Archivo por días: 5 marzo, 2009

Importancia de la niñez y la adolescencia solidarias

José Luis Font Nogués

Para lograr que hijos o alumnos sean solidarios cuando sean mayores, hay que comenzar por hacerles austeros y preocupados por los demás en edades tempranas, saliendo al paso de egoísmos también tempranos.

Solidaridad (Gijón)

Conviene que los padres se adelanten a las peticiones y deseos de sus hijos, dándoles unas pautas de actuación. Por ejemplo, evitar los caprichos inmediatos, conseguir que se conformen con un poco menos, tender a no darles todo. Los padres deben plantearse con seriedad los motivos y las cantidades de dinero que dan a sus hijos. Algunas veces los hijos piden y los padres dan sin detenerse a reflexionar lo suficiente, y eso puede tener a largo plazo graves consecuencias. La moderación en el uso de las cosas propias va de la mano de la educación en la trascendencia que esas cosas tienen para los demás.

Cuando aún son pequeños, a los niños les viene ya mal la excesiva preocupación por tener más y más dinero o bienes materiales se ve acompañada frecuentemente por padecimientos como el de la tiranía de las compras a plazos, las hipotecas, la ansiedad por ganar más para poder mantener o incrementar el nivel de gastos. Al contrario, viene bien que los hijos oigan cómo al calor del hogar se puede dialogar acerca de la conveniencia del ahorro, de los gastos convenientes y del uso del dinero o el patrimonio en beneficio de los demás

Al mismo tiempo, los niños y jóvenes son sensibles a las injusticias y a las contradicciones. Los jóvenes captan muy bien el respeto por la naturaleza, la sed de justicia y de paz, la búsqueda abierta de la verdad y de la dignidad humana, reconocen el valor inconmensurable de la persona y son capaces de comprometerse por una solidaridad internacional o un nuevo orden social en libertad y justician defender y promover valores de la persona y de la vida humana. De esta manera, los pequeños que ayudan a los necesitados en la proporción que es prudente en esos años, posteriormente serán capaces de dar la vida por los demás con lealtad.

Hay que ver todos lados de la realidad y también esos mismos jóvenes están lastrados muchas veces por otros aspectos negativos como la defensa de la subjetividad individualista, la compensación de la soledad con sucedáneos de varias clases, ser el centro de todo, disgregación de la realidad familiar, sentir el atractivo de la llamada «sociedad de consumo» o la preocupación exclusiva por el «tener» que suplanta al «ser». Ellos, por contagio, van entendiendo la libertad como un asentimiento ciego a las fuerzas instintivas y a la voluntad de poder del individuo; también van valorando exclusivamente lo material o placentero. No obstante, acogiéndose a su natural idealismo, también tienen facilidad para valorar a los demás y a uno mismo por lo que se es, en vez de por lo que se tiene y a usar la libertad en consonancia con la verdad objetiva y universal.

Los jóvenes son idealistas, por lo que son capaces de dar plenitud de significado a la vida, al sufrimiento y a la muerte, pero se interesan mucho por el ambiente que se les ofrece y pretenden vivirlo con intensidad. Por eso, hay que hacer un esfuerzo por educar positivamente y que sepan erradicar lo negativo, todo con libertad.