Personalidad humana de Alonso Cano

El modelo humano de Alonso Cano es apasionante. Sólo sus relaciones familiares son de gran interés: su padre, ensamblador de retablos; Francisco Pacheco, su maestro en pintura; Martínez Montañés, su maestro en escultura; Velázquez, su amigo y compañero; sus esposas, familiares de artistas; el hombre y la mujer, seres a idealizar. El estudio de su carácter y de su intencionalidad artística integra, en los avatares de su personalidad y de sus circunstancias vitales, numerosos aspectos de la comprensión de los tiempos a través de su concepción artística.

Deslumbrante, con vida agitada, de genio arrebatado e impulsivo, crisis espirituales y materiales le llevaron –después de dos matrimonios truncados y sin descendencia- a refugiarse en una cartuja y aceptar una Ración vacante en la catedral de Granada, ante intransigencias del Cabildo –que choca con su temperamento irreductible- derrocha en la catedral de Granada los primores de su arte, “amplio de espíritu, hasta el despilfarro, aficionado a conversar, a coleccionar estampas y dibujos, libros y curiosidades bellas” (GÓMEZ MORENO, 1954: 10), con generosidad da limosna y regala dibujos o estampas, estudioso de su trabajo, sufrió prisión por sus deudas, regañaba a su regio discípulo el príncipe Baltasar Carlos, rompía sus obras antes que despreciarlas, sufrió prisión y tormento por causa del asesinato de su segunda esposa –no por culpable, sino por habérsele creído capaz de serlo-, pintor del Rey, pero no cortesano, tuvo amigos, su genio artístico y sus excentricidades contribuyen por igual a hacerlo famoso, de gran valía humana según “dan fe los biógrafos y la amistad que le unió a Velázquez desde los tiempos del taller de Pacheco hasta la muerte del pintor” (GÓMEZ MORENO, 1954: 11)

FUENTES:

GÓMEZ MORENO, María Elena. Prólogo a catálogo de la exposición “Alonso Cano”. Madrid, 1954