla, hace vibrar ‘adecuadamente’ el alma humana”[33].
De ahí que la exposición esté diseñada en un colorido significativo, desde el alba-blanco hasta el ocaso muerte-negro y el blanco de glorificación, como a continuación se detalla.
El propio discurso expositivo
Una vez elegidos y dispuestos los signos, los vemos hablar en el recorrido de la exposición. Los signos nos enseñarán el mensaje pretendido[34]. Sigamos las distintas partes de la exposición.
Pórtico
Al entrar al mismo espacio de la exposición se nos recibe con unos paneles de color alba-blanco, color que en el arte del icono representa la gloria y la vida celestial. En estos paneles se aprecia la figura de Josemaría Escrivá en un tapiz que preside la Plaza de San Pedro. Se sugiere así su santidad, reconocida y proclamada por el Papa Juan Pablo II el 17 de Mayo de 1992 en la ceremonia de Beatificación, a la que acudieron miles de personas de todo el mundo.
Y ese color coincide con la túnica blanca con la que San Juan de la Cruz viste al alma al salir de la noche oscura: “Esta blancura de fe llevaba el alma en la salida de esta noche oscura, caminando en tinieblas y aprietos interiores”[35]. En esos paneles la fe ha sido premiada con la visión celestial. “No puede darse mejor vestido que el blanco deslumbrante de la fe –glosa Edith Stein-, fundamento para las demás virtudes, si se ha de ganar la benevolencia del Amado y alcanzar la unión”[36], que es lo que nos trae a la vista el momento en que se declara que Josemaría Escrivá ya se ha encontrado con el Amado.
Vida
A continuación se inicia el recorrido con una serie sobre la vida de San Josemaría situada en una línea cronológica, de colorido dorado, bien utilizado ya que “los colores claros atraen al ojo con intensidad y fuerza”[37] y, en iconografía, el “ocre con aspecto de tierra se reserva para los rostros y las partes del cuerpo humano –indicando que ha sido sacado de la tierra-, y es signo de humildad, junto con el amarillo”[38]. En dicha línea inciden fotos, fechas y textos con los principales hitos de su vida, que nos ayudan a comprender su docilidad al amor de Dios que caracterizó toda su estancia sobre la tierra. Estos paneles narran esa “crónica del corazón que no se desvanece”[39]: es el árbol genealógico de la familia Escrivá-Albás, del niño Josemaría, de los padres y los primeros años en Barbastro y Logroño.
Desde ahí, se va mostrando la existencia concreta que se realiza a través de la biografía del personaje[40]: la llamada de Dios a través de unas huellas en la nieve, su ordenación sacerdotal, sus primeros trabajos en atención a las insinuaciones del cielo. Un poco más adelante se nos muestra la foto de la iglesia de la Milagrosa (PP. Paules), en la calle García de Paredes de Madrid, y la casa contigua en la que el sacerdote Josemaría hizo un retiro espiritual y en esos días “vio” –en expresión que él utilizaba- la llamada que Dios le hacía; ese conocimiento fue tan claro que ese día del 2 de octubre de 1928 es la fecha de la fundación del Opus Dei.
La exposición sigue haciendo ver cómo en épocas de adversidades Josemaría Escrivá sigue el rumbo de sus días decidiendo en cada momento lo que ve más conveniente para dar cumplimiento a los deseos de Dios, conforme a la luz clara del 2 de octubre de 1928. Así, se atreve a correr los riesgos que convenga para dar cumplimiento a su misión. Se nos muestra –como detalle testimonial- la pitillera en la que llevaba la Comunión a los enfermos de Madrid en tiempos de guerra.
Se presentan las dos primeras personas que vieron este camino de santidad como una llamada de Dios para ellos; ambos con relaciones de nacimiento y de trabajo con Andalucía:
María Ignacia García Escobar, natural de Hornachuelos (Córdoba), enferma en el Hospital del Rey en Madrid, que atendía don Josemaría. En la primavera de 1932 fue admitida en la Obra y murió el 13 de septiembre de 1933.
Otro, Isidoro Zorzano, compañero escolar del joven Josemaría. Al cabo de los años, un encuentro providencial de ambos en las calles de Madrid, le hace “ver” que esa llamada divina también es para él, ingeniero de los ferrocarriles de Málaga. Hoy está abierto su proceso de canonización.
Con otros datos discurre la vida hasta su traslado a Roma, los tiempos del Concilio Vaticano II, su relación con los Sumos Pontífices, la expansión del Opus Dei y su fallecimiento el 26 de junio de 1975.
