Una persona está alegre cuando en su interior se manifiesta un sentido agradable ante la vida producido por acontecimientos determinados y esa sensación de placer se manifiesta externamente en la expresión del rostro o, incluso, en otras expresiones de toda la corporalidad que expanden eso agradable que lleva en su interior.
Se puede decir que una persona vive bien, a gusto, en la medida en que siente esos motivos por los que se siente feliz, disfruta y entiende que gracias a ellos merece la pena vivir.
No obstante, la alegría no es sólo una emoción momentánea, es algo de mayor envergadura. Entendemos que es lógico que vivamos y gocemos con lo bueno; ese sentimiento es de mayor amplitud que una simple emoción y se llega a un estado de vida en el que se es inundado por la felicidad. A pesar de todo, todo lo humano tiene sus imperfecciones y no es posible nunca una alegría plena, por eso conviene mantener una actitud de esfuerzo por buscar el estado de alegría porque ello nos hará vivir en mejores condiciones que en una situación triste o pesimista; podemos buscar bien en el horizonte los acontecimientos y las razones por las que podemos vivir felizmente, a pesar de las dificultades.
Al estar hecho el ser humano para la relación con otras personas, también se ha ce importante manifestar la alegría a los demás porque ellos se sentirán atraídos -por nuestra alegría- hacia la felicidad; los demás pueden ser felices y alegres, en ese caso compartirán amigablemente nuestra alegría; los otros pueden estar tristes o penando y entonces encontrarán esperanza al contemplar nuestra alegría.
No es la alegría algo tan sólo superficial, es algo profundo y que nace de saber contemplar lo bueno de las cosas.
Al ser la alegría el resultado de la consciencia de haber alcanzado un bien, el alegre palpa el amor y el enamorado canta, exterioriza y comunica a los demás ese amor; por eso los niños están alegres y cantan, son felices con el amor de sus padres.
El niño –y a todos pasa- estropea su alegría cuando con el crecimiento deteriora su nivel de paz por entrar en deseos egoístas. Y hay personas que se consolidan en un sentimiento trágico de la vida por fijarse sólo en las dificultades y contrariedades.
La alegría es un regalo que puede ser sólo coyuntural, pero hemos de cuidar y no perder hasta llegar a ser un gozo constante o habitual que pueda formar parte de nuestra vida, algo que se lleve dentro.