José Luis Font Nogués
La belleza es como el resplandor que rodea el bien que habita en el interior del hombre y se refleja al exterior, no explosionando sino con la misma suavidad con la que emerge el sol del horizonte en cada amanecer.
Ese resplandor se levanta desde del corazón y concluye en actos bellos llenos de luz y armonía porque transmiten la belleza interior de un hombre bueno que necesita dar a los demás el todo de sí.
La belleza de la música sale de la intimidad de un compositor hacia el mundo y suscita actitudes ante la vida. El bien hecho música invita a comportamientos dignos de la persona, tal como lo expresó Shakespeare: “Quien no de deja encantar por el arte de la música difícilmente será capaz de acciones nobles”.
La comunicación de la belleza por la música cambia a las personas, tal como sucedió a Paul Claudel, cuando se entonaba el Magníficat en Notre-Dame de Paris en la noche de Navidad y él mismo relata: “Fue entonces cuando se produjo el acontecimiento que domina toda mi vida”.
No es posible que la música sincera y de calidad sea perversa; Cervantes lo manifiesta diciendo que “donde hay música no puede haber cosa mala”.