Los paneles y DVD llevan los títulos: Primeros años, La llamada de Dios, Años difíciles, Instrumento de Dios, La expansión, En Roma y desde Roma, Los últimos años, Cumplimiento de una misión.
Mensaje
En área expositiva siguiente se nos presenta el mensaje de San Josemaría y trata tanto de sus escritos – Consideraciones Espirituales, Camino, Es Cristo que pasa, Amigos de Dios, Santo Rosario, Vía Crucis- como de algunos rasgos esenciales de su predicación.
Es muy bien empleado el color rojo para esta parte. Considera Kandinsky que el color viene a ser una fuerza que llega al alma: “Por ejemplo, el color rojo puede provocar una vibración anímica parecida a la de una llama, ya que el rojo es el color de la llama. El rojo cálido es excitante, hasta el punto de que puede ser doloroso, quizá por su parecido con la sangre…”[41].
Un valor más alto es el que da a este color San Juan de la Cruz cuando viste al alma de “una excelente toga colorada, por la es denotada la tercera virtud, que es la caridad”[42], que concuerda aquí porque el mensaje escrito de San Josemaría es una transmisión de amor a Dios y a los demás, un mensaje de caridad.
En otros términos, pero en esta misma línea argumental, decía María Zambrano en un artículo escrito en 1934 para la Revista de Occidente que “lo que se publica es para algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido…”[43]. Eso se cumple en San Josemaría: “… querría escribir unos libros de fuego, -manifestaba en sus Apuntes íntimos- que corrieran por el mundo como llama viva, prendiendo su luz y su calor en los hombres, convirtiendo los pobres corazones en brasas, para ofrecerlos a Jesús como rubíes de su corona de Rey”. Así ha sucedido en realidad y lo demuestran tanto el número y dimensión de sus ediciones como ese fenómeno universal de sentirse interpelado por los contenidos escritos.
En esta parte, con 3 paneles y 1 vídeo, se exponen los principales puntos espirituales que difundió: santificación del trabajo, la santidad del matrimonio y la familia, la santificación de lo ordinario.
Se contempla una escena que recoge la figura de San Josemaría con mineros de Mieres con sus trajes y cascos de minero. Es un signo que explica muy bien la importancia que San Josemaría daba al trabajo bien hecho, como lo hacía notar en la Universidad de Navarra cuando le preguntaron qué trabajo era más importante, si el de un catedrático o el de una limpiadora; él respondía vivazmente, con gesto aragonés: “no lo sé…: ¡el que esté hecho con más amor de Dios!”.
Y en un panel cercano a este que acabo de describir se explica su predicación sobre de la familia. La imagen de una familia y el texto que se ofrecen son elocuentes por sí mismos: “¿Cinco hijos tienes?, ¡cinco veces que Dios ha tenido confianza contigo y con tu marido!”. Así explicaba el amor humano, el matrimonio, la paternidad y la maternidad.
Herencia (la expansión y la influencia del Opus Dei)
El color verde marca el paso a otra área expositiva: la esperanza, la herencia dejada. Ya en la Edad Media se consideraba que “el verde era en especial el color del amor cortés, juvenil y lleno de esperanzas”[44].
Y en el sentir de San Juan de la Cruz, “sobre esta túnica blanca de fe se sobrepone aquí el alma el segundo color, que es una almilla de verde, por el cual, como dijimos, es significada la virtud de la esperanza”[45].
Esta herencia se concreta en la Prelatura Personal del Opus Dei extendida por los cincos continentes en servicio a la Iglesia Católica. La Prelatura personal es una figura jurídica de la Iglesia nacida en el Concilio Vaticano II. El Opus Dei fue erigido en Prelatura personal el 28 de noviembre de 1982 mediante la Bula “Ut sit”, cuya foto encontramos expuesta[46].
Como complemento, en un mapamundi se detallan las primeras ciudades de cada país a las que acudieron fieles de la Prelatura para iniciar sus trabajos.
El audiovisual titulado “Un mar sin orillas” nos describe iniciativas apostólicas que promueve la Prelatura y las personas del Opus Dei, que influyen con su trabajo, su amistad y su vida de oración en su propio ambiente para acercar a todas las personas a Dios.
Herencia (nos atiende desde el cielo)
Un paso más adelante: con fondo gris perla, se indica cómo nos ayuda desde el cielo. Dicho color gris viene a ser mezcla de colores significativos. “No en vano el blanco es el color de la alegría pura y de la pureza inmaculada, y el negro el color de la más profunda tristeza y símbolo de la muerte”[47].
Y no es el gris un color de pena, sino el momento de convertir la tristeza producida por la muerte de San Josemaría en la alegría de tenerle como protector en el Cielo. En efecto, hoy se cuentan por millares los favores concedidos y se han documentado decenas de milagros realizados por su intercesión, lo que se recoge en las Hojas Informativas.
