Se considera que Esopo (Grecia, siglo VI a. C.) consolida el estilo literario breve y con moraleja que llamamos “fábula”.
En la fábula titulada “Los dos perros” da un consejo de constante actualidad:
“Un hombre tenía dos perros; había enseñado a uno de ellos a cazar, y al otro le tenía encomendada la guardia de la casa. Cuando el que cazaba traía algo, lo comían juntamente uno y otro, lo cual llevándolo a mal el cazador, reconvino al otro de que no haciendo nada viniese luego a participar de lo que él cazaba después de trabajar todo el día. No es a mí, respondió éste, sino al amo, a quien debes reprender, pues no me ha enseñado a cazar, sino a comer de lo que cazan otros.
No debe reprenderse a los hijos mal educados que nada saben, sino a sus padres, porque no han procurado enseñarlos.”
Hasta aquí el texto de Esopo, que en formulación positiva podría decir: Efectivamente, en todos los siglos, hoy también, son los padres los que aportan la tarea amorosa de la educación de sus hijos, tarea que -además de indispensable- es hermosa y hace felices a padres e hijos.