Estamos en el ámbito de lo eterno en el que San Josemaría participa de la gloria de Dios. Ahora el visitante puede comprobar ese incendio de amor que se veía en el área expositiva de color rojo y puede exclamar: “Aprendiendo la nueva esperanza, en este tiempo, vamos hacia la tierra nueva”[48].
Se acompaña un vídeo de muestras populares de esa devoción extendida desde el 26 de junio de 1975 que da cumplimiento a unas famosas palabras de San Alfonso María de Ligorio: “Los que guiaren a otros por el camino de la virtud, brillarán como estrellas en el cielo”[49].
Consideración sobre este discurso
Acuden a muchas salas de arte impacientes artistas, muchos de ellos noveles, que no buscan más que una nueva manera de crear obras sin interés, con el corazón frío. No era esto lo que se pretendía; era necesario un modo expositivo distinto que, con nuevas fórmulas y tecnología del momento presente, diera a conocer al mundo un mensaje elevado con una forma bella. Este asunto lo resolvió Betafilms en línea con tres principios de Kandinsky:
a) “Paulatinamente, las diferentes artes se disponen a decir lo que mejor saben decir y por los medios que cada una de ellas posee exclusivamente”,
b) “A pesar de, o gracias a, esta diversificación, las artes nunca estuvieron tan cerca las unas de las otras en los últimos tiempos, como en esta hora del cambio de rumbo espiritual” y
c) “…los artistas retornan principalmente a su material, lo estudian, colocan sobre la balanza espiritual el valor interior de los elementos con los que el arte puede crear” [50].
Recapitulando las características del discurso de nuestra exposición, podemos decir que en algunas épocas el arte “es, en su mayor parte, arte aplicado, incluso en aquellos de sus productos que contaríamos entre las obras de arte puro; o, con otras palabras, la razón de apetecerlo reside en su destino, en el hecho de ponerlo al servicio de alguna forma de la vida”[51]. Pero nuestros elementos modernos, variados y de nueva tecnología, nos ofrece un resultado interdisciplinar al servicio de un mensaje. “Al profundizar en sus propios medios, cada arte marca sus límites hacia las demás artes; la comparación las une de nuevo en un empeño interior común. Así se descubre que cada arte posee sus fuerzas, que no pueden ser sustituidas por las de otro arte. Y así se unen las fuerzas de las diversas artes”[52]. Paneles fotografiados, textos, imágenes, música, recuerdos y bibliografía confluyen en el único objetivo de hacer asequible el mensaje que pretende.
IV. Evaluación pedagógica de la exposición
Toda actividad educativa es necesariamente evaluable; por eso, demostrado su valor pedagógico, pasamos a evaluar los resultados de esta exposición.
Si nos referimos a la evaluación cuantitativa, podemos hablar de unos 18.000 visitantes desde el Centenario hasta el momento presente, lo que supone una media de unos 40 visitantes por hora, en los plazos, aproximadamente semanales, que estuvo la exposición en cada ciudad.
El número de visitantes de cada periodo expositivo ha oscilado entre las 500 y 1500 personas de todo tipo y edad, lo que se puede apuntar a una afluencia de público de 100 visitas diarias. Estos visitantes fueron personas con familiares o amigos, en grupos escolares y de tercera edad, personas de todo tipo de creencias, ciudadanos anónimos, autoridades civiles y personas de la jerarquía de la iglesia católica y de otras religiones distintas. En todos los lugares han acudido jóvenes, adultos, padres con bebés, abuelos, agricultores, universitarios, catedráticos, jueces, párrocos, profesores con alumnos, religiosas, escritores, autoridades, personas de distintos trabajos y posición social. También de Oklahoma, Perú, alemanes, italianos, americanos y también personas de distintas creencias religiosas.
Visitas escolares
La exposición pudo ser visitada por escolares acompañados por sus profesores y con cuadernos pedagógicos. Las reacciones de personas jóvenes y alumnos de distintos colegios e institutos fueron muy positivas.
Los alumnos siempre mostraron su espontaneidad: ante una foto en la que San Josemaría se presentaba muy grueso, uno comentó que era una foto de la época en que padecía una intensa diabetes de la que luego se curó milagrosamente; otro, ante la invitación de los textos de los paneles, se presentó como voluntario para irlos leyendo en voz alta a sus compañeros.
En mi propio lugar de trabajo educativo propuse una visita a la exposición con unos alumnos. A los varios días me dijo uno de ellos: “Ayer llevé a mi padre a ver la exposición de San Josemaría”. Y otro alumno, en la misma línea me decía: “Le voy a decir a mis padres que vayan”.
Algunos sucesos educativos
A modo de balance podemos considerar algunos acontecimientos y anécdotas protagonizadas por personas de todo tipo y que se produjeron en las visitas a la exposición en las distintas ciudades. Pueden considerarse como anécdotas o pueden estudiarse como datos concretos con poder evaluativo, puesto que muestran de alguna forma la repercusión que ha tenido la exposición para quienes la han visitado. Dentro de la evaluación cualitativa se pueden incluir algunos de estos sucesos:
a) la persona que comentaba “me he sentido removido al ver que San Josemaría rezaba el Rosario desde niño y yo… lo olvidé desde hace mucho tiempo y ya no recuerdo cómo se reza”
b) la madre que explicaba cómo “ha nacido en mí un nueva preocupación por la formación cristiana de mis hijos”
c) el visitante que, escéptico, comenzó a ver el nacimiento de San Josemaría y, como viera al terminar el recorrido las 300.000 personas llenaba la Plaza de San Pedro el día de su beatificación, exclamó “… y yo, ¿qué hice en mis años de vida?
d) el caso de una visitante que permanecía ante un monitor viendo una y otra vez un documental y, ante la pregunta de quien atendía la exposición, declaró que “estoy aprendiéndomelo de memoria para explicárselo a una amiga”
e) la exclamación espontánea –y muy emotiva para mí- de una niña que dejaba ver alguna deficiencia psíquica y declaraba con la estampa de San Josemaría en la mano “… ¡voy a traer a todas mis amigas!”.
En el momento de la clausura de la exposición en Granada resumía lo que había vivido personalmente a lo largo de una semana y que puede tomarse como un botón de muestra de lo que ha ido sucediendo en todos los lugares, que los signos -paneles, fotos, textos, imágenes, recuerdos, itinerarios y documentos- han sido elementos pedagógicos para quienes nos han visitado y han hecho posible el aprendizaje significativo de Ausubel, llevando al visitante del signo al significado, haciéndole crecer no solo en información sino en un modelo de vida.
Medios de comunicación
Es evidente que la exposición era difusora de muchos ideales. Los medios de comunicación también hicieron un buen eco de este acontecimiento y acudieron con cámaras, reproductores de voz y bloc de notas a todas las inauguraciones. Esto fue una ocasión ideal para explicar el Opus Dei a todos los periodistas que atendieron con agrado y quedaron muy agradecidos.
En la prensa de Motril, bajo el título “Ser católicos sin complejos ni vergüenzas”, se recogían las impresiones de un periodista que visitó la exposición por cuenta propia: “la herencia que ha dejado este santo aragonés perdura y sirve de ejemplo a lo que debería ser la forma de vida cotidiana del cristiano”[53].
Un semanal de Ronda publicaba que en el acto de inauguración el Comisario “ha invitado al pueblo de Ronda, sean creyentes o no, a visitar esta muestra. Ha asegurado que se trata de un instrumento educador, divulgativo, habla y enseña, condensando el espíritu del Opus Dei”[54].
En Melilla se pasó por televisión un recorrido por todos los paneles comentado por el Comisario. En esta ciudad, donde confluyen diversas creencias religiosas, los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia. En el diario Sur (Melilla) se decía: “El Hospital del Rey acoge hasta el día 18 una exposición organizada por la Fundación ‘Cultura y Sociedad’, en colaboración con la Ciudad Autónoma a través de la Viceconserjería de Festejos, con motivo del centenario del recientemente canonizado San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei”[55]. En el Faro de Melilla se podía leer que “el Comisario de la exposición señaló que la exposición da una oportunidad a Melilla de conocer la figura universal de San Josemaría”[56].
La televisión local de Fuengirola elaboró un programa que iniciaba con un anuncio del concejal de Cultura del Ayuntamiento sobre la actividad que se iba a inaugurar en la Casa de la Cultura: “que nos permite conocer a esta persona de nuestro tiempo, un hombre santo y canonizado”[57], le seguían tomas del montaje, el acto de presentación y una tertulia sobre San Josemaría en los propios estudios con el Comisario y otras personas.
El balance de estos ítems de evaluación es positivo. Se ha demostrado, pues, con esta exposición que los signos son educativos, ya que el material es potencialmente significativo y el visitante puede relacionar los elementos componentes con su estructura cognoscitiva idiosincrática[58] . Es necesaria, pues, una mayor apertura pedagógica a los signos. En esa misma línea de pensamiento se puede concluir que los signos permanecen: hay que mostrarlos, hay que regularlos, hacerlos útiles, hay que hacerlos hablar.
V. Nuevo modelo de cultura y proyección a la trascendencia
La exposición también tiene un horizonte lejano y amplio. Es San Josemaría quien abre perspectivas de santidad a quien ve su vida y su obra.
Del icono al deseo de santidad
Nos sirve lo que en tiempos de iconoclastia y acerca de las imágenes sagradas enseña el II Concilio de Nicea: “Cuanto más frecuentemente son contempladas estas imágenes, tanto más quienes las contemplan se sienten movidos al recuerdo y al deseo de los modelos originales” (Mansi, XIII, 482)[59].
Se refieren estas palabras a imágenes de Cristo Salvador y de María Madre de Dios, pero la idea de la imagen se puede ampliar a la idea de santidad que se nos transmite en esta exposición.
Nos lo muestra el caso de una niña de once años que al salir de la sala cogía una estampa de San Josemaría y volvía de inmediato a comunicarle a la profesora que acompañaba al grupo de alumnas: “Seño, ya casi me se la oración a San Josemaría porque la rezo todas las noches antes de acostarme”[60]. Otro ejemplo nos lo ofrece uno de los documentales con la procesión con la imagen de San Josemaría que se viene celebrando desde hace años en Cañete (Perú), población de la que es el patrono.
Se demuestra que sin previas proposiciones, de manera natural, las imágenes, la exposición, los audiovisuales, las estampas y todo cuanto se conoce de San Josemaría, invita a la imitación del modelo de santidad para acercarse a Jesucristo, del que es icono cualquier otro modelo de santidad.
Servicio al Bien, a la Verdad y a la Belleza
Quien ha entrado alguna vez en una sala de exposiciones puede concluir con Kandinsky que hay muchos lienzos de todos tamaños que representan trozos de naturaleza, animales, flores, o personajes importantes. Quizá cojamos un catálogo que apenas miramos y se sale de la sala tal como se entró para volver a ser absorbidos por los intereses habituales, sin haber sintonizado con el artista.
“¿Hacia dónde se dirige esta vida? ¿Hacia dónde clama el alma del artista, si también participó en la creación? ¿Qué proclama?
En las artes, “la belleza exterior es uno de los elementos que forman la atmósfera de lo espiritual”[61], y esto se logra en la exposición de San Josemaría con medios tecnológicos del momento presente trabajados con la mayor belleza posible. El visitante se orienta desde el inicio; conecta con qué se quiere decir, qué es la esencia y verdadero contenido, sin quedarse en cómo se expresan esos mensajes.
Algunas veces el arte es utilizado exclusivamente para fines materiales. Busca su contenido en la “dura materia”, ya que no conoce la exquisita. El ‘qué’ del arte desaparece. La única pregunta que interesa es la de ‘cómo’ se representa determinado objeto en relación con el artista.[62]. En nuestro caso, la exposición es utilizada para fines espirituales, tiende a ser verdadera expresión de Belleza y Bondad, es realmente arte.
En nuestra exposición lo material no es lo que más importa; los objetos no interesan en sí mismos ni tampoco en su textura propia. El diseño nos eleva al contenido y al mensaje. “Lo que se busca no es el arte mismo, sino una vida hermosa. (…) el arte es empleado en la vida misma para aumentar el brillo de ésta”[63]. Lo más distintivo de la persona humana es “su intrínseca e interna apertura a lo más abismal de lo real en cuanto tal, de lo verdadero, bueno y bello”[64]. “La belleza invade al que contempla, pero invade el ser, invade el ser por uno de sus lados, el bello, pero lleva consigo en su invasión los otros dos: verdad y bien”[65].
La belleza del discurso expositivo surge de la oferta de soluciones para los interrogantes que se plantean en lo más interior del alma humana. El Papa Juan Pablo II explica que la vocación artística debe estar al servicio de la belleza sirviéndose del poeta Cyprian Norwid: “La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, el trabajo para resurgir”[66]. Ese ánimo surge en esta exposición porque “La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que … une a las generaciones y las hace comunicarse en la admiración”[67].
De cómo los materiales estén al servicio del mensaje nos alegra estar en línea con las sugerencias del Papa: “La sociedad, en efecto, tiene necesidad de artistas, del mismo modo que tiene necesidad de científicos, técnicos, … maestros, padres y madres, que garanticen el crecimiento de la persona y el desarrollo de la comunidad por medio de ese arte eminente que es el ‘arte de educar’.”[68].
Y, entre de las diversas técnicas, no olvida Juan Pablo II que el avance de la ciencia favorece la expresión del mensaje utilizando las nuevas tecnologías y por eso invoca: “una llamada a vosotros, artistas de la palabra escrita y oral, del teatro y de la música, de las artes plásticas y de las más modernas tecnologías de la comunicación”[69]. Así cumple la exposición de San Josemaría, tratando de aportar soluciones al enriquecimiento cultural de la humanidad, porque contribuye a lo más esencial de la persona.
Potencia de futuro de la exposición
Hemos comprobado que paneles e imágenes promueven un proceso educativo que a la interiorización y a la trascendencia. Se hace realidad la propuesta cultural del Paul Poupard: “poner el Evangelio en contacto con las fuerzas que modelan la cultura; enseñar a pensar, desde la escuela hasta la Universidad; reaccionar ante la cultura dominante con una nueva y gozosa propuesta de cultura cristiana”[70] y así difundir la civilización del amor, con dulzura y respeto a la esperanza que anima a la humanidad, pues –como él mismo dijo- “los valores de lo verdadero, del bien, de lo bello, los ideales de justicia y de equidad son el ‘humus nutricio’ de este desarrollo integral, personal y comunitario, donde cada cual encuentra el puesto que le corresponde en la gran comunidad de los pueblos”[71].
Como se ha tratado de demostrar, la exposición cumple estas propuestas, cumple que la belleza mostrada es algo capaz de ser anhelado y tiene un gran poder de convocatoria, porque un arte “que no encierra ninguna potencia de futuro, que es sólo un hijo del tiempo y nunca crecerá hasta ser engendrador del futuro, es un arte castrado. Tiene poca duración y muere moralmente en el momento que desaparece la atmósfera que lo ha creado”[72].
La exposición es fiel a Juan Pablo II en la idea de proponer reflexiones vigorosas, que presenten a las jóvenes generaciones la verdad sobre el hombre y sobre Dios, invitándoles a profundizar en una comprensión de la fe cada vez más perspicaz[73]. Ese ideal no perece al salir de la sala de exposición, sino que se magnifica y busca modos de actuación futuros.
San Josemaría era optimista, atraía, fue siempre joven, a sus setenta años decía haber quitado el cero y tener siete. Siempre invitaba y animaba. También siempre que se abre al público la exposición estrenamos y nos rejuvenecemos en el amor porque “un saber que no germine o fructifique en amor no es una actividad plenamente humana”[74]; se conoce-amando y se ama-conociendo; se conoce para amar.
Por eso comparto, y me resultan familiares, unas palabras de Fernando de Lapuente –pintor de la segunda mitad del siglo XX-: “yo creo que estrenar es lo más bonito de la vida. Estrenar paisajes, estrenar edificios, estrenar sensaciones, estrenar amistades, conocimiento de las cosas. Realmente estrenar es juventud y la juventud es lo mejor de la vida”[75].
Esta juventud fecunda es la que deseaba San Josemaría en Brasil: “El otro día dí una bendición que parecía la bendición de los profetas y de los patriarcas; que el Señor multiplique –decía, ¡y lo digo a los brasileños!- como las arenas de vuestras playas, como los árboles de vuestros bosques, como las flores de vuestros jardines, como el gorjeo de vuestros pájaros; necesitamos mucha gente aquí, ¡no tengáis miedo!”[76]. En efecto, Dios quiso hacer de San Josemaría esa primera piedra de esa arca a la que vendrían muchas gentes de muchas razas y de muchas lenguas; y a eso ha ayudado la exposición.
En los actos de inauguración quise dar las gracias a las personas que promovieron la exposición y a los responsables de entidades públicas o privadas con quienes traté sobre dicho acontecimiento. Propuse a modo de brindis, y lo hago también ahora: “Deseo que visitar la exposición sea aumentar la capacidad de admirar, de contemplar con juventud la belleza de la vida y de lo ordinario, conforme al mensaje de San Josemaría”[77].
Hemos visto que San Josemaría era un gran comunicador, que tenía grandes cualidades pedagógicas, que hablaba con ejemplos para hacerse entender, que usaba muchos signos. En su propia mesa de trabajo tenía un aislador usado en tendidos de corriente eléctrica para recordar que no podía ser como un aislante que interrumpe el flujo de la corriente; que él era receptor de un tesoro y debía ser conductor capaz de transmitir a los demás todo lo que recibía de Dios. Eso era su servicio a la verdad, al bien y a la belleza, un servicio de santidad … con una predicación singular:
“No hablaré de lo que yo quiera, sino de lo que queráis vosotros, pero el Señor hará que con esta conversación corriente, sin floreos, vaya la gracia suya; la gracia, que será como una saeta que hiere, como un fuego que quema, será una luz resplandeciente como este sol bendito que tenéis en esta tierra maravillosa”[78].
Y así sucedió, los signos han hablado, la voz se ha oído, la santidad se ha palpado.
Siguiendo la invitación inscrita en el el Tríptico Romano me atrevo a exclamar: “Y tú, hombre que también ves, ven”[79], ven a la Verdad, ven a gozar del Bien y de la Belleza. Ven a la santidad.
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[1] Cfr. http://www.Betafilms.es
[2] Estampa de la celebración del Centenario de Josemaría Escrivá. 1902-2002.
[3] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós 1996, p 22
[4] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós 1996, p 22-23
[5] Cfr. Vázquez de Prada, Andrés. El fundador del Opus Dei (III). Palabra. Madrid 2003, p 53 (nota 122: carta a sus hijos del Consejo General, desde Roma, en EF-460727-1)
[6] Vázquez de Prada, Andrés. El fundador del Opus Dei (II). Riapl. Madrid 2002. p 695 (nota 155: cfr. Diario de la Residencia de Guadaira: AGP, Sec. N. 3, leg. 137-27)
[7] Sastre, Ana. Tiempo de Caminar. Rialp. Madrid, 1999. pág 543 y nota nº 32 al capítulo IX (2ª parte): RHF 20760, p 415
[8] cfr. http://www.Elemedios.net
[9] Vázquez de Prada, Andrés. El Fundador del Opus Dei (III). Ed Palabra. Madrid 2002, p 273
[10] San Josemaría Escrivá. Surco. Rialp. Madrid 1986, nº 194
[11] Sagrada Biblia. Ed Ortells. Valencia 1993, p 1284
[12] Juan Pablo II. Carta Apostólica ‘Mane Nobiscum Domine’. 7.X.2004, n. 12
[13] Isaías 55, 10-11
[14] Vázquez de Prada, Andrés. El fundador del Opus Dei (II). Rialp. Madrid 2002. p 689 (nota 138: AGP, P04 1972, p 422)
[15] Soria, José Luis. Maestro de buen humor. Rialp. Madrid 1993, p 100
[16] Pemán, José María. Las preguntas y las respuestas de Pozoalbero. ABC. Madrid 22.XI.1972
[17] Navarro-Valls, Joaquín. El realismo humano de la santidad. CM Albaycín. Entorno Gráfico. Granada 2003, p 8
[18] Navarro-Valls, Joaquín. El realismo humano de la santidad. CM Albaycín. Entorno Gráfico. Granada 2003, p 8-9
[19] Navarro-Valls, Joaquín. El realismo humano de la santidad. CM Albaycín. Entorno Gráfico. Granada 2003, p 9
[20] Navarro-Valls, Joaquín. El realismo humano de la santidad. CM Albaycín. Entorno Gráfico. Granada 2003, p 10
[21] San Josemaría. Meditación. 28.II.1963
[22] San Josemaría. Tertulia en el Auditorio Mauá. Sao Paulo. Brasil, 2-VI-1974
[23] Decreto sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer. Roma, 9.IV.1990
[24] Ausubel-Novak-Hanesian. Psicología Educativa: Un punto de vista cognoscitivo. Trillas. Mexico, 1983, p 1
[25] Ausubel-Novak-Hanesian. Psicología Educativa: Un punto de vista cognoscitivo. Trillas. Mexico 1983, p 71
[26] Ausubel-Novak-Hanesian. Psicología Educativa: Un punto de vista cognoscitivo. Trillas. Mexico 1983, p 120
[27] Ausubel-Novak-Hanesian. Psicología Educativa: Un punto de vista cognoscitivo. Trillas. Mexico 1983, p 48
[28] Ausubel-Novak-Hanesian. Psicología Educativa: Un punto de vista cognoscitivo. Trillas. Mexico 1983, p 48
[29] Cfr. Pujol, Jaime-Domingo, Francisco-Gil, Atanasio-Blanco, Mateo. Introducción a la pedagogía de la fe. Eunsa. Pamplona 2001, p 59
[30] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona 1996, p 39
[31] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona 1996, p 40
[32] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona 1996, p 42
[33] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona 1996, p 52-54 ¿?
[34] Cfr. Juan Pablo II. Carta Apostólica ‘Mane Nobiscum Domine’. 7.X.2004, n. 14
[35] San Juan de la Cruz. Obras completas. BAC. Madrid 1974, p 409
[36] Stein, Edith. Ciencia de la Cruz. Ed. MonteCarmelo. 2ª ed. Burgos 1994, p 172
[37] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona 1996, p 92-95
[38] Burggraf, Jutta. Conocerse y comprenderse. Rialp. Madrid 2003, p 120
[39] Juan Pablo II, 7º viaje a Polonia en 1999 (cfr. Aceprensa 92/99 de 23.junio.1999)
[40] La aplicación de la existencia concreta “se realiza justamente a través (in médium) de la biografía del sujeto…” (Víctor Frankl. La idea psicológica del hombre. Rialp/Biblioteca del cincuentenario. Madrid 1999, p 106-106)
[41] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona 1996, p 52
[42] San Juan de la Cruz. Obras completas. BAC. Madrid 1974, p 410
[43] VVAA. María Zambrano 1904-1991. (VI parte “Fragmento del pensamiento y obra de María Zambrano, Capítulo “Por qué se escribe”). Excma. Diputación de Málaga. Málaga 2000, p 67
[44] Huizinga, Johan. El otoño de la Edad Media. Alianza Editorial (Ensayo). Madrid 2003, p 329
[45] San Juan de la Cruz. Obras completas. BAC. Madrid 1974, p 409
[46] Bula significa sello y con ese nombre se designa a los documentos oficiales de la Iglesia; esta se llama Ut sit –todas son tituladas con las palabras latinas del comienzo del texto
[47] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona 1996, p 78
[48] Karol Wojtyla*Juan Pablo II. Pensamientos de luz. Ediciones Levántate. Granada, 2004, p 51
[49] Recogido en una inscripción en piedra en la Casa Madre del Avemaría fundada por el Padre Manjón, Cuesta del Chapiz, Granada.
[50] Kandinsky, Vasili. De lo espritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona 1996, p 46
[51] Huizinga, Johan. El otoño de la Edad Media. Alianza Editorial (Ensayo). Madrid 2001, p 329
[52] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona 1996, p 48
[53] Rodríguez Morales, Antonio. El Faro de Motril. Martes 8 de julio de 2003, p 10
[54] Villada, José Miguel. La Crónica de Ronda. Del 7 al 13 de marzo de 2003, p 20
[55] Goes, Carmen. Diario Sur (Melilla). Domingo 9 de febrero de 2003
[56] J.G.A. El Faro de Melilla. Domingo 8 de febrero de 2003, p 16
[57] El Noticiero (Fuengirola). Miércoles 6 de agosto de 2003
[58] Ausubel-Novak-Hanesian. Psicología Educativa: Un punto de vista cognoscitivo. Trillas. Mexico 1983, p 56
[59] Cfr. Comité para el Jubileo del año 2000. Eucaristía, sacramento de vida nueva. BAC. Madrid 1999, p 160 Citado: Sacrorum Conciliorum nova et amplisima Collectio (Florentiae-Ven. 1759-1798; Paris-Lond.1899-1927)
[60] Sucedido en el Colegio Monaita. Granada.
[61] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona, 1966, p 24, nota 2
[62] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona, 1966, p 29
[63] Huizinga, Johan. El otoño de la Edad Media. Alianza Editorial (Ensayo). Madrid 2001, p 329
[64] Melendo, Tomás. Las dimensiones de la persona. Palabra. Madrid 1999, p 15
[65] Urbina, Pedro Antonio. Filocalía o Amor a la Belleza. Rialp. Madrid 1988, p132
[66] Juan Pablo II. Carta a los artistas, n. 3
[67] AAS 54 (1966), 13. Mensaje a los artistas (8 diciembre 1965)
[68] Juan Pablo II. Carta a los artistas, n. 4
[69] Juan Pablo II. Carta a los artistas, n. 14
[70] Poupard, Paul. Informe sobre la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura. Alfa y Omega 1.IV.04
[71] Poupard, Paul. La herencia cristiana de la cultura europea. Revista Atlántida n. 2. Año 1990, p 85
[72] Kandinsky, Vasili. De lo espiritual en el arte. Paidós Estética 24. Barcelona, 1966, p 25
[73] Juan Pablo II. Mensaje a la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura. Alfa y Omega, 1.IV.2004e a Cultura
[74] Melendo, Tomás – Millán Puelles, Lourdes. La pasión por la verdad. Eunsa. Pamplona 1997, p 75
[75] Delapuente. Catálogo. (Selección de obras y textos por Carmen Ramos). Ed. Laredo S. A. Madrid 1983, p 150.
[76] San Josemaría. Tertulia en el Palacio de Convenciones del Parque Anhembi. Brasil, 1-VI-1974
[77] Palabras finales del Comisario en los actos de presentación de la exposición
[78] San Josemaría. Tertulia en Altoclaro. Caracas, 7-II-1975
[79] Juan Pablo II. Tríptico Romano. Universidad Católica San Antonio. Quaderna Editorial. Murcia 2003, p